El experimento chileno de Salvador Allende



 

Chile tuvo en los años 30 del siglo XX una república socialista en un país que no tenía una tradición amplia de dictaduras militares como otros países sudamericanos. Entre 1927 y 1931 el general Carlos Ibáñez, sin embargo, implantó una, pero con la crisis de 1930 el país entró en una profunda recesión y se desencadenaron diferentes estallidos: la insurrección de los marineros de la Armada chilena ante la reducción de los sa larios —que los comunistas intentaron considerarla como una rebelión dirigida por ellos—, o la huelga general el 11 de enero de 1932 dirigida por el abogado socialista Rubén Morales. Se declaró la ley marcial y se aprobó una Ley de Seguridad del Estado. La economía cayó en picado y las rentas fijas sufrían retrocesos importantes. El 4 de junio de 1932, un grupo de militares y civiles tomaron el poder y proclamaron una república socialista, la primera en América Latina. Entre las medidas adoptadas destaca una profunda reforma agraria, y además se actuó bajo el lema de «pan, techo y abrigo». Algunos comunistas, que estaban divididos entre ortodoxos y trotskistas, y los militares más moderados, se enfrentaron al Consejo Revolucionario. Al final los militares contrarios al rumbo que tomaban las cosas decidieron detener y enviar a islas del Pacifico a los principales dirigentes obreros, militares y civiles partidarios de continuar con el proceso revolucionario que duró solo hasta el 16 de junio de 1932. A partir del 19 de abril de 1933, diez meses después de la revolución fracasada, surgió un Partido Socialista que declaraba el marxismo como método de interpretación de la realidad, «enriquecido y rectificado por todos los aportes científicos del constante devenir social».

Hasta 1970 no se vivió un momento parecido, con el triunfo en las elecciones a la presidencia del médico de Valparaíso, Salvador Allende. Ya había alcanzado fama como dirigente estudiantil y llegó a ejercer como médico en su provincia natal. En 1958 se presentó a la elección presidencial como candidato del Frente de Acción Popular, frente al candidato del Partido Demócrata Cristiano, Eduardo Frei, y al conservador Jorge Alessandri, que ganó con un 31,2% de los votos mientras que Allende quedaba en segundo lugar con un 28,5%, y Eduardo Frei obtenía el 20,4%. Algunos analistas interpretaban que la sociedad chilena estaba dividida en tres partes casi iguales: la izquierda, la derecha y el centro.

Alessandri no pudo establecer una economía equilibrada y durante su mandato se produjeron múltiples protestas y huelgas.

En las elecciones de 1970 se presentó una coalición formada por socialistas, comunistas, el Partido Radical y una escisión del Partido Demócrata Cristiano, bajo la denominación de «Unidad Popular», encabezada por Allende, que obtuvo el 36,2% de los votos frente al candidato de la derecha, Alessandri, con el 34,9% y el 27,8 para Radomiro Tomic, del Partido Demócrata Cristiano. Se abrió entonces una discusión sobre si era necesario acelerar el proceso de reformas o consolidar lo ya legislado. Ambas posibilidades han sido analizadas posteriormente desde distintas ópticas: si fue o no conveniente practicar una política radical cuando el país no tenía una mayoría clara de izquierdas, aunque Allende intensificó la industrialización y redujo la inflación en sus primeros tiempos de mandato, a la vez que nacionalizaba la minería del cobre, una de las principales riquezas del país.

La Unidad Popular fue adquiriendo cada vez más respaldo en las elecciones legislativas y las municipales, y en 1971 superó en muchos pueblos y ciudades el 50% de los votos. Sin embargo, la situación económica fue empeorando con la bajada del precio del cobre en los mercados internacionales y los empresarios se resistían a invertir por la inseguridad de sus beneficios. La alianza con Fidel Castro, que visitó Chile durante una larga temporada, provocó la animadversión de Estados Unidos, al tiempo que se producían discrepancias fundamentales entre los partidos de la colación ante una situación económica que se iba deteriorando día a día. Allende incorporó militares a su Gobierno para darle autoridad a su política e intentó un acuerdo con los democristianos. La hostilidad de los diputados de la derecha en el Parlamento aumentó y las huelgas alcanzaron una dimensión importante, como la de los transportistas que llegaron a colapsar el comercio del país. Los militares realizaban reuniones clandestinas y obligaron a dimitir al general Juan Prats, ministro y comandante en jefe de las fuerzas Armadas. En su lugar se nombró a Augusto Pinochet que, el 11 de noviembre de 1973, dio un golpe de Estado, bombardeando el Palacio de la Moneda, residencia oficial de Salvador Allende, quien murió luchando contra el asalto del edificio. Se iniciaba así, con la colaboración de la CIA estadounidense, un periodo novedoso en la historia del país, con una constante y dura represión de los sectores de izquierdas contrarios a la dictadura, durante la que desaparecieron asesinadas miles de personas que habían simpatizado con las ideas de la Unidad Popular.

