La intimidad privada frente al mundo exterior 7 страница



De la proliferación del empleo de la palabra escrita en la comunicación tenemos una prueba en la Novela del castellano de Coucy, comunicación que en este caso se halla particularmente mediatizada, lo que ayuda a hacer comprender en particular la función de las inserciones líricas y la problemática fundamental de la novela, así como los intermedios reducidos de los intercambios entre el amante y la dama, en pocas palabras, el "difícil trayecto de la palabra y de la información" (Ch. Marchello-Nizia). La palabra escrita prolifera también en los escenarios de las jóvenes sobre las que pesa una amenaza de incesto, donde se violan los sellos, y las cartas se sustituyen lo mismo por el anuncio de la mala noticia de un monstruo ( con apariencia de precioso niño) que por las medidas de clemencia adoptadas por el esposo abrumado, medidas que se sustituyen por la orden de hacer quemar a la esposa y a la monstruosa criatura que se supone ha llevado en su seno.

Por parte del hombre emboscado en quien se hallan ausentes la razón y la memoria, el escrito se encargará de anunciar a los pasajeros el origen de la insensata desgracia. El héroe de El dictado del lebral huye al bosque, lleva consigo tinta y pergamino, y escribe su aflicción, los largos años de espera, el desvío de la dama. Como único instrumento desde entonces de una posible memoria, el escrito se fija en un árbol, a fin de que todos puedan tomar conocimiento de su contenido.

El recipiente

Los recipientes representan el júbilo de lo oculto que sale progresivamente a la luz. Así, por ejemplo, las cajas se abren para entregar aderezos; hay cofres de los que emergen los regalos que han de ofrecerse al duende que ha regresado a su forma humana en Guillermo de Palermo; un cofre de viaje oculta una cota hecha de un verde brocado con la que el hada atavía al emboscado, rito de reintegración en El dictado del lebrel. El recipiente o receptáculo puede convertirse en un verdadero actuante del relato: la escarcela robada en L'Escoul e es fuente del drama, pero también de los reencuentros. Ya antes, en La muerte del ray Arturo, no sólo el escrito desvelaba el secreto de la hermosa muerta, sino que el mensaje constituía el objeto de una exploración de un espacio diversificado: barca, tapices, escarcela. En el juego de la sociabilidad es frecuente que los presentes sean recipientes, lo que favorece la proliferación de los ademanes de la apertura.

Más simbólico aún, el recipiente puede convertirse en relicario, como el cofrecillo en que se ha encerrado el cadáver del ruiseñor, del laostic, en María de Francia, metáfora de la perennidad del secreto, relicario guardián de una quintaesencia y de una memoria: el esposo ha matado al ruiseñor y, para hacer que el 'amante sepa lo que ha ocurrido, la dama envuelve el pajarillo en una pieza de brocado, con su historia bordada en hilo de oro. Como, hombre cortés, el amante hace construir "un cofre de oro puro enriquecido con piedras preciosas y lo hace sellar. Hay otros relícarios que marcarán gustosamente el alcance simbólico del contenido, como ese "cestillo" que guarda milagrosamente fresco el brazo de la bella Helaine, y sobre todo como el extraño relicario que, durante largos años, ha conservado la mano cortada de la Manekine, ¡el estómago del esturión que difunde efluvios tan suaves que todo el mundo siente su corazón rebosante de dulzura!

La sociedad doméstica: fluctuaciones y restauraciones

Dispuestos de acuerdo con una firme estructuración familiar, los relatos medievales dejan traslucir a flor de texto los problemas internos de las familias, sugiriendo ___ lo que por lo demás ha podido obsesionar la conciencia de la época actual— la preocupación por las rivalidades entre herederos de intenciones análogas. Sólo que las narraciones rompen a menudo el circuito cerrado de la familia, que al final se verá restaurada por un itinerario exogámico de diversa naturaleza. Si las referencias familiares son extremadamente complejas, no es imposible despejar de entre ellas en este particular algunos ejes y, en primer lugar, la frecuencia de los escenarios sexualizados: seducciones de tipo incestuoso (padre/hija, madrastra/hijastro, cuñado/cuñada), rivalidades en torno de la misma mujer, calumnias de naturaleza sexual que llevan consigo el destierro de las madres jóvenes, en una palabra, un conjunto de querellas domésticas que otros relatos, prudentemente, ocultan por medio de una ejemplaridad a veces un tanto rígida.

