Lo privado personal dentro de 13 страница



Se cree de ordinario que con las cartas y noticias conservadas por las iglesias se tienen ya en estado bruto las relaciones sociales. Y en la presencia tan frecuente de toda una serie de parientes en torno a cada individuo en particular se pretende haber encontrado lo mejor, el testimonio irrefutable del vigor de los vínculos de parentesco. Cuando un hombre o una mujer enajenan una tierra o una renta en favor de alguna iglesia, por donación o por venta (o mejor aún mediante una compleja transacción que no es ni lo uno ni lo otro), se precisa el acuerdo de sus allegados, la laudatio parentum. Por eso figuran al pie de las actas los nombres de hijos e hijas, hermanos, cuñados, primos y sobrinos, etcétera. De aquí es de donde Marc Bloch y muchos otros extraen la noción de "solidaridad económica del linaje", al tiempo que se imaginan frecuentes posesiones indivisas y una fuerte cohesión de los grupos de parentesco. Pero eso es ir demasiado deprisa. En primer lugar, porque las formaciones muy amplias, por interesantes que sean, no representan la mayoría de los casos: a fin de cuentas, la estadística de los parientes que intervienen en la laudatio se vuelve relativamente en favor de la "familia conyugal"; y las presencias de amigos carnales más lejanos, aunque intermitentes, no son menos significativas — tanto más cuanto que pueden verse subestimadas por los redactores de unas breves reseñas, como se demuestra cada vez que es posible la comparación entre el as y otras cartas más desarrolladas que relatan los mismos asuntos—. Pero además —segunda y principal objeción—, ¿no se sobreestiman acaso los derechos de los susodichos patentes? Es difícil de sostener que renuncien a un usufructo efectivo, y no tan sólo a un derecho potencial. ¿Habrá que imaginar que la Iglesia exalta al individuo, desvinculándole de las coalescencias linajistas? ¿No cabe sospechar, por el contrario, que los hermanos y los primos hayan tratado de invocar su parentesco con reclamaciones que sabían que no tenían demasiadas posibilidades de éxito, pero que representaban la ocasión de percibir una indemnización sustancial? Para los que entonaban la cantilena de la calumnia a fin de recibir, quién diez sueldos, quién un palafrén, quién un par de borceguíes bermejos, o unos anillos, unos aderezos o unas marranas (sic) para sus mujeres y sus hijas. . con lo que un simple derecho de control, o mejor una participación indivisa, se transformaba en un haber personal. Con toda verosimilitud, en casos así el grupo de parentesco se ha constituido artificialmente con vistas a presionar sobre unos monjes y unos clérigos más benévolos de lo que se ha solido decir: no se apoya ni sobre la corresidencia ni, forzosamente, sobre una determinada comunidad de bienes, y se cometería un grave error si se confrontara este tipo tan ambiguo de actos con las costumbres suceorias ___por lo demás, sólo muy raras veces redactadas entre el año 1000 y el año 1200—. Sin embargo, es evidente que el artificio en cuestión es una práctica social corriente: la de la posible reivindicación, en nombre del parentesco, de múltiples bienes y honores. Porque los hombres de entonces no "confunden" las nociones jurídicas, no se hallan cegados por una "mentalidad" cualquiera: sino que argumentan y rivalizan entre sí con sutileza, por todos los medios a su disposición.

Insatisfecho de los "actos de la práctica", el historiador del parentesco puede volverse hacia las fuentes narrativas. Sus errores concretos se le perdonarán a causa de todo lo que aportan, gracias a sus interpretaciones y sus comentarios, a una sociología retrospectiva. La Francia del norte tuvo, en torno a 1100, sus grandes historiadores y cronistas. El "francés" Guibert de Nogent, el flamenco Galberto de Brujas, el normando Orderico Vital nos pintan, bajo una luz un tanto siniestra, un mundo que es presa de la brutal aunque racional competición de los linajes mucho más que de la "anarquía feudal": el poder de los grandes se nos muestra como causa y consecuencia, dialécticamente, de la fuerza de su parentela y de sus vasallos, reunidas con frecuencia ambas partes y reforzadas por la vida en común de la casa; si los contornos de esta última no aparecen más nítidamente trazados que los del "linaje", ello se ha de atribuir sin duda a que no hay lugar para tratar de identificarlos con demasiada precisión y que es preciso pensar en redes de relaciones mucho más que en formaciones homogéneas. Se impone, por tanto, levantar acta a favor de la reconstrucción sociológica.