 

Allende murió defendiendo el Palacio de la Moneda, símbolo del régimen constitucional de Chile

 

ÁFRICA: UN SOCIALISMO ANTICOLONIALISTA

 

En África hay que distinguir tres zonas principales que a grandes rasgos comprenden la zona norte del continente, de población árabe y religión principalmente musulmana, a la que habría que añadir el Oriente Medio, situado en el oeste de Asía. Otra es el África Ecuatorial donde se combina el colonialismo francés con el británico, y el África Negra, al sur. En el caso de la primera, el socialismo penetró a finales del siglo XIX y principios del XX, aunque de una manera peculiar porque combinó las ideas socialistas con las tradiciones árabes. Sin embargo, salvo en el caso de Turquía, donde el movimiento de militares dirigidos por Mustafá Kemal pretendió tras la I Guerra Mundial una occidentalización completa de la sociedad turca —que no triunfó del todo en muchos lugares de la península de Anatolia—, el resto de países árabes tuvo siempre presente la tradición arabista y la mitificación de su historia triunfal en el pasado medieval. El retorno a los orígenes ha sido un elemento primordial que ha impedido la configuración de un socialismo a la europea, e incluso, en los últimos años, los valores religiosos han sido utilizados para defender la lucha contra el Occidente explotador y han sustituido a la interpretación marxista de los procesos sociales. Desde la revuelta, en 1952, de los oficiales egipcios, dirigidos por Gamal Abdel Nasser, la consiguiente nacionalización del canal de Suez en 1956, la proclamación de la República en Irak en 1958, la independencia de Sudán en 1955, la de Marruecos en 1956 y la de Argelia en 1962 —con costes sociales de gran envergadura por la lucha entre los independentistas y los partidarios de mantener Argelia como parte del territorio de Francia—, con repercusiones políticas en la IV República francesa que llevó al general De Gaulle al poder y dio paso a una nueva Constitución con la V República, el mundo árabe tuvo siempre presente el elemento musulmán. En algunos casos trató de combinar el arabismo con el marxismo, o con ideas socialistas deslavazadas, sin mucho éxito, como ocurrió con el partido Baaz que se extiende en todo el mundo árabe y que incide en la independencia y en la unidad de todos los pueblos árabes en una misma comunidad política y religiosa. El nasserismo pretendió liderar desde Egipto los cambios sociales y políticos desde una perspectiva social propia, y proponía instaurar el socialismo sin socialistas declarados para modernizar al mundo árabe y competir con el desarrollo occidental, aunque los distintos Estadosnaciones como Libia, Siria y Jordania —nacidos de la división colonial— y las diferentes tribus árabes harían difícil el proyecto. De ahí que el intento de una República Árabe Unida constituida en 1958 por Egipto, Siria y más tarde, Yemen no duraría mucho. El comunismo intentaría penetrar como un contranacionalismo incidiendo en los factores de independencia y explotación secular, pero nunca pudo superar los factores arabistas y populistas, salvo en pequeños círculos occidentalizados. No se ha creado una tradición parlamentaria con suficientes garantías de libertad de expresión. El control militar y político ha partido siempre de un solo partido o un grupo de poder que ha impuesto el ritmo de la política y que, en muchos casos, ha dividido a la sociedad árabe en dos sectores diferenciados, el prooccidental y los partidarios de rescatar los principios arabistas desde la tradición y el Corán.

En el África Negra, el socialismo y el sindicalismo apenas habían surgido antes de la II Guerra Mundial. Los países europeos vencedores en aquel conflicto mantendrían sus colonias y, en todo caso, se preveían pequeñas reformas, consistentes principalmente en inversiones en infraestructuras que, contrariamente a los propósitos de los colonialistas, contribuyeron a extender las ideas de independencia entre la población autóctona. Muchos indígenas habían sido reclutados para luchar contra el nazismo y habían entrado en contacto con quienes defendían la causa de la libertad y la independencia de los pueblos. Unos pocos tuvieron la oportunidad de estudiar en universidades europeas y se impregnaron de la cultura occidental que implicaba el reconocimiento de la nacionalidad de los pueblos y la formación de Estados y empezaron a reivindicar, desde los territorios arbitrariamente divididos por los europeos colonialistas, la constitución de unidades políticas que muchas veces no coincidían con la etnia dominante.

