Contenidos informales de sus conversaciones.



A fin de hacer posibles tales encuentros se utilizaban equipamientos a veces muy sencillos. En las viviendas acomodadas en las que entre la calle y el espacio privado estricto del hogar se interPone la planta baja, la sala que en ella se halla dispuesta con frecuencia, parece precisamente destinada a estos encuentros más abiertos de la ampliación de la vida privada. El inventario de Piero Mostardi (Florencia, hacia 1390) enumera en ella bancos, taburetes (de quince a veinte plazas sentadas entre todos ellos), mesas, jarros, garrafas, vasos, material destinado evidentemente a refrescar a las brigate, tanto más cuanto que la sala da a la volta donde seiscientos litros de vino blanco y tinto aguardan a que se los beban. Para los días cálidos, en que gusta tomar el fresco fuera, hay bancos de obra dispuestos a lo largo de las casas. Todo el mundo puede sentarse en ellos, al abrigo a veces de un saledizo. Las plazoletas de los castellani sieneses y de los bloques familiares florentinos están con frecuencia rodeadas de ellos, como otras tantas ágoras en miniatura abiertas a todas las conversaciones. Los claustros, el pozo común, la tahona, el atrio de la iglesia, la taberna (para los hombres), he aquí otras tantas ocasiones de seguir intercambiando entre vecinos opiniones, bromas o charlas de cualquier género. Pero los dos monumentos más típicos de la solidaridad familiar del linaje, de su clientela y de sus vecinos, son la iglesia parroquial, alternativamente centro sagrado (durante las ceremonias) y profano (en los intervalos), y la loggia, vasto local abierto al mismo nivel que la calle, con arcadas bajo las que los hombres de la familia y del clan (raras veces los otros) se reúnen para charlar, discutir, arbitrar sus protestas, gestionar sus bienes (recibiendo a vasallos y granjeros) y pasear. En Génova hay algunas loggie abiertas a todo el mundo; se las frecuenta incluso ya caída la noche.

Las mansiones rurales aristocráticas, consideradas aparte, constituyen con frecuencia también espacios muy adecuados, y a veces deliciosos, para largas convivencias privadas. En su libro De re aedificatoria (Sobre la arquitectura), L. B. Alberti describe su modelo ideal y su uso, bajo este título tan prometedor: "Sobre la villa de los señores y de las personas nobles con todas sus partes y su mejor emplazamiento". Y he aquí sus consejos: que pueda disfrutarse desde ella de una amplia vista y que se halle rodeada de jardines adecuados para la pesca y la caza. "Abarcará varias partes: unas accesibles a todo el mundo, otras abiertas sólo aun círculo más restringido y algunas, en fin, reservadas sólo a la intimidad". Las primeras, dispuestas sobre el modelo de las mansiones suntuosas, consistirán en praderas inmensas apropiadas para servir de marco a carreras de carros y de caballos. Las segundas ofreserán a las brigate paseos, baños, praderas, avenidas, loggie; los viejos podrán allí pasearse y lafamiglia solazarse,famiglia muy amplia que comprende al matrimonio, su parentela, y el servicio, sin olvidar a los huéspedes de paso, incluidos también en lafamiglia. Esta segunda parte de la mansión, espacio tipo de la vida privada en su sentido amplio, comprenderá también, dispuestas en torno del cortile, diversas sale, de invierno, de verano, de entretiempo —las primeras con calefacción—, todas ellas espaciosas y agradables. Las habitaciones dispuestas cerca de la entrada estarán a disposición de los huéspedes. Y a continuación Alberti nos hace entrar en el ámbito privado más estricto de la familia.

Un modelo así soñado sólo en raras ocasiones se habrá llevado a efecto con semejante lujo, y únicamente por obra de príncipes, pero no por ello deja de corresponder a una sensibilidad y a un gusto manifestado por la gente rica en Italia, aunque con mayor modestia, desde el siglo XlV. Se inspira en una práctica general que ha contribuido a amplificar y embellecer. Los Peruzzi, ilustres banqueros florentinos, preparan en 1310-1320 una residencia campestre recientemente adquirida por ellos a las puertas de Florencia, y trazan un jardín de placer, amenizado con estanques y fuentes, y cerrado por unos altos muros. A finales de siglo, la propiedad de los Alberti es tan famosa por sus encantos que se la denomina il Paradiso. Se han plantado junto a las fuentes bosquecillos de árboles de resina perfumada (pinos, cipreses) y en las praderas que los circundan pastan animales "extraños y maravillosos". Era allí donde se reunían las brigate florentinas (il Paradiso se hallaba a las puertas de Florencia), como lo hacían en los jardines igualmente perfumados de las campiñas napolitana, genovesa o veneciana.