En fin, tampoco es cosa de rechazar el testimonio directo de la literatura épica y cortés en lengua d'oil. Se me permitirá proponer aquí, incidentalmente, una lectura elemental de ella: en la misma se trata la materia carolingia, como la de Bretaña, entre decorados y con diálogos de los siglos XII y XIII; los historiadores de la cultura material sacan de ella un gran partido; entonces, ¿por qué no considerar como verosímiles las relaciones sociales sobre las que se construyen unos escenarios imaginarios? En este caso, al menos, el "feudalismo" no es una cosa maldita, como ocurre bajo un doble sentido en los autores monásticos obstinados en su desprecio del mundo. Los debates y los monólogos de Ginebra y de Lancelot son otras tantas expresiones que nos llegan directamente de las cortes laicas. Y si en todo ello hay estilización, "cristal de aumento", eso es precisamente lo que necesitamos. La expresión de la afectividad, cuando menos, no podría encontrar un canal mejor. La novela medieval, como la de nuestro tiempo, encierra una parte de realidad más vasta (si se entiende esta realidad en un sentido amplio) que algunos textos tenidos como más "objetivos". En consecuencia, las cuatro fuentes aquí consideradas merecen un interés análogo: cada una de ellas se sitúa en un cierto nivel de autenticidad, y construye —lo que viene a ser lo mismo— su propia ficción.

Fortunas e infortunios de los grandes linajes

La decadencia, el sostenimiento o la caída de las grandes "familias" o "casas" (a pesar de que ninguno de estos dos términos se aplicara entonces a grupos de parentesco) proporcionan a los cronistas de los tiempos "feudales" una amplia materia —el tema, más cerca de nosotros, ha seguido siendo eminentemente novelesco o histórico, propicio a la manifestación de las más importantes relaciones sociales así como de sus más sutiles evoluciones—. Los Érembaud de Flandes a lo largo de un decenio, y luego los Giroie de Normandía durante un siglo, han permitido, respectivamente, la composición de un rico cuadro instantáneo y una sugestiva aprehensión de estrategias a largo plazo.

La parentela de Bertulfo, preboste de la colegiata de SaintDonatien de Brujas y canciller de Flandes, se hizo famosa, al tiempo que culminaba su perdición, con el asesinato del conde Carlos el Bueno (1127); hay numerosos testigos contemporáneos, en primera línea de los cuales está el notario Galberto, que nos describen por menudo el complot, el crimen y, ejecutada por la mano de los hombres, la venganza de Dios. Se trata también de un fragmento antológico para la historia social, en el capítulo de la ascensión de los ministeriales, aquellos servidores de los príncipes y los señores cuya fortuna se desarrolla rápidamente durante el siglo Xll y que, no obstante, siguen pugnando por franquear el umbral crítico que da acceso a la aristocracia. ¿Son nobles o son siervos? Dos polos opuestos en la jerarquía de las condiciones entre las que se juega su destino; dos estatutos que tienen en común, al menos, el hecho de favorecer la conservación de una memoria genealógica sostenida por los interesados en uno de los casos, y a pesar de ellos en el otro. Los Erembaud hubiesen sin duda logrado ocultar Por completo su origen servil de no haber sido porque un caballero vinculado a ellos por enlace matrimonial se encontró con que se le negaba el derecho al duelo judicial con ocasión de un proceso: inicialmente libre —según se le hizo saber—, había perdido esta condición por el hecho de llevar casado durante un año con una sobrina del preboste; aquel individuo, que confiaba en que una unión tan distinguida reafirmaría una libertad siempre un tanto relativa y precaria, descubría ahora en su esposa un vicio oculto: ¡era una sierva! La familia política venía a encontrarse así en entredicho, y con la obligación de reaccionar políticamente contra la facción que, conspirando por su perdición, había impulsado al conde a reivindicar sus siervos nativos.

Pero queda todavía otro móvil en la intriga. Porque la cognatio mancillada de servidumbre se presenta como un genes con pretensiones de prestigio, con sus fortalezas y con las guerras privadas que el propio Bertulfo se dedica a suscitar indirectamente entre sus sobrinos, a fin de acrecentar las proezas y el honor de estos mismos. De esta forma hay una lucha sin posibilidad de expiación que opone entre sí a Borsiard y a los otros nepotes Bertulfi de un lado y a la formación adversa igualmente arrogante y aborrecida de los nepotes Thancmari, de los brugeois, del otro; y de ambos se movilizan parientes y vasallos. Al castigar la infracción de su legislación de paz pública, el conde destruye la casa de Borsiard; lo que acaba de atizar el encono de los Érembaud.