El proceso de descolonización se consolida entre 1960 y 1968, en unos casos con guerras cruentas y en otros con acuerdos con la metrópoli que pacta la independencia política intentando mantener sus intereses a salvo. Es el caso de Gran Bretaña, que constituirá la Commonwealth con sus antiguas colonias, aunque en Rodesia (actualmente Zimbabue) y en Kenia hubo tensiones importantes por la presencia de colonos ingleses que explotaban las tierras. Francia, en cambio, tenía un modelo colonial que consideraba a sus territorios como unas provincias más de la República francesa e intentó impedir los movimientos de independencia, y algo parecido ocurrió con Portugal en el caso de Angola y Mozambique.

El socialismo y el comunismo fueron dos formas de justificar la descolonización aludiendo a la necesidad de acabar con la explotación colonial. Precisamente las ideas de Lenin de que el imperialismo era la última fase del capitalismo —que fueron en parte extraídas del politólogo y economista británico John Atkinson Hobson en su obra de 1902 Estudios sobre el imperialismo — prendieron en sectores de la población que exigían el derecho a la autodeterminación. Pero también aquí se entremezcló el socialismo con las tradiciones ancestrales de los pueblos africanos. Las reivindicaciones empezaron con la creación de sindicatos de trabajadores que reclamaban mejores salarios y jornadas laborales más cortas, siguiendo el modelo de los sindicatos europeos. Ferroviarios, portuarios y funcionarios fueron los primeros en asociarse sindicalmente y desde estos sindicatos fluyeron en paralelo las influencias políticas socialistas y comunistas que muchos líderes africanos reclamaron para defender sus reivindicaciones independentistas. No obstante, las luchas tribales y la corrupción de los nuevos Gobiernos derivaron en dictaduras militares o civiles que han desestabilizado el poder político en la segunda mitad del siglo XX. Destacaron líderes como Sékou Touré en Guinea, Patricio Lumumba en la actual República Democrática del Congo desde 1997, Kwame Nkrumah en Ghana, o Michel Imudu en Nigeria, país con una fuerte tradición musulmana en el norte, quien dirigió las huelgas en los ferrocarriles y en la minería y creó las bases para la construcción de un Partido Comunista. En Kenia los colonos europeos dominaban el territorio e hicieron todo lo posible para ilegalizar los movimientos sindicalistas y socialistas, pero los sindicatos británicos, las Trade Unions, apoyaron su formación. En Zambia el sindicalismo africano comienza a partir de 1950, bajo la dirección de Lawrence Katilungu, y tuvo que enfrentarse al de los trabajadores blancos. En Tanzania el socialismo y sindicalismo fue liderado por Julius Nyerere. En Rodesia, controlada por los blancos y unilateralmente independizada de Gran Bretaña, pretendieron impedir la formación de una conciencia de clase obrera negra, pero por la influencia socialista y comunista se organizaron sindicatos interraciales que tuvieron que enfrentarse a los de tendencia racista. En Sudáfrica el apartheid duró mucho tiempo y la lucha contra segregación impuesta por los antiguos colonos de raíz anglosajona u holandesa costó muchas vidas. Este fue el principal problema reivindicativo de la población de color y su principal líder en el combate contra el segregacionismo. Nelson Mándela pasó muchos años en la cárcel hasta convertirse en un símbolo por la igualdad de los pueblos y la libertad de todos los seres humanos por encima del color de su piel. Fundó en 1944 las juventudes del Partido del Congreso Nacional Africano, que en 1958 pasará a llamarse «Congreso Panafricano», y crea en 1961 una sección armada donde militan desde socialistas y comunistas a cristianos. Será capturado en 1962 y condenado a cadena perpetua. Fue liberado en 1990, cuando se consiguió abolir el apartheid condenado por todas las instancias internacionales. Recibe el Premio Nobel de la Paz en 1993, y en 1994 Mandela es elegido presidente del país con el renacido Partido del Congreso Nacional Africano (CNA). Estuvo apoyado por todas las fuerzas políticas antiapartheid, especialmente socialistas, comunistas y sectores cristianos. En otros países que tuvieron un proceso de descolonización convulso, como Angola y Mozambique, colonias portuguesas, la penetración de la influencia de la URSS fue intensa así como la respuesta de Estados Unidos para evitar que los nuevos Estados africanos entraran en la órbita soviética.

 

Nasser se convirtió en referente principal del nacionalismo árabe o panarabismo.

 


Дата добавления: 2019-11-25; просмотров: 149; Мы поможем в написании вашей работы!

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