Mojarrilla, mojarras, mojarreras.



Persona poco seria, con muchos pájaros en la cabeza, que siempre anda alegre y con ganas de chanza, haciendo gracias y burlas. Cree Corominas que derivó de "mojarra", pez pequeño parecido al besugo, tan resbaladizo y ágil que se escapa de entre los dedos. No acertamos a ver la relación, sobre todo cuando no sería difícil hacer derivar el término de la voz "moharrache, moharracho" que tienen carga semántica afín al significado de mojarrilla: vivalavirgen, charlatán e inconsciente, siempre de jarana y con ganas de broma. De hecho, el actual "mojarras" y "mojarreras" están en esa línea de los bocazas presuntuosos y boquirrotos.

 

 

Mojigato.

Individuo que afecta falsa humildad y mansedumbre para engañar o confiar a la posible víctima a quien se pretende confundir. Es palabra compuesta por dos sinónimos del mismo animal felino: "mojo y gato". Se quiere poner de manifiesto con esta repetición enfática la apariencia mansurrona de estos sujetos que en cuanto se da uno la vuelta aprovechan para llevar a cabo su traición o trastada. Fernández de Moratín gustaba de sacar a este personaje a escena:

 

Vamos, es menester

no hacerse la mojigata,

no mentir, no aparentar

perfecciones que te faltan.

 

Es palabra desusada en castellano, aunque todavía viva en valenciano, como herencia de la vieja lengua aragonesa, donde al parecer surgió el término hacia el siglo XVI.

 

 

Momia.

Antaño se dijo, despectivamente, de quien era enjuto y seco en exceso, uniendo a esa condición la de sobradamente moreno de piel, tanto que parecía mestizo. En sentido figurado, persona de mucha edad, muy delgada y fea. En esta acepción última es voz popular que cursa con "pergamino".

 

 

Monstruo.

Como insulto, afecta tanto a lo físico como a lo moral. Así, llamamos monstruo a la persona mala, cruel y perversa; y también al individuo deforme, extremadamente feo, que contradice con su existencia el orden natural de la naturaleza. En ambos sentidos se utiliza desde el siglo XIV. En cuanto a su etimología, proviene del latín monstrum = monstro; así se llamó en castellano hasta entrado el siglo XVII, en que César Oudin lo recoge bajo la forma actual en su Tesoro de las dos lenguas francesa y española. Juan de la Cueva, en El infamador, (primera mitad del siglo XVI), usa así el término:

 

¿Quieres, si en algo te dejó agraviado,

le corte un brazo o una pierna quiebre,

o a bofetadas le deshaga el rostro,

de suerte que la deje hecha un monstro?

 

Es la forma que recoge en 1611 Covarrubias en su Tesoro de la Lengua:

 

Monstro es qualquier parto contra la regla y orden natural, como nacer el hombre con dos cabeças, quatro braços y quatro piernas; como aconteció en el condado de Urgel, en un lugar dicho Cerbera el año 1343, que nació un niño con dos cabeças y quatro pies; los padres y los demás que estavan presentes a su nacimiento, pensando supersticiosamente pronosticar algún gran mal y que con su muerte se evitaría, le enterraron vivo. Sus padres fueron castigados como parricidas, y los demás con ellos. He querido traer sólo este exemplo por ser auténtico (...) Y Herodoto, en el libro 7 de sus Historias, cuenta que quando el exército de Xerxes passó a Europa, parió una yegua de las que en él iban una liebre, y por ser la yegua animal belicoso, y la liebre tímido y cobarde, fue pronóstico del vencimiento y huyda de un tan grande exército.

 

Hoy el término ha perdido fiereza, y se toma en sentido de "prodigio y maravilla", que también tuvo antaño. Así, en el lenguaje familiar decimos que fulanito o menganito son unos monstruos "que han aprobado la oposición, o encontrado trabajo", cosas peliagudas, dignas de mención, o de ser mostradas.

 

 

Morcón.

Persona gruesa y pequeña, como el bamboche, de aspecto sucio, desaseado, dejado y flojo, que se asemeja al embutido a que se alude: especie de morcilla con pringue que chorrea. En el antiguo reino de Murcia también se tilda a este morcón, de "morcillón, o morcillas". Es descriptivo despectivo, más hiriente que insultante, ya que no se predica de quien no reúne las condiciones para hacer verosímil la atribución.

 

 

Morlaco.

