La intimidad privada frente al mundo exterior 18 страница



En tal nivel, el problema no está tanto en identificar las defensas como en distinguir efectivamente la casa del pequeño noble de la de los campesinos. Desde el siglo Xl hasta el XV, en definitiva es siempre el mobiliario, armas y piezas de juego en particular, lo que sirve para demostrar el carácter aristocrático de la vivienda, mientras que las instalaciones y el aspecto de las habitaciones son de una gran rusticidad.

En Colletiére, en el Delfinado, unos caballeros se habían instalado, antes de 1030, en una zona marginal para vigilar un sector fronterizo, y vivían también de la caza, la pesca y la cría de ganado. Una empalizada delimitaba un área de 1.500 metros cuadrados, clausura de un espacio privado de acuerdo con la mentalidad de la alta Édad Media más que verdadera defensa. Se habían levantado allí numerosas grandes casas, cuyos vestigios han sido sacados a la luz por Michel Colardelle y su equipo; la inmersión en el lago de Paladru ha preservado la legibilidad de los suelos. Én cada una de ellas hay un sector norte, frecuentado por los animales domésticos, que se distingue de un sector meridional, soleado y exclusivamente residencial, en el que se hacía algo que era mucho más que vigilar y descansar, y mucho mejor que trabajar, puesto que las piezas de juego y los instrumentos musicales atestiguan una vida cultural elaborada y participación activa en la economía de cambio. La siguiente etapa del equipamiento regional fue la instalación de las motas. Sus inmediaciones son menos ricas en vestigios de habitación.

Ciertos objetos de hierro, de los que carecen los campesinos vecinos, peones de chaquete, piezas de ajedrez y dados de juego, singularizan la vivienda de Andone (actualmente departamento de Charente), estudiada por André Debord: se trata, en este caso, de un asentamiento antiguo, de hacia 975, que se encuentra ocupado de nuevo convertido en un pequeño castillo, en un castrum. Del mismo modo, el mobiliario de la casa señorial de Rubercy, en Bessin, entre mediados del siglo Xll y comienzos del XIII, constituido por herraduras, llaves de arcones, flechas, tirantes de ballestas, sonajeros infantiles, conteras de fundas de espada, pendientes en bronce dorado, dados de juego y peones de chaquete, evoca con toda claridad, como advierte Claude Lorren, una "posibilidad de entretenimientos que sólo cabe hallar en ambientes aristocráticos". La casa misma, rectangular, no se distingue apenas, en una primera etapa (1150-1190), con su suelo de tierra apisonada y sus hogares a ras del suelo, de una vivienda plebeya; e incluso tampoco las instalaciones del segundo periodo de ocupación, tendentes a la compartimentación del interior entre sala, alcoba y cocina (que no está separada de la construcción), suponen, en resumidas cuentas, una mejora notable.

En Rubercy, como en Borgoña, lo que identifica a la casa fuerte es su instalación un poco al margen de la aldea, sobre una plataforma rectangular, llana y poco elevada —por tanto, completamente distinta de la mota de antaño—, construida con la tierra extraída de la excavación de los fosos, o terreaux, que aíslan su área. La torre, a su vez, es únicamente el apéndice prestigioso, utilizado o no de forma residencial, de una vivienda principal muy rústica: emparejamiento que en el fondo reproduce muy bien la situación de los castillos más grandes descrita más arriba.

La casa de la pequeña aristocracia ha de ponerse, por tanto, en relación al mismo tiempo con la del común —de la que sólo se separa por el emplazamiento, una cierta amplitud, y la riqueza y la variedad de su mobiliario— y con la de la alta nobleza de poder y decoro reales, cuyo prestigio trata de apropiarse. Si los años 1200 son importantes en su historia, ello es debido a que, por una parte, se encuentra en la vanguardia del progreso material de la pobre vivienda rural, y a que, por otra, es entonces cuando franquea, con mayor o menor decisión, el umbral de la honorabilidadi ¿Cómo resumir, en efecto, el destino típico de una familia de propietarios de rango caballeresco? Su casa había comenzado siendo un centro de explotación agrícola, el núcleo de un pequeño) "dominio", una curtis; se quiere luego hacer de ella un pequeño Castrum, aunque los poderes principescos o castellanos (de los señores de los grandes castillos) tratan constantemente de oponerse a ello: tensión persistente durante los siglos XI y Xll, con avatares alternos según se esté en fase de "anarquía" (favorable a los pequeños hidalgos) o de "orden" (establecido por reacción de los más fuertes). Hacia 1200, un compromiso inédito —la feuda lización de las tierras, contra la adquisición de los títulos y las torres—permitió inaugurar el tiempo de las casas fuertes: a las de los pequeños caballeros, condes y señores les añadieron por otra parte y opusieron virtualmente las suyas propias, fortificando sus casales.