El campo familiar

Que la pareja sea la sede de disonancias y desunión es un hecho que conocen bien los cuentos. Chrétien de Troyes, en cambio, pone deliberadamente el acento sobre la realización de la pareja en el matrimonio, demostrando paso a paso que el amor cortés se vive en el seno de la institución. En su novela del anti- Tristán, el adulterio retrocede ante la libre elección en la legitimidad, mientras que en la sociedad doméstica de las fícciones son más frecuentes las tensiones y los desentendimientos de la pareja. Por el contrarío, fuera del engranaje del adulterio, fuente de celos, hay otras parejas que pueden atestiguar una perfecta armonía, amenazada temporalmente, pero recobrada más tarde; así, en el breve relato de La hija del conde de Pontieu, el esposo traumatizado por la violación de su mujer, que él se ha visto forzado a presenciar, se refugia en una ruptura de las relaciones sexuales, mientras que es el padre quien asegura una forma de punición (punición oscura en su causa) o también en las historias de incesto como la Manekine, en que los esposos que se encuentran dominan temporalmente, durante la Semana Santa, su deseo y vuelven a partir para una vida nueva.

De la ternura hacia el hijo dan testimonio numerosos textos, desde la Manekine hasta Tristán de Nanteuil, en que nada menos que un milagro viene a liberar la leche demasiado parsimoniosa en su fluir a los ojos de una madre que prefiere suicidarse antes que ver sufrir a su hijo. En un marco más específicamente jerárquico, Ida, condesa de Boulogne, no le deja a nadie el cuidado de amamantar a sus hijos: cuando advierte que en su ausencia uno de sus hijos, hambriento, lo ha sido por una nodriza, poseída de una santa cólera, toma al niño, lo sacude, le hace devolver el alimento subalterno y lo amamanta con su propia leche. Basada en el vínculo, en torno del niño, de la madre y de la domesticidad femenina, esta secuencia de El caballero del cisne liga el mundo privado del gineceo a la dimensión de la grandeza del linaje. El gineceo se vuelve el lugar simbólico de la función primordial de la madre, en el seno de la célula doméstica, en un tiempo de experiencia vivida en que la transmisión biológica de la leche materna se convierte en un acto sagrado: la madre es en él la única proveedora de alimento digna de la gloriosa progenitura.

La dasatinada búsqueda del padre

Los relatos medievales se hal an obsesionados por los problemas de la ascendencia, por la función del hijo y la importancia casi demencia! de las relaciones padres-hijos. Los lazos con el padre, como ya puede adivinarse, constituyen el objeto de una febril preocupación en los relatos en que la esposa calumniada se ve acusada de haber traído al mundo un monstruo que evidentemente no puede ser hijo legítimo del marido; pero esos lazos aparecen aún con más fuerza a través de los riesgos mortales (y simbólicos) que representan los combates de los hijos contra los padres, adversarios trágicos que no se conocen o no se reconocen, por ejemplo, Cormont e Isembart, en que el hijo renegado hiere a su padre en medio de la pelea; Doon de la Roche, Baudoin de Sabourc, Florent y Octavien, etc. La novela tardía Valentín y Orson ilustra el parricidio: Valentín, que sostiene un escudo sarraceno, se ve atacado por su padre; chocan con tal violencia que la lanza del hijo atraviesa el cuerpo del padre: "¡Acabáis de matar al padre que nos ha engendrado?", le grita al homicida Orson su hermano gemelo.

Tíos y sobrinos

La interrogación por los vínculos de la sangre pone de manifiesto implícitamente hasta qué punto, en las conciencias medievales, era frágil la certeza de las filiaciones. Es por lo demás en los linajes procedentes de encantamientos donde la fascinación del padre por el hijo, y viceversa, se vuelve particularmente explícita, puesto que la misma disonancia de sus vidas, la del uno perteneciente al mundo feudal, la del otro a Otro Mundo, hace de ellos unos seres a la vez próximos e ignotos, en el Lai de Désiré, por ejemplo, y más fantasmagóricamente aún en Tydorel, donde, tras haber conocido su origen embrujado, el rey Tydorel., abandonando su poder terreno, picando sus espuelas, se precipita con todas sus armas en las profundidades del lago de donde su padre había emergido para engendrarlo.