Conquista juvenil de espacios privados propios

La familiaridad amistosa que distingue el inundo privado en sentido amplio nace en Italia, como en todas partes, desde la niñez, y se difunde, como en todas partes, en los juegos. La chavalería del barrio forma bandas en las que los muchachos intervienen junto con las chicas, sin ninguna preocupación por los medios sociales; el hijo de un rico comerciante puede ser la pareja de la ija de un simple sastre, sin que esta excelente camaradería escandalice a nadie (Florencia, siglo XlV). Por lo demás, en esta misma

 Ambrogio Lorenzetti, Los efectos del buen Gobierno urbano (detalle), 1338-1341. (Siena, Palazzo Pubblico.)

ciudad, las chicas van a la escuela igual que los chicos (práctica comprobada en 13 3 8), lo que amplía y prolonga más allá de los juegos las ocasiones de camaradería. No sabemos si las escuelas son mixtas, pero los jóvenes se relacionan con más facilidad con camaradas del mismo sexo, por inclinación, por pudor o por obediencia, cuando entra en juego la intimidad. La joven Catalina Benin-casa (bien es cierto que asustada más que cualquier otra por la presencia masculina que rehuía) formó a su alrededor un grupo fiel de compañeras, y la ocupación predilecta de aquellas jovencitas, en la excitación deliciosa que les procuraba la perfección prohibida, consistía en azotarse en secreto. Juego, complicidad, secreto, se trata en todo esto del primer descubrimiento por los jóvenes de un mundo privado suyo, per o también de simientes que darán su fruto en el futuro. Las solidaridades que entonces se forjan (y no solamente a causa de las disciplinas) entre toda esta gente joven llamada con frecuencia a volverse a encontrar más adelante —no dejan de ser vecinos unos de otros— se evocan y se invocan de buena gana andando el tiempo en caso de apuro: "Cuando éramos todavía unos chiquillos, éramos ya camaradas y amigos, tú lo sabes muy bien" (Florencia, 1415). He aquí un argumento de peso, cuando e trata, como en este caso, de encontrar un apoyo. Estas solidaridades cuentan y forman una de las bases más sólidas del amplio mundo privado que unís adelante se organizará en torno a los adultos.

La solidaridad de los adolescentes (a partir de los doce/catorce años) prolonga la de los niños, en forma más vigorosa y más autónoma. Francesco di Barberino les reconoce a las chicas —salvo a las más encopetadas, hijas de príncipe o de rey— la libertad de decidir sobre las compañeras de su edad y de su barrio. Los frescos (Buongoverno, Siena, 1338) nos las muestran danzando y cantando al son de unos tamboriles —cuando no los prohíben los reglamentos de policía—. Los muchachos gozan de mayor libertad para poder escapar al medio familiar y forjarse así un mundo privado marginal y complementario. También ellos cantan y danzan entre sí (y con las chicas); los magníficos parques del extrarradio ofrecen innumerables ocasiones de esparcimiento a los jóvenes mimados de la aristocracia noble, comerciante y burguesa tan bien representados por los chicos y chicas presumidos y cultos del Decamerón. Se les ve también jugando al ajedrez, a las damas, paseando o coqueteando junto a las fuentes, etcétera. También habría que evocar las cacerías, las expediciones militares, etcétera, que los movilizan a todos juntos después de los dieciocho años. En el clima más pacífico y plebeyo de las ciudades y los pueblos, los muchachos siguen la costumbre universal de la connivencia juvenil, con su lenguaje subido de color y sus historias sensuales que sólo las familias exigentes y de férrea estructura pueden combatir con éxito en sus hijos. Por el contrario, el joven marido de Bonaventura Benincasa (hermana de santa Catalina), "privado de sus padres (había) frecuentado con regularidad a los jóvenes de su edad; estos muchachos, sin ningún reparo en sus conversaciones, se dejaban llevar con más frecuencia de lo conveniente a expresiones muy groseras y él (el joven marido) no se quedaba atrás". ¡Pobre Bonaventura, tan bien educada y tan triste! (Siena, 1360).