La quinta, meridional o nórdica, es en Francia el teatro de las mismas tensiones: el steen de los patricios de Brujas o Gante, ya impresionantes en tiempos de Galbert por su piso alto sobre la bodega (con un plano de aula), con sus capacidades de resistencia a mano armada y de almacenamiento de arcones sigue aspirando a aumentar de tamaño, y el castillo de Gante, en la forma en que el conde Felipe le dio mayor altura en 1178, no es quizá sino una réplica a los arrogantes torreones de los burgueses enriquecidos; la casa solariega meridional, con la misma concepción, es también el origen de la torre gentilicia, o su vecina. Aquí, como en el campo, la historia de las formas de habitación de los notables no es, en el fondo, sino un capítulo de la de los poderes.

Residencia o fortificación, ¿se trataba de un verdadero dilema? Si los dispositivos militares del gran castillo y de la casa fuerte están hechos sobre todo para impresionar, y si los acondicionamientos de las viviendas aspiran principalmente a acentuar y ampliar su ostentación, entonces es que la defensa, lo mismo que la vida privada, se enajenan ambas en nombre de otra cosa, que habrá que llamar prestigio, apariencia, y que contribuye vigorosamente a la institución imaginaria de la sociedad. Comprobación que es válida también cuando se atiende al interior de las viviendas, a la forma en que se confunden, se distinguen y se disponen, en todas estas casas, la "sala" y la "alcoba".

La sala y la alcoba

Dejemos, por tanto, el problema en cierto modo externo y sintético y vengarnos al análisis de las articulaciones internas de las viviendas. En este segundo desarrollo se acudirá menos directamente a la arqueología: son los textos, la utilización opuesta o confundida de ciertas palabras, lo que nos va a decir más cosas sobre el curso de la vida, los desplazamientos, las reuniones y las situaciones de retraimiento, que unas salas vacías cuya finalidad no se ve patente; se tratará, por ello, únicamente de verificar que el ordenamiento revelado por las fuentes escritas pueda efectivamente encajar en los marcos materiales conservados o reconstruidos. Por no tomar en cuenta más que estos últimos, los historiadores del arte y los arqueólogos de otras épocas se dejaron arrastrar a dar por supuesto demasiadas cosas en función de sus propias reacciones de modernos. No será inútil comprobar, con uno o dos ejemplos, en qué se equivocaba semejante modo de ver las cosas.

Suposiciones

Los eruditos austeros, irreprochables en el estudio de lo que habían constituido como objeto científico (por ejemplo, las preocupaciones militares de los arquitectos de castillos o las mismas técnicas de la construcción), convertían en otros tiempos la vida privada de las damas y los grandes barones en ocasión de efectos de estilo y de sugestiones ideológicas. Así, el gran Émile Mále, emocionado como muchos de sus contemporáneos (1917) por el "héroe de nuestras epopeyas, el soldado de nuestras cruzadas", se Proponía establecer, en un estilo sobrio y, sin embargo, vibrante, la unidad orgánica entre el marco severo y reducido de la fortaleza y el carácter de sus habitantes. "Aquella ruda mansión hizo posible el feudalismo. Contribuyó a sus defectos: el desdén, el orguno del hombre que no tiene iguales a su alrededor; pero le proporcionó también más de una virtud: el amor por la tradición y las antiguas costumbres, el profundo sentimiento de la familia. Allí no hay ya, como en la villa galo-romana, un gineceo, un triclinium de verano, un triclinium de invierno, termas, galerías, y un buen número de habitaciones en las que uno puede aislarse: no hay más que una sala. Él padre, la madre y los hijos viven juntos a todas las horas del día, apretados unos contra otros, a veces bajo la amenaza del peligro. Én aquella sala sombría no podía por menos de haber una atmósfera cálida de afecto. Sobre todo, la mujer salió ganando con aquella vida tan austera: se convirtió en la reina de la casa

Es fácil la crítica de este pasaje, en el que el arte se ha reducido a la nada. Éstá sembrado de suposiciones arbitrarias: que el marido vive permanentemente con su mujer y que educan por sí mismos a sus hijos, que la proximidad crea siempre el afecto y nunca la insoportabilidad, que el castillo es un refugio y no una base de ataques, etc. De hecho, la familia conyugal, católica y burguesa, de los lectores de León Gautier se ha trasplantado aquí pura y simplemente a la sociedad feudal. También resulta demasiado artificial dar a entender la unidad entre la decoración (tal como Mále la interpreta) y la sociabilidad: parece preferible el análisis de las relaciones dialécticas y aleatorias entre los hombres y su marco de vida; y demasiado simple oponer la Antigüedad a la Édad Media como el mundo del refinamiento y del abandono al de la simplicidad pura y dura: habrá que renunciar totalmente a semejante modo de ver las cosas. En cuanto al reinado de la mujer, ¿cómo no adivinar sus límites y su ambigüedad?