Los grandes héroes de las canciones de gesta y de las novelas corteses es frecuente que no tengan hijos, o que estos hijos hagan un mal papel, como el débil Luis del Charroi da Nimes. Como figuras sustitutivas, los sobrinos se verán vinculados al tío mediante lazos privilegiados, fenómeno que R. Bezzola subrayaba como muy nuevo con respecto a las mitologías griega, romana, germánica y celta. A la relación padre-hijo, cuyo fuerte valor simbólico cabe adivinar, se añade lo que puede ofrecer el sobrino en una relación de estrecho parentesco que excluye, sin embargo, la sucesión inmediata: extremadamente próximos al tío, disfrutando por parte suya de un afecto particular y provistos —como es el caso de los sobrinos de Guillermo de Orange— de una sólida individualidad, los sobrinos son personajes "señalados". A pesar de lo cual hay una ambigüedad que empaña las relaciones entre tío y sobrino, como las de Rolando con Carlos. Único sobrino del emperador, se le confía a aquél una misión individual, pero "ano se habría tratado más que de un sobrino?, no habría sido su propio hijo?" (Bezzola). Según una saga nórdica, Rolando, al que la Canción de Rolando no atribuye por lo demás sino un padrastro, habría sido el hijo de Carlos y su hermana Gisela, pero semejante ascendencia incestuosa no se verá atestiguada por los textos franceses antes del siglo XIV. En cuanto al tema del sobrino como "hijo del amor", lo encontramos en primer plano en la historia de Tristán tal como nos la presenta Gottfried de Estrasburgo: educado por padres adoptivos, secuestrado por unos mercaderes nórdicos, es acogido por Marco, que se entera de que es su sobrino. El amor del tío por el hijo de su hermana será tan profundo que no querrá engendrar ningún sucesor, como si Tristán fuera su propio hijo... La ambigüedad se ha posesionado también de la pareja antinómica de Gauvain y Mordred, sobrinos de Arturo. Fiel compañero y consejero íntimo de Arturo, el hombre cortés se opondrá a Mordred, el traidor, que quiere arrebatarle a Arturo esposa y reino. Una versión de la leyenda pretende que Mordred sea el fruto del amor incestuoso de Arturo por su hermana, mujer del rey Loth de Orcania y madre de Gauvain. Falta inocente por otra parte, puesto que Arturo, en el momento del acto, ignorante de quién fuese hijo, ignoraba en consecuencia que Anna era hermana suya.

Los destierros

En la elaboración del campo familiar, el cerco del destierro se halla estrechamente ligado al problema de las relaciones del individuo con lo colectivo que le rodea y que —al tiempo que le impone sus límites— le confiere un estatuto. Resulta particularmente interesante en el caso de las mujeres, como aquella hija del conde de Pontieu maridada del modo más satisfactorio, ya que se ha casado con el hijo de la hermana de su padre. Sin embargo, al ser estéril, pierde honor y validez social, y se la abandona al mar en un tonel. Al final, encontrará estatuto y fertilidad en el país musulmán. De estéril se vuelve fecunda mediante una iniciación que se inaugura con un atentado a su cuerpo, mediante la transgresión de una tentativa de asesinato, de la que no se arrepentirá jamás, así como por su tránsito a la ley pagana. ¿Será preciso imaginar que el trayecto exogámico ha sido para ella necesario y fecundo, puesto que después de todo acaba por recuperar el mundo de sus orígenes, como si hubiese sido necesario que se quebrara temporalmente el mundo familiar y social que la rodeaba? El destierro, por otra parte, es frecuentemente la consecuencia de persecuciones incestuosas, y si el deseo del padre queda apenas sugerido en El palafrén enjaezado, y más explícito en Los dos amantes de María de Francia ("Fue pedida en matrimonio por poderosos vasallos que la hubiesen tomado de buena gana por mujer, pero el rey no quería acceder a ello, porque no podía prescindir de su presencia. Era su único refugio, y permanecía junto a ella de día y de noche"), la demanda perversa es del todo precisa en la Manekina o en la Novela del conde de Anjou.

Amor cortés y celos

Uno de los motores —y no de los menores— de las tensiones del universo doméstico es el de los celos, que se apoya sobre el lado institucional del amor cortés, elaboración fantasmagórica si la hay, que se sirve de los mismos cuadros de lo prohibido, porque es el marido quien en todo ello hace que el amor sea a la vez peligroso y posible. Si en el mundo artúrico la figura real queda en definitiva poco afectada (Arturo no aparece en absoluto celoso ni se ve alcanzado por la sospecha en esa novela del adulterio que es El caballero de la carreta), a partir del siglo XIII sí que se manifiestan en relación con lo privado las incidencias de los amores adúlteros: en la Novela del castellano de Coucy, donde el marido celoso le hace devorar a su esposa el corazón embalsamado de su amante muerto en tierra de cruzada, así como también, ya con el sentido de una hipertrofia paródica, a través de la venganza de los doce esposos del Lai d'Ignauré, en La castellana da Vergi, donde los celos de la duquesa llevan a la profanación del amor, y sobre todo en Flamenca, donde los celos alcanzan rasgos patológicos, y donde el cuerpo celoso aparece como descompuesto, repugnante y anticortés.