Entonces se trama una conjura entre varios de los sobrinos del preboste, en la que entran también algunos parientes no muy precisamente definidos, e incluso un no pariente. Perpetran el crimen en la colegiata y comienza la ejecución de un plan político parsimoniosamente calculado: asegurarle la posesión de Flandes a Guillermo de Ypres, bastardo de la línea condal, con quien se cuenta para asegurar la impunidad de los asesinos. Pero ni los vengadores de Carlos el Bueno, que surgen inmediatamente de entre su mesnada, ni el rey Luis VI, que trata de afirmar su soberanía, y su candidato Guillermo Cliton están dispuestos a dejarle el campo libre a una conspiración semejante, obra de aquellos mal nacidos: bajo el peso de su crimen, todos los miembros de la parentela, incluso los ajenos al acto criminal, se hunden uno tras otro. Y Galberto traduce y justifica, a posteriori, esta condenación colectiva en términos de maldición de linaje; él es precisamente (o sus inspiradores "populares") quien da forma al grupo de los Erembaud. El nombre procede del antepasado de un caballero de baja cuna, traidor a su señor el castellano de Brujas (¡un "Boldran" del que de hecho no hay huella en ninguna carta!): había cometido adulterio con la esposa de éste antes de precipitarle en las aguas de un río y de arrebatarle, junto con la mujer, la castellanía. De este modo, el castigo de aquéllos de entre los asesinos del conde a los que se precipitó desde lo alto de una torre vino a reproducir y compensar la fechoría inicial y a cerrar el círculo de la historia de un linaje infame... y ficticio. No deja de ser significativa la desfiguración paródica del episodio fabuloso que de ordinario, en la literatura genealógica, fundamenta la fortuna de un buen genus: la obtención por un joven héroe desconocido y valiente de la mano de una muchacha o de una viuda como precio de una hazaña; el honor (que es patrimonio y prestigio de la sangre) le viene a la descendencia masculina por medio de la mujer.

Si en este último pasaje la presentación de un linaje delata algo de artificial, ello se debe a que en otras ocasiones los contornos del grupo son menos rígidos. Su núcleo central es, por supuesto, patrilineal: promovido a caput generis por el hecho de sus altas funciones en el principado, Bertulfo es quien dirige la carrera de los hijos de sus hermanos, a los que tiene afecto por haberlos educado en su casa; si, al presente, se hallan cada uno de ellos establecidos en la suya propia, no han dejado por ello de depender de él para el planeamiento y coordinación de sus actividades, y la mansión de éste sigue siendo la sede del prestigio del grupo. El padre de Borsiard, muy activo aún, se halla situado en la periferia del sistema: como castellano de Reddenbourg, este Lambert pretende (en vano) mantenerse al margen del asunto, uno de cuyos principales responsables es precisamente su hijo.

A propósito de él, lo mismo que con respecto a otros miembros de la parentela, la cuestión que se plantea es la de la culpabilidad colectiva; ya que son varios los que intentan escapar a la venganza. Así, por ejemplo, el castellano Didier Haket, hermano de Bertulfo, trata, ante los nobles de Flandes, de distanciarse de los asesinos del conde: "Condenamos su acto y los hubiésemos alejado con toda decisión de nuestro lado de no haber sido, aunque muy en contra de nuestra voluntad, por nuestro deber de consideración a la proximidad de nuestra sangre (...)" (al ofrecerles refugio, ayuda y consejo). ¿Un rasgo de sagacidad o un auténtico conflicto de valores? Hay algo trágico en la forma en que un hombre se debate en este caso en contra de su parentela. Pero es un combate que no carece de fundamento. Ni a Galberto ni a sus contemporáneos se les escapa que hay algunas individualidades que se distancian con ventaja del resto de la cohorte maléfica: querido por el "pueblo" y cuasi noble, Roberto el Joven (hijo del castellano Didier) tiene el doble privilegio de escapar a la reclusión en calabozo junto con sus "parientes" y de ser decapitado en vez de ahorcado. La fuerza de los lazos carnales sigue siendo a pesar de todo insoslayable.

Las responsabilidades eran desiguales, y la iniciativa no emanaba de la parentela en su conjunto. El relato de Galberto destaca de ella un sólido grupo de filiación, al que no se le puede rehusar la calificación de linaje, aunque haya otro cronista, Gautier de Thérouanne, que nos ofrece al respecto una representación más centrada en la convivialidad: para él, Bertulfo es, ante todo, un pater familias, amo de una familia. Por lo mismo, la conjura es, a sus ojos, una asociación contractual. Por otra parte, los dos autores nos dejan frente a una cierta ambigüedad en lo que se refiere a la situación de los allegados, muy a propósito para complicar la pesquisa sociológica: todo matrimonio influye sobre las dos parentelas y da lugar a una cierta solidaridad entre ellas; da la impresión de que los maridos de las sobrinas de Bertulfo no escapan al naufragio, pero a lo largo de los relatos, con una excepción tan sólo, se mantienen en un segundo plano. Es el indicio de una interferencia compleja, poco menos que aleatoria, entre la filiación y el parentesco político.