Entre estos buenos mozos se organizan auténticas bandas, que ya hemos presentado más arriba, con su nombre, sus ritos,sus grescas y sus escándalos (Florencia, 1420). Unas veces estables, otras surgidas como por generación espontánea, estas bandas constituyen sorprendentes cajas de resonancia para las emociones de los adultos y temibles fermentos de alborotos. Con ocasión de la ejecución de un gibelino, vemos, por ejemplo, cómo una banda de Fan nciulli (chiquillos y adolescentes) se apodera del cadáver, lo arrastra hasta su casa, le corta las manos, juega a la pelota con ellas y logra impedir durante cuatro días que se cierre su fosa (Florencia, 1381).

Con más sosiego y cotidianidad, la gente joven trabaja y se gana la vida. Su ambiente profesional los inicia en un inundo privado diferente —el patrón, la patrona, los aprendices de la tienda o del taller donde suelen alojarse (el padre de santa Catalina tiene alojados en su casa a sus aprendices)—, y su salario, muy sustancial a partir de 1348, estimula sus gustos o sus aspiraciones comunes: salir, vestir bien, seguir la moda. Sí, la moda. Como por doquier, la cuestión capital de los chicos son las chicas, las estrategias de la seducción, las exhibiciones ante las casas, las brigate en plan de expedición amorosa, las serenatas, las victorias saboreadas y comentadas entre íntimos. La moda es también la fiesta. Ricos o menos ricos, toda esta muchachada es la yesca que se enciende inmediatamente con la perspectiva de fiestas y justas, y cuyas llamas se levantan con las que se organizan constantemente un poco por todas partes, en Toscana, en Génova y más aún quizá en Venecia, donde despliegan toda su fastuosidad en Treviso (ataque y defensa del Castello d'Amore), en Padua, y sobre todo en la misma Venecia, que animan prácticamente a lo largo de todo el año.

En medio de este tipo de emulación de pandilla, los adolescentes no tratan de romper un ámbito privado infantil para emerger al mundo adulto de la vida pública. Lo que hacen es multiplicar a su alrededor las experiencias de medios diferentes, sólo que reconstruyendo a cada momento el espacio y el sabor de lo privado. Situarse —gracias al trabajo, a la fiesta, etcétera— fuera del campo permanente del control de los padres, he aquí una conquista del espacio privado personal sin duda esencial desde esta época para los jóvenes. A unos muchachos que se ven frustrados hasta los veintisiete o veintiocho años en la consecución del modelo admitido y establecido de vida privada, a saber la vida en pareja del matrimonio, sólo la desenvoltura del lenguaje y las conquistas (masculinas o femeninas) les aportan las compensaciones soñadas o reales de siempre. Para unos jóvenes ciudadanos todavía mal integrados en las instituciones, las bandas constituyen igualmente un contrapoder que los rige, pero sin desvelar sus reglas, y que sigue siendo un asunto privado suyo. Ai crecer, los adolescentes no buscan en verdad abandonar el mundo privado que los ha encuadrado exclusivamente hasta entonces. Lo que hacen más bien es multiplicar las experiencias de nuevos mundos privados, yuxtapuestos —cada uno con su su amplitud, sus reglas, sus ritos, su secreto— y a la vez espacio, colectivos, en los que la presencia de sus camaradas sostiene la afirmación personal sin vejarla.

Las relaciones privadas de los matrimonios

Para las parejas casadas, la ampliación de la apertura de su intimidad se lleva a cabo de manera más sencilla y completamente cotidiana. Se trata de una sociabilidad que tiene como marco esos espacios próximos a la vivienda conyugal que han quedado definidos más arriba, y se vive de forma más estrecha en medio de las familias aliadas, de los vecinos y de los amigos ya presentados. Se vive también de forma más sencilla.

Los espacios exteriores previstos al efecto —loggie de consorterie, bancos construidos en las plazas, etcétera— son con frecuencia para los hombres un lugar tácito de encuentro vespertino o matinal, al que todo el mundo acaba por ir con buen tiempo. A los más famosos (Mercato Nuovo, Santa Apolonia, en Florencia) acude la gente de todas partes, y la numerosa concurrencia forma un círculo en ellos. Pero la gente prefiere a veces la intimidad mucho más sencilla de las bancas que flanquean su casa, y es aquí donde se reúne generalmente al atardecer con sus vecinos, como e d'usanza. Los viejos evocan su pasado, sus viajes, el extranjero, etcétera (Boccaccio). Se ríen a carcajadas dicendosi novelle (Sacchetti). Pero sobre todo se prefiere hablar de las mujeres; hay .noches en que se diría que todo el mundo se dedica a meterse con la esposa del vecino; otras en que a lo mejor se organiza una animada conversación en torno del tema: cómo el hombre, en sus relaciones íntimas con su esposa, acaba siempre por ceder (Sacchetti). Las conversaciones se prolongan también lo suyo en las loggie aristocráticas, y ello desde por la mañana, entre los hombres que se encuentran allí a cerchio. Pero también salen a relucir a veces los asuntos del municipio, y en este caso la vida privada del linaje nos lleva al dominio público.