A pesar de todo, y aunque se olvida también de colocar a la servidumbre, servil e importuna, en torno de su familia ideal y de mencionar los compartimentos internos entre las distintas piezas mediante tabiques ligeros, tiene razón Émile Mále en dos puntos importantes: el ordenamiento de la familia en torno de unos cónyuges dominantes, de una pareja de amos, y la posibilidad que éstos tienen de estar durante el día y de dormir por la noche en el mismo espacio. ¿Pero no tienen también uno y otro sus respectivos lugares de retraimiento? ¿Y no tienen los restantes miembros de la familia, hijos, huéspedes y sirvientes, sus respectivos cuartos?

Los comentaristas de una fortaleza de varios pisos no dejan de hablar de "sala" abajo y de "alcoba" arriba, teniendo, por tanto, a la vista, a medida que se va ascendiendo en el cuerpo de la torre una gradación hacia lo más privado, lo más enclaustrado, lo más femenino. Én suma, se habría pasado sin dificultad del orden horizontal de los antiguos palacios (aula y apartamientos contiguos) a la disposición vertical de los nuevos castillos. Esta visión de las cosas parece natural, y aquí no se trata de desmentirla, sino de matizarla. ¿Cómo no advertir, por ejemplo, que las habitaciones altas de los castillos, iluminadas y espaciosas, son más aptas que el resto para la recepción de solemnidad? Porque la sala y la alcoba no son de hecho espacios estrictamente antagonistas en los que se hallaría dividida, como la casa moderna, la vivienda "feudal"; no son sino lo que los hombres y las mujeres que las habitan quieren hacer de ellas. Ellos y ellas se encargan de modular finamente sus usos; y de ello dan pruebas, si se presta atención, ciertas ambigüedades de lenguaje.

La sala confundida con la alcoba

Si se recorren los textos de los siglos Xl y XIl se experimenta a veces la sorpresa de encontrar, a propósito de una auténtica aula (que comprende una pieza grande levantada sobre una bodega), el término camera: en Brujas, la sala del conde y la casa de Berturf, en 1127, se denominan, una y otra, camera. Asimismo, en la torre de Castelpers, de acuerdo con el relato de los Milagros de san ta Fe, un prisionero consigue subir desde su calabozo al piso alto, la herilis camera: la atraviesa discretamente y, como da al exterior, le basta con saltar por una ventana para llevar a feliz término su evasión. Tampoco queda ya ninguna duda sobre la casa, o "torre de madera", del señor Aubry en La Cour Marigny (Orleanesado, mediados del siglo XI): allí era donde "hablaba, comía y descansaba por la noche" con su familia. Finalmente, la "famosa" descripción de la vivienda de Ardres, construida con un armazón de madera hacia 1120, muestra el conjunto ordenado en torno de una erais camera, "vasta cámara en que dormían el señor y su mujer", y los arqueólogos no han podido encontrar en los aledaños de este lugar ninguna huella de un aula distinta: la pieza de recepción debía de ser aquella misma. Por otra parte, tratándose de los servicios domésticos de los más altos príncipes, hay denominaciones cuya ambivalencia llama la atención: por ejemplo, con respecto al camarero ducal de Normandía, "primero de mi aula y de mi camera" (siglo XII).

¿Cómo es posible que se confundan así sala y alcoba?

1.° Él estudio de las amplias salas de palacios muestra la posibilidad de una separación interna, mediante tabiques de madera, entre un espacio de recepción, de superficie mayor, y un espacio más reducido como cuarto de dormir. Así, en Troyes, en el palacio de los condes de Champagne, hallamos esta disposición en 1177: de un lado, hay un estrado adosado al muro desde donde el príncipe preside los banquetes, dominando a los comensales sentados a dos grandes mesas de acuerdo con el eje longitudinal de la pieza; de otro, se halla el thalamus comitis, "lecho" o "alcoba" conyugal.