Individuo resabiado que finge ignorancia; sujeto disimulado, que se hace el tonto. Es término tomado del italiano, lengua en la que significa "hombre rústico, patán". Deriva en última instancia de "habitante de Morlaquia", comarca eslava de las montañas dálmatas, donde los hombres tienen esa reputación. Quevedo, en una de sus jácaras, emplea así el término, (primer tercio del siglo XVII):

 

No muy chico dijo Andrés

que aquí no somos morlacos;

entre bobos anda el juego,

no sino huevos asados.

 

 Y el autor y homónimo de su obra, Estebanillo González, la emplea así: "Regalábase mi amo a costa ajena; que es gran cosa comer de mogollón y raspar a lo morlaco..." ...es decir: haciéndose el tonto, como quien no quiere la cosa, de bobilis bobilis, sin que nadie lo advierta. Así actúa el morlaco, que podría alistarse perfectamente en el batallón de los tontos fingidos.

 

 

Moro.

En su acepción principal: individuo natural del Norte de África, donde estuvo antiguamente la Mauritania. Es voz de etimología latina, del término maurus. En sentido ligeramente peyorativo de marido en extremo celoso cuyo ideal o lema es "la mujer, la pierna quebrada y en casa", es de uso relativamente reciente, posiblemente de origen literariomusical: de la ópera de Verdi, Otelo, estrenada en 1887, que a su vez recoge el drama de William Shakespeare, de los primeros lustros del siglo XVII. Estas obras, pasadas por el tamiz y conciencia romántica, convirtieron al personaje protagonista, negro de tez, en moro celoso. De hecho, "marido posesivo, español y moro" han sido voces sinónimas de machista, cuyo valor semántico conserva aún hoy.

 

 

Moromurcio.

También "moromusa". Persona bruta e insociable; compuesto de "moro", en el sentido popular de desconfiado y celoso, y de la voz de germanía "murcio", ladrón, ratero a pequeña escala, del verbo "murciar", de donde también se dijo murciano, pero sin aludir a los naturales del hermoso y antiguo reino de Murcia. Digamos aquí que a esta voz se debe la confusión del legendario cartel que algunos dicen haber sido expuesto en la Puerta de Alcalá de Madrid, donde según la creencia se leía: "Prohibida la entrada a gitanos, murcianos y gente de mal vivir"; pues bien, los murcianos a que se alude son los ladrones y rateros en general, y no los naturales de aquella región levantina.

 

 

Morral.

Como substantivo, procede de la voz "morra": parte superior de la cabeza. El término "morral" alude al talego o saquillo con pienso que cuelga de la cabeza de las bestias para que éstas coman mientras caminan o trabajan. Llamárselo a alguien, mediante sinécdoque, es tanto como tacharle de bestia que come de él. En forma adjetiva, se dice del hombre zote, necio y grosero. Como tal insulto o voz ofensiva aparece por primera vez recogido en el Diccionario de Autoridades, hacia el primer tercio del siglo XVIII.

 

 

Morro (tener mucho o poco).

Equivale a morrudo u hocicudo, de bezo colgante. Como el lector sabe, el morro es el saliente que forman los labios abultados y gruesos. Tenerlo exageradamente grande es tanto como ser bestia, y mientras más grande sea, más bestia se es. Si es tan grande que su poseedor se lo pisa al andar, el grado de brutalidad o bestialidad es superlativo. Parece que la voz es resultado de evolución compleja. En principio podría proceder del neogriego moure = cara; sin embargo, también el alemán dialectal utiliza la voz murre = semblante malhumorado, o término despectivo para aludir a la boca abultada o ajetada. En las lenguas provenzales, como la de Oc, morre equivale a hocico, y como "morro", era frecuente ya a partir del siglo XII. También en el genovés müro = jeta del puerco, aunque también puede ser la cara del hombre cuando es excesivamente grande; mientras que en dialecto sardo decir morro es tanto como decir hocico. Como se ve, el campo semántico del término es siempre negativo, en el sentido de que evoca el ámbito animal, y sirve para expresar grados de bestialidad. Amén de lo expuesto, no existe en nuestro castellano rastro o evidencia lingüística de usos similares a los apuntados. Como substantivo en función adjetiva e intención ofensiva, es expresión de uso relativamente reciente, limitado en su empleo al lenguaje familiar o callejero entre adolescentes y gente joven. Substituye a "cara dura", a "tener mucha cara", a poseer excesiva manga ancha. Es asimismo intercambiable con "jeta", "ser un jeta", "tener mucha jeta"*.

 

 

Mosca.

Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua (1611), dice lo siguiente al respecto de este substantivo en uso adjetivo: "Al hombre que es pegajoso, que no le podemos echar de nosotros, solemos llamar mosca". Sujeto pesado, molesto e importuno; persona impertinente y pelmaza, llamada así por el zumbido que hace este insecto pasando y repasando junto a las personas sin que éstas sean capaces de librarse de su incordio y pesadumbre. El poeta José de Espronceda (primera mitad del siglo XIX), usa así el término:

 

No soy yo

mosca nunca; en mi vida

la he estorbado para nada...

 

 

Mosca cojonera.

Sujeto insufrible que en su pertinaz insistencia en salir adelante con su propósito da el coñazo, incordia y revuelve Roma con Santiago, causando desazón, molestia e inquietud en quien lo padece y aguanta.

 

 

Moscamuerta, mosquitamuerta, mátalascallando.

Persona de ánimo aparentemente apocado y genio apagado que, no obstante lo apacible de su disposición y mansedumbre de su carácter trama a espaldas de todos, conspira y maquina a fin de hacer prosperar su causa y beneficio, sin importarle urdir acechanzas; sujeto hipócrita que finge hasta el final, siendo descubierto cuando ya es tarde para su víctima; matalascallando. Es calificativo con solera en la tradición hispánica. Mateo Alemán, en su Guzmán de Alfarache, (1599), escribe: "¿...Sois vos el que me alababan; la mosca muerta, el que hacía del fiel, del que yo fiaba mi hacienda...?".

Y Quevedo, algunas décadas después, usa el término de esta manera:

 

Andaba de mosca muerta,

aturdido de facciones,

con sotanilla y manteo,

el carduzador Onofre.

 

 

Moscardón.

Hombre impertinente y no desprovisto de picardía, que molesta de forma machacona y pesada. Agustín Moreto, en una de sus comedias de enredo, hace este uso del término:

 

-¿Qué es esto? ¿Ya despachados

no quedan los moscardones?

Siempre son los pobretones

soberbios y porfiados.

 

Dos siglos más tarde, Bretón equipara al moscardón con el moscón y el moscatel que revolotean en torno a las casadas para convertirse en sus galanes:

 

Hay marido tan idiota

que no sabrá lo que vale

su mujer mientras no vea

en torno de ella un enjambre

de moscardones que le hagan

rabiar de celos aparte.

 

 

Moscatel.

Hombre pesado e importuno con las mujeres que corteja o pretende cortejar. Lope de Vega, que de lances de amor entendía más que nadie, y también de celos y amoríos apasionados, utiliza mucho el término, casi siempre en boca de damas:

 

Busque un nuevo moscatel

a quien con celos engañe;

que ya a mí no hay qué me dañe,

si no es la lástima dél.

 

 

Moscón.

Sujeto importuno, pesado y pelmazo que da constantemente la lata con el mismo tema, y termina saliéndose con la suya y lograr lo que persigue, murmurando sin cesar entre dientes aquello que sabe que va a molestar a quien lo escucha; individuo que con terquedad y astucia consigue lo que se propone, fingiendo a menudo ignorancia, o haciéndose el tonto. El poeta romántico José Espronceda, pone en boca de cierta damisela, en la primera mitad del siglo XIX, las siguientes palabras dirigidas a un galanteador pesado que de repente se queda mudo:

 

Mocito, ¿usted ha perdido

el habla? ¡Vaya moscón!

 

El moscón era el terror de las damas madrileñas de finales del XVIII y principios del XIX. Juan Eugenio Hartzenbusch emplea así el término, en el siguiente diálogo entre una joven y su amiga:

 

-¿Viene mi ama con él?

-¡Si tal. -¡Maldito moscón!,

aguardaré a que la deje

sola...

 

Es voz caída en desuso, aunque se oye todavía en el ámbito huertano del campo de Murcia y zonas limítrofes con aquel antiguo reino.

 

 

Mostrenco.

En sentido figurado se dijo del hombre que carece de casa, oficio, señor o asiento alguno; y por extensión, se llamó, y aún hoy se llama así, al simple que carece de amo. El mostrenco tiene notas connotativas de individuo grueso, pesado, ignorante y tardo en el discurso, que requiere mucho tiempo para recoger sus ideas. Pero la primera acepción del término alude a la res perdida cuyo dueño se desconoce, y que si no apareciere antes de transcurrido un año de haber sido pregonada, pasa a la hacienda del rey, de los conventos, comendadores o personas que tuvieren privilegio de tal naturaleza. El encargado de tales pregones era el mostrenquero, documentado a finales del siglo XIII. De ese uso y costumbre derivan las voces "mestengo, mesteño o mestenco" = cosa perteneciente a la Mesta. Por influjo del latín monstrare, se dijo "mostrenco". En La Celestina, de Fernando de Rojas (1499), "hacerse mostrenco" significa "hacerse vagabundo".