Pero una impresión como ésta tal vez tenga que ver con la inmadurez de este genes particular. En contraste con tales recién llegados, ¿acaso la antigua aristocracia no se apoya sobre una estructura de linaje más firme, menos improvisada? Los Giroie parecen ser una buena ilustración de lo que decimos. Cuando Orderico Vital, contemporáneo de Galberto, relata su historia, o más bien desliza algunos de sus aspectos en ciertos pasajes de su Historia de la Iglesia, la misma se extiende ya a lo largo de más de cuatro generaciones.

 

LOS GIROE

1.° Son representantes típicos de la alta aristocracia normanda que se constituyó o, al menos, fue ampliamente modelada por los duques de comienzos del siglo XI: un estudio de Lucien Musset muestra a las claras que a falta de los legendarios "compañeros de Rollon" (que sin duda aguardaríamos), se halla constituida por inmigrantes francos o bretones de elevada extracción. Giroie, el fundador, procedía "de una gran nobleza francesa y bretona": a Orderico Vital le habían llegado los nombres de su padre y de su abuelo, así como el de su hermana Hildiarda, madre de numerosos hijos nobles. Los descendientes de Giroie perpetúan su sobrenombre, añadiéndoselo a sus propios nombres de pila, bien por las buenas (Roberto Giroie), bien adjetivado (Guillermo Geroianus, el Giroie). Los nombres de pila constituyen, a los ojos de los hombres de la Edad Media, los nombres verdaderos y fundamentales; la vinculación familiar entre individuos se señala gracias a su repetición regular, en cada generación; se trasmiten, como si fueran atributos hereditarios, de padres a hijos, de tíos a sobrinos, pero también (y es posible que ante todo) de abuelos o tíos abuelos maternos a nietos o a sobrinos nietos. Estos nombres ilus-

 

Híldiarda

 

 


Odre de catorce hijos nobles

 

Eremboure Emma

Adelaida

Raul

Casada con

Casada con

Casada con

Nic_Caufonne casada

 


Ron

Gascelin de Pont-Echanfray Roger del Merlerault Salomon de Salé

Roberto de Grandmesnil

1 ____________________ 1

Guillermo Raul

 


Ernaud

Tres hijas,

 


De las cuales

(marchó a Italia)

(marchó a Italia)

Hadelize

Casada con

Onfroi del Tilleul

1

 


Roberto de Rhuddland

tres son una de las aportaciones esenciales de las mujeres a los linajes de sus maridos, y sólo se llevan a condición de descender de sus primeros posesores, al tiempo que representan en sí mismos una baza mayor para la carrera política: no sólo acude la virtus de los antepasados a irrigar la sangre de sus descendientes homónimos, sino que a veces se les destinan sus mismos honores (funciones, patrimonios). En cualquier estudio de un grupo de parentesco aristocrático hay que tener cuidado con las herencias de nombres de pila, tratar de advertir las elecciones efectuadas para ponerles nombre a los niños —¿no encerraba ya esto una programación de su existencia?—. En este caso, Guillaume y Robert atestiguan una vinculación (por enlace matrimonial, sin duda, o por ahijamiento) con la familia ducal de Normandía; tienden a suplantar los nombres de Ernaud/Renaud, que parecen más antiguos y patrilineales. Giroie no es más que un apodo superpuesto, gracias al cual se reconocen los miembros de un patrilinaje (linaje paterno) específico, sobre el fondo de un parentesco indiferenciado que se presenta corno netamente reconocido y explotado, de acuerdo con el uso tradicional de los nombres de pila transmitidos por las mujeres. La práctica antigua, en efecto, consistía en esta "gramática de las relaciones de parentesco" (cognaticias), según la expresión de Karl Ferdinand Werner; por el contrario, el sobrenombre masculino transmitido por la agnación es una novedad —quizá fuera preferible decir: una fórmula pionera— ligada a la raigambre del grupo, con una densidad y un vigor inéditos antes del año mil, en el sector que dominan sus castillos. Administrar semejante "sistema castrar, así como el poder efectivo que lleva consigo (el "señorío territorial"), tal es la ardua empresa de los descendientes del primer Giroie.


Дата добавления: 2021-01-21; просмотров: 88; Мы поможем в написании вашей работы!

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