2.° Se advierte también que en cada una de las plantas de un castillo la gran pieza puede ser a la vez sala y alcoba, dividirse al menos en dos partes. La literatura del siglo Xlll describe exactamente las cosas: en Kamaalot, en La muerte del rey Arturo, tienen lugar a la vez dos banquetes distintos: el del rey, en la gran sala, y el de la reina Ginebra, en su cámara, donde se sientan a la mesa Gauvain y los suyos, así como toda una tropa, servidos y sometidos por la señora. El texto no precisa si esta cámara es un piso o un local contiguo a la "sala"; no importa: lo mismo si nos encontramos en una ordenación horizontal que en una vertical, hay sin duda una progresión en el grado de familiaridad cuando se penetra en los aposentos de Ginebra —que puede impedir la entrada en su habitación a un amante en desgracia— sin que las funciones de la "alcoba" difieran mucho de las de la "sala" de su real esposo, sede de la corte en completa formación.

3°. Los precisos testimonios recogidos por Guillauine de Saint-Pathus, confesor de la reina Margarita, sobre los hábitos privados de san Luis durante los veinte últimos años de su vida muestran bien a las claras los círculos concéntricos que constituyen la esfera de lo privado. Cada uno de ellos se define por el carácter y la importancia del entorno real. Él rey tiene junto a sí compañeros más o menos familiares: uno de sus capellanes es "mout privé", Joinville es "bastante privado", caballero de alta alcurnia que no puede servir a su señor en la esfera privada. El ámbito más secreto es el guardarropa, aislado en el interior de la alcoba: allí duerme Luis IX, velado por un solo servidor, allí es donde reza en total recogimiento, donde lava los pies a tres pobres, sustrayendo a las miradas ajenas este acto de piedad absolutamente personal; y allí oculta también su cuerpo, si es cierto que un chambelán, en veinte años de servicio, no ha logrado ver su pierna más arriba del muslo. La "alcoba" en cambio es un espacio mucho más amplio, que ofrece incluso la posibilidad de llevar a cabo actos casi públicos: recepción de dieciséis pobres, o tocar sus escrófulasi A su mesa, ante un gran fuego, Luis IX puede recibir caballeros, al tiempo que su entorno más modesto e íntimo come aparte en el guardarropa. Finalmente, tal "alcoba" no se distingue demasiado de la "sala", salvo por una menor capacidad de recepción: la diferencia entre una y otra es de grado en la "privanza", no de naturaleza; como no está clara la diferencia entre ayudas de cámara y sirvientes de la sala. El conjunto constituye la casa del rey, cuyo papel político no es desdeñable: sino una realidad sociológica finamente articulada, que se desplaza de castillo en castillo. En París, en Vincennes, en Compiégne, en Noyon, en Normandía y en otras provincias, se instala sucesivamente en sitios diferentes (aunque no de traza opuesta) sin cambiar de estructura. Diversidad de las residencias del rey, como de las del "Padre"; pero unidad y estabilidad fundamentales de su casa.

A partir de finales del siglo XII se ofrece cada vez con mayor frecuencia la posibilidad de disponer de una sala y de dos recintos distintos: eso es lo que sucede en el castillo de Gante, donde la primera se halla en el torreón central, elevado y reforzado; mientras los otros dos se sitúan a uno y otro lado, en sendos saledizos del edificio. Sin duda destinados a alojar por separado a hombres y mujeres de la corte. Asimismo, la literatura cortés —de la que en estos ambientes tanto se gustaba— muestra a veces una sala desde la que se accede a uno o dos "aposentos": se trata del corazón de toda gran residencia del siglo Xlll.

¿Es algo efectivamente nuevo? ¿Una separación inédita del gineceo? El análisis atento de los Milagros de santa Fe demuestra ajuicio de Pierre Bonnassie que la herilis camera de Castelpers, donde se halla el señor con sus "familiares", no es sino la cámara de los guerreros y de sus concubinas, aquellas rameras cuya frecuentación tanto les reprochan a los tiranos del año 1100 los cronistas monásticos; mientras tanto, las esposas y los hijos pequeños viven aparte: hay, por tanto, una clara bipartición de la sociedad doméstica. Atención: hay que leer bien las expresiones cumlia y cum familiaribus a fín de atribuirle al término "familia" su sentido medieval... Lo que distingue a los grandes conjuntos beneficiarios del progreso del siglo Xll es sin duda tan sólo el hecho de haber ofrecido a las mujeres una alcoba más atrayente, con aspecto de sala.


Дата добавления: 2021-01-21; просмотров: 82; Мы поможем в написании вашей работы!

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