Se reciben muchas visitas en casa y la gente se desplaza de buena gana de una casa a otra. Los niños van a saludar a sus abuelos, las madres, "como es su costumbre, van a casa de sus hijas casadas para informarse de si todo va bien" (Siena, 1360). Las primas se visitan entre sí. "Constancia (una prima) viene con frecuencia a casa a charlar conmigo" (Alessandra Strozzi, 1459). Los consortes se encuentran por necesidad en todo momento en esos bloques que los albergan, y cualquier incidente, por pequeño que sea, contribuye a hacer cristalizar enseguida su solidaridad. Basta que una muchacha Acciaiuoli grite por diversión "¡Socorro!" en plena noche para que su habitación se llene en un abrir y cerrar de ojos de parientes inquietos, hombres o mujeres (Florencia, siglo XlV). Los amigos se ven mucho también, práctica calurosamente recomendada por L. B. Alberti, y los contactos entre vecinos son incesantes. A lo largo del día, la gente se habla de una puerta a otra, de una a otra ventana (instantáneas recogidas a veces por los pintores) y, entre vecinos, las visitas forman parte de la rutina. Y luego, una vez caída la noche, cuando el tiempo no se presta ya para las conversaciones al aire libre, es normal que unas veladas informales reúnan en una casa a algunas parejas o unas cuantas mujeres, costumbre comprobada en Florencia durante el siglo XlV, así como en Génova, ciudad en la que, en el siglo XV, las matronas dirigen aparentemente el juego, "visitándose recíprocamente y reuniendo gente en sus casas para las veladas".

La solicitud en torno a los enfermos se vuelve general. Una vez más, es Alberti quien considera como un deber imperioso de todos y cada uno "no abandonar a un enfermo de la familia (...) sino visitarlo y ayudarlo". Y ésa es sin duda la costumbre. Monna Alessandra Strozzi se nos presenta a la cabecera de sus primas convalecientes. Y sus camaradas rodean afectuosamente al joven humanista Michele Verini antes y después de su operación (1485), y les vemos charlar, jugar y tratar de animarlo con un poco de música. Una solidaridad idéntica se nos manifiesta cada día en torno a los enfermos de todos los medios sociales: el posadero moribundo, el anciano baldado por la gota, el ama de casa con cólicos (la están envenenando). Los viejos compañeros acuden a entretener al gotoso y a comerse un bocadillo; una comadre reconforta a un moribundo "como ellas lo saben hacer" (Sacchetti); las vecinas solícitas arreglan el lecho de la víctima. Esta solidaridad es tan bien acogida y atendida que a veces se instala al enfermo en la alcoba de

 

 


La

planta baja, nivel por excelencia de la ampliación del espacio privado, para tenerlo más cerca de los visitantes (y con frecuencia también para evitar el contagio, pero tal cosa no se reconoce jamás). sólo el terror desencadenado por las pestes corta en seco (salvo excepciones) semejante asistencia, práctica tan fundamental en el ámbito de la vida privada.

Y si queremos llegar a lo que es tal vez esencial, beber y comer en compañía son otras tantas ocasiones de manifestar y mantener más estrechamente las solidaridades de la vida privada en su más amplio sentido. Un simple jarro, ofrecido en la planta baja, no compromete a gran cosa, y no es raro que se presente la ocasión de beber cerca de casa, para festejar, por ejemplo, la llegada del vino nuevo en la de un amigo (Sacchetti), y tampoco hay nada que impida acoger a desconocidos. Subir a la primera planta para una verdadera. comida es ya un signo de mayor familiaridad, y semejante hospitalidad, ofrecida con frecuencia a parientes, amigos y vecinos del amplio círculo privado —pero no a todos, dada la intimidad que lleva consigo—, les está más estrictamente reservada (salvo en la ostentación de los banquetes). Los curas gustan de recibir a sus parroquianos y tratarlos bien como joviales bebedores que son todos ellos (según los cuentistas). Recíprocamente, se invita también de buena gana a tal o cual sacerdote amigo, o a su cura, y es él quien preside, con el amo de casa a su derecha, flanqueado a su vez de su mujer y de sus hijas. También es posible invitar a los pintores que se tiene contratados, y cabe que la intimidad os lleve a tratar a los amigos mañana y tarde. Pero la invitación a comer se halla reservada sobre todo a la parentela, y se la practica con gusto entre primos en el entorno de los Strozzi, lo mismo a mediodía que por la noche (Florencia, hacia 1450).