 

 

Motolito.

Persona a la que se engaña fácilmente por ser poco avisada y falta de experiencia. Es sinónimo de tonto. Sin embargo, dada la existencia de la expresión "vivir de motolito" = mantenerse de mogollón o a expensas de la hacienda ajena, hace de este personaje un tonto fingido (véase "tontos fingidos"). Era voz muy usada en los siglos XVII y XVIll. La recogen tanto el Diccionario de Autoridades (1729), como el de la Academia de finales de aquel siglo. El autor de La pícara Justina, Francisco López de Ubeda,(1605) recoge así el término: "Esta era la pieza que él hacía asomadiza a las pollas, que es treta de motolitos y feos mostrar el vellocino de oro para que les tengan amor".

 

 

Muermo.

Persona aburrida, repugnante y deprimente, amén de pesada y coñazo. Se emplea en sentido figurado, por extensión de la acepción principal del término: enfermedad de las caballerías y bestias en general, transmisible a los hombres, uno de cuyos efectos es la respiración difícil y entrecortada, los ronquidos y ruidos guturales hechos al hablar, de modo que resulta insufrible estar junto a ellos, tanto por el rezongar continuo como por el moqueo asqueroso constante.

 

 

Muerto.

Persona de carácter apagado, fúnebre y desvaído que con su sola presencia colma de aburrimiento y pesadez el ambiente. Individuo cargante y plomo; sujeto insoportable por su capacidad para aburrir. La expresión "quedar uno con el muerto" tuvo originariamente que ver con este tipo de cadáveres metafóricos, más que con los reales, y significó "tener que aguantar uno la presencia insulsa y deprimente de alguien". De ese significado se pasó al actual de "cargar con la culpa", o el moderno de "comerse uno el marrón".

 

 

Muñeco.

Joven afeminado e insubstancial; se dice también de la persona de escasa valía que pretende cosas por encima de sus posibilidades; donnadie; que no tiene dignidad y merece desprecio. Es término frecuente a principios del siglo XIX, y muy del gusto de sainetistas, periodistas y comediógrafos. El personaje que se firmaba El Soldado Píndaro escribe: "...Voto al Sol que estos ninfos muñecos de la Corte piensan que en viendo a un hombre con un gabán pardo, no hay más de hermanear y echar un vos redondo".

Y Bretón, en una de sus comedias de sabor costumbrista, utiliza así el término:

 

Para que otro muñeco

no venga a hacer cucamonas

a mi hija, en un convento

la tendré mientras celebra

sus desposorios...

 

En su acepción principal es voz de finales del siglo XV En sentido figurado, su uso es posterior. Hoy es término muy despectivo y humillante en el ámbito de la chulería nocturna, y entre matones, ambientes en los que hemos escuchado el término acompañado de "comemierda", con el valor de sujeto sin dignidad ni hombría; mamarracho. Últimamente hemos podido escuchar su empleo en contextos políticos subidos de tono; así, quien fuera figura importante del socialismo, García Damborenea, se expresa al respecto de otro socialista de pro, el valenciano Ciscar: "...es un muñeco de ventrílocuo que tienen los socialistas para decir tonterías...".

 

 

N

Azareno.

Eccehomo, persona que por su ingenuidad y buena fe recibe siempre las bofetadas. En el extremo opuesto de la semántica, se denomina también así al estafador hoy muy en boga por protagonizar el timo de su nombre, consistente en comprar con letras aplazadas mercancía que vende o malbarata sin satisfacer su pago; estafador.

 

 

Necio, necezuelo.

Persona falta de razón, terca y porfiada en cuanto hace o dice, a sabiendas de que todos lo tienen por descabellado. En las Coplas del Provincial, (segunda mitad del siglo XV), se usa así el término:

 

Decidme, doña Lucrecia,

en el nombre, y no en la fama,

¿a cómo vale el ser necia

y fingir mucho de dama?

 

Y entrado el XVI, Juan de la Cueva, en El infamador, ofrece esta visión crítica:

 

¡Necio! píntame agora un caballero

que sea pobre, y ponlo en competencia

con un rico de oscura descendencia,

verás a cuál se inclina la victoria,

y entenderás cuál vive en la memoria:

el noble pobre o el villano rico.