Las mujeres acusadas

Ciertos escenarios familiares, ampliamente representados en la tradición del cuento, han sido objeto de tal cantidad de relatos novelescos durante la Edad Media que es imposible que, en el plano fantasmagórico, y aunque no fuese más que a título del alivio que procura cualquier desenlace en forma de happy end después del levantamiento de las amenazas que pesan sobre el universo doméstico, no procuraran otra cosa que un divertimento anclado en el reconocimiento de una tradición: que es lo que ocurre con el motivo de las mujeres acusadas, en el que la calumnia invade concretamente la alcoba, y sobre todo la alcoba de la mujer que acaba de dar a luz, que se convierte en espacio culpable, al manchar de ilegitimidad, incluso de monstruosidad, el nacimiento de un hijo; calumnia también de la mujer casta codiciada por su cuñado, objeto perseguido y luego rehabilitado con unas constantes en la constelación familiar que hacen del pretendiente rechazado el hermano del marido, o que se resuelven en el desenlace del perseguidor de la heroína, abrumado por una enfermedad y luego curado por la propia víctima, tras haber confesado su fechoría. Nunca podrá exagerarse la importancia de la confesión pública, comunitaria, del deseo erróneo íntimamente buscado, confesión que puede llegar incluso, en la estructura final del relato, en Florence de Rome por ejemplo, a convertirse en objeto de obsesivas reiteraciones. Son frecuentes las acusaciones de amores monstruosos, y si bien se las puede poner en relación con tradiciones populares, es claro que en la mayoría de los casos se las debe insertar en las vastas representaciones de la sexualidad y de la fantasmagórica genital. En El caballero del cisne, la reina Beatrix ha hablado mal de una mujer que ha sido madre de gemelos: luego ella misma da a luz una camada de seis hijos. En el relato más tardío Theseus de Cologne, la reina se ha reído de un lisiado: dará a luz un ser monstruoso, y un enamorado preterido la acusará de haber mantenido relaciones con un enano. El indignado marido condena a su esposa a la hoguera, pero el recién nacido obtiene de Dios la belleza, y el enano, en combate singular, triunfa del calumniador. A la acusación de las madres se vincula la suerte de los hijos, muy pronto expulsados de un universo familiar y legítimo, sometidos a un destino que los convierte en desconocidos y desheredados.

Los hermanos en el grupo familiar

Del siglo Xll al XV se asiste con frecuencia en la ficción literaria a la puesta en funcionamiento de un modelo nuclear de familia con dos hermanos en bastantes casos gemelos, modelo que parece ofrecer una solución ideal al antagonismo fundamental que opone a dos sostenedores del poder, a dos ocupantes del mismo espacio privado. Sirviéndose del antiguo enigma del nacimiento dual, los relatos de hermanos (un conjunto muy bien representado) parecen responder a ese rasgo de la sociedad feudal que consiste en poner en el camino de los jóvenes un mundo infinito de frustraciones; y, al deslizar la estructura de las fratrías en el molde de los gemelos, los relatos le proporcionan al hermano desfavorecido una igualdad y un éxito comparables, o incluso le aseguran la superioridad, porque a veces acaba por suplantar a su Doble, con el completo acuerdo de éste.

En algunos relatos en los que aparecen gemelos ficticios, el uso de la metáfora gemelar permite sugerir situaciones que no se osa expresar en las historias de hermanos reales. La fusión de los Dobles es entonces una solución, ya que, integrados en el mundo feudal, los gemelos reciben una función valorativa en contacto con las realidades más tangibles. Así, las ficciones que tienen por objeto este modelo de fratría evocan tensiones graves y pueden interpretarse en términos de "terapéutica social" (G. Duby). Si se lee en ellas en filigrana la reivindicación de los derechos de la ultimogenitura demuestran que la coexistencia y la similaridad son cosa que ha de vivirse. El sosia deja de amenazar la identidad, el Doble recibe derecho de ciudadanía. Basadas en el sentido más crucial de la identidad, las ficciones medievales que le otorgan un lugar al Doble racionalizan un conjunto de fantasmas que son propios de la conciencia individual.


Дата добавления: 2021-01-21; просмотров: 92; Мы поможем в написании вашей работы!

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