En los medios aristocráticos, la movilidad inherente a su género de vida (viajes, estancias en el campo) y a la época (desplazamientos ante las grandes campañas militares, ante la peste) lleva consigo el desarrollo de una hospitalidad más completa. Se invita a pasar la noche y se ve a los huéspedes instalarse para semanas enteras. La alcoba de los amigos está allí a mano, y se la pone gustosamente a disposición de los recién llegados. Alessandra Strozzi se aprovecha a veces de ello en su propio benefício (en 1449, por ejemplo), lo mismo en casa de su hija, en el Mugello, que en casa de un hermano, que en la de un primo que vive en las cercanías. Pero también es capaz de acoger a otros. La vemos, por ejemplo, recibir con solicitud a un primo hermano de su marido, junto al que trabajan en Nápoles sus dos hijos y que está de paso en Florencia. Le hospeda durante ocho días y pone su sala y su mesa a disposición de toda la muchedumbre de parientes, allegados amigos que acuden a saludarlo, dándole de comer fastuosamente en todas las ocasiones (Florencia, 1449). La práctica de la hospitalidad no es algo reservado a los burgueses. Las gentes modestas saben también, de acuerdo con sus medios, abrir su casa a sus próximos y a sus amigos. Y a falta de una alcoba para amigos ofrecen un lecho en una alcoba ya ocupada, un puesto en un lecho ya adjudicado o un simple haz de paja en la cuadra.

Apoteosis da la vida privada en su sentido amplio

Por supuesto, la apoteosis de la ampliación del círculo privado coincide con los acontecimientos señalados de una vida personal y familiar, los que exaltan las solidaridades. El entorno próximo proporciona mil cuidados a la futura madre, y la parentela se afana con toda clase de regalos (paños finos, cubiertos de plata, etcétera) junto a la joven recién parida. Se festeja con particular alegría algunos nacimientos, por ejemplo el de Bernardo Velluti, que viene al mundo después de cinco niñas (Florencia, hacia 1330). Toda la familia participa sin duda en esta "gran fiesta". Los consortes no suelen tener tanto que ver con los bautizos, que son en cambio ocasiones aprovechadas para anudar parentescos artificiales: son los vecinos, los clientes y las relaciones de negocios quienes proporcionan a los padres la inmensa mayoría de sus compadres (Florencia, 1380-1520).

La parentela encuentra ampliamente su lugar y sus derechos con ocasión de los matrimonios. Cuando Giovanni del Bene empieza a dar los pasos adecuados para casar a su hija Caterina preferiría que el asunto no se divulgara. Imposible, le responden. La familia del novio, a la que se comienza a consultar, es tan numerosa, y se siente tan contenta, que no es capaz de callarse la boca (Florencia, 1380). La consulta de los consortes (de ambos lados), que es cosa habitual, no es una formalidad, sobre todo si figura entre ellos alguna notabilidad. Donato Velluti cuenta haber sido consultado para el matrimonio de un primo segundo y haber dado su asentimiento, expresión muy fuerte (Florencia, 1350). El día de la ceremonia están también presentes en ella los consortes. En Florencia, la entrega del anillo (el intercambio de consentimientos) se hace a veces en la intimidad, ya que el esposo sólo se halla acompañado reglamentariamente por cuatro parientes muy cercanos, pero la parentela vuelve a hacer enseguida su aparición. Hay un rito particular, que tiene lugar el mismo día de las nupcias o al siguiente, y que consiste en que los miembros de la parentela por parte del esposo (hasta unos quince o veinte) le envían a la recién casada los anillos recibidos por ellos en ocasiones semejantes. Remitidos por las mujeres pero manejados por los hombres, estos anillos rituales entronizan a la desposada en su nueva familia y materializan el acogimiento, el de mujeres, sus hombres y sus de sus antiguas generaciones poseedoras ya de estos anillos, a la nueva pareja.

Para la celebración propiamente dicha, que significa la cohabitación de los jóvenes recién casados, se convoca a los miembros del linaje hasta el tercer grado canónico (tíos abuelos, primos hermanos de los padres, primos segundos de los esposos). Están igualmente presentes los amigos, en número indeterminado. Parientes y amigos han contribuido al esplendor de la fiesta enviando provisiones para el banquete (por parte del novio) y obsequios para la esposa (por ambas partes): todo ello con vistas a una compensación. Parientes y amigos participan, por tanto, prioritariamente en el banquete. Imprescindibles para el boato, representan también eficazmente el papel de testigos, como nos lo hace notar un cronista de Módena: su testimonio dará autenticidad al asentimiento de los esposos (Bianchi, siglo XV). La afluencia de los consortes y de los amigos y la ostentación general que llevan consigo estas fiestas alcanzan tales extremos que los municipios se inquietan y procuran frenarlas. En Bolonia, en medio de otras muchas prescripciones, se prohíbe invitar a más de veinticuatro damas al banquete, excluidas las de la familia que recibe, y el resto (cortejo de una casa a otra) se reglamenta en proporción (Bolonia, 1401). Florencia, Siena y Módena vienen a proceder del mismo modo.

Los duelos movilizan a los consortes tan copiosamente como las bodas. "Todos los parientes, hombres y mujeres" (Sacchetti), se Congregan en la casa del difunto, junto con los vecinos. Las mujeres, parientas y vecinas, lloran y gimen junto al cadáver. El sepelio de un gran personaje puede dar lugar a vociferaciones desgarradoras. Cuando la madre del noble Giovanni di Marco vio llegar a su casa el cuerpo de su hijo (muerto en Orvieto) "se puso a lamentarse con tales gritos, acompañada por todas las mujeres presentes, que se hubiera dicho que había estallado un motín" (Siena, 1394). Después se procede al levantamiento del cadáver y se forma el cortejo funerario, en el que participan naturalmente los consortes. Desde el siglo Xlll, hay estatutos que reglamentan estos desplazamientos, con la finalidad concreta de limitar los eventuales excesos de la muchedumbre inquietante formada por la parentela. En Ravena, por ejemplo, el duelo se reserva a los parientes más próximos, y las lamentaciones en la iglesia están prohibidas (Ravena, siglo Xlll.

No faltan, por tanto, los momentos importantes de la sociabilidad del linaje, y aún podrían citarse otros (primeras misas de jóvenes sacerdotes, investidura de caballeros, etcétera) en los que toman parte muy de cerca todos los parientes y amigos: participan así en la vida privada de la familia, algo que les es común a todos ellos, puesto que, en una ceremonia de armazón, en un matrimonio o en un duelo se encuentra comprometido todo el linaje, en su honor, en su fecundidad o en su supervivencia. Notemos, sin embargo, el puesto de preferencia ocupado en estas ceremonias por las mujeres, por aquéllas en particular que, como la esposa, la madre o la cuñada, no pertenecen propiamente al linaje (o por aquéllas otras que saldrán muy pronto de él cuando se casen). Su participación expresa la de las familias aliadas, que son las suyas. Pero hay también una participación personal que, aunque ritualizada (como la de las plañideras), aporta a estas fiestas de la vida privada en su más amplio círculo un toque particular de espontaneidad personal, de calor y de sensibilidad.

Servicios mutuos

Entre consortes y familia se establece, con ocasión de todas estas celebraciones, todo un tejido banal, pero vital, de consejos y de arbitrajes, de intervenciones ante las autoridades o la justicia, de innumerables testimonios de ayuda mutua: otros tantos servicios que vuelven permeable para no pocos consortes el espacio privado de los diversos hogares y mantienen entre ellos (no sin fallos, desde luego) determinadas solidaridades e incluso un afecto de tipo a veces patriarcal. El humanista Platina, entre otros, atribuye un gran valor a estos servicios, incluso en las esferas más elevadas, cuando hace que Cosme de Médicis le presente a su nieto Lorenzo el cuadro ideal de las relaciones que rigen la parentela: «Ama a tu hermano; pero ama también a toda su familia: no te limites a estimarla, y llámala también a participar en tus deliberaciones, lo mismo si se trata de asuntos privados que de asuntos públicos. Los consejos familiares serán, con toda verosimilitud, mucho mejores que los de individuos que no tengan ningún lazo de sangre contigo".

 


Дата добавления: 2021-01-21; просмотров: 67; Мы поможем в написании вашей работы!

Поделиться с друзьями:






Мы поможем в написании ваших работ!