 

Aludiendo a estos individuos, Lope de Vega escribe en La Dorotea:

 

De quantas cosas me cansan

fácilmente me defiendo,

pero no puedo guardarme

de los peligros de un necio.

 

El necio dió mucho de sí tanto para el teatro como para la novela, estando los siglos de oro repletos de sus necedades. Esteban de Garibay, en sus Cuentos, relata este chascarrillo:

 

Un padre tenía un hijo necio, y queriéndole desposar encomendóle mucho que no hablase, porque no entendiesen que era necio. Y estando todos sentados a la mesa, los parientes de la novia dijeron que parecía, el desposado, necio (...), y oyéndolo el desposado dijo a su padre: "Señor, bien puedo ya hablar, que me han conocido".

 

Gonzalo Correas, en su Vocabulario de refranes, (principios del siglo XVII), incluye el siguiente texto: "Con necios y porfiados labro yo los mis tejados". “Dícenlo abogados y ministros por lo que se aprovechan del gasto de pleiteantes".

Francisco López de Ubeda, en La Pícara Justina (1605), hace decir a la protagonista: "Con los discretos hablo bien, y con los necios hablo en necio para que me entiendan"; y Agustín de Rojas Villandrando, en El Viaje entretenido, utiliza así el término:

 

¡Ay gran máquina del mundo!

¡Ay, licencioso tiempo...

Con qué ligereza pasas,

y cuán veloz es tu vuelo...!

¡Cómo encumbras al humilde,

y humillas al altanero...!

Mas..., ¿cómo es posible, tiempo,

que olvides discretos pobres

y quieras a ricos necios?

¡Ay, silencio de mi alma, q

uédese aquesto en silencio!

 

El necio no es tonto. Se trata de un ignorante vocacional, que no ha llegado a aprender lo que podía. En castellano, esta palabra, de la voz latina nescius, remonta su uso a los primeros autores de nuestra literatura en el sentido que hoy tiene: ignorante e imprudente, no desprovisto de atrevimiento. Su ignorancia es culpable y mayor aún su osadía y temeridad, de ahí que se dijera: "Al hombre discreto se le convence con razones; al necio a palos y mojicones".

Cervantes escribe en El licenciado Vidriera: "Entendió el marido de la ropera la malicia del dicho, y díjole: "Hermano licenciado Vidriera, (que así decía él que se llamaba), más tenéis de bellaco que de loco". "No se me da un ardite, respondió él, como no tenga nada de necio"".

 

 

Nerón.

Sujeto de gran crueldad, ruín y taimado. En un uso moderno y caprichoso del término, se alude con el nombre del personaje clásico al tacaño insolidario que chupa de los demás cuando no tiene, y no deja que los demás chupen de él cuando tiene; es uso forzado por la rima del siguiente ripio:

 

¡Fumemos, dijo Nerón,

y fumaba sólo el cabrón...!

 

Gorrón que cuando acontece tener tabaco o cualquier otra golosina, después de haber estado fumando o bebiendo a costa de los demás, saca el paquete o pide una caña sin invitar a nadie. Es dicho achulado y gracioso, por lo inesperado del desenlace y lo chusco de la situación anacrónica que crea.

 

 

Ninchi.

En ámbitos achulados, entre personas que conocen el argot de los bajos fondos, equivale a punto filipino; pájaro de cuentas; sujeto informal y carente de sentido común; mequetrefe que a pesar de ser un mierda puede hacer daño. Parece que procede del caló, lengua en la que significa "chico, muchacho", no entendiéndose lo negativo de su semántica a partir de un sustantivo poco sospechoso de tan extremas maldades.

 

 

Niñato.

Despectivamente se dice del joven de buena familia; niño pera. El sufijo en "-ato", aplicado a persona, es ofensivo, por ir asociado a las desinencias de esta naturaleza propias de animales: lobato, jabato, ballenato, lebrato, cervato, etc. Téngase en cuenta que la acepción que de la voz "niñato" recoge el DRAE alude al "becerrillo que se halla en el vientre de la vaca cuando la matan".

 

 

Nota.

Persona que llama la atención a pesar de que pretende lo contrario; mirón, vigilante, espía chapuzas, membrillo. En la expresión "caer en nota", significa darla, escandalizar, ponerse uno en ridículo. En el siglo XVI, "nota" era igualmente término de ofensa e insulto grave, ya que significaba infamia en alguna persona que era señalada y notada por ello, de donde vino el nombre. Su uso peyorativo deriva del que tuvo como substantivo en el siglo XV. Juan del Encina, en su Cancionero hace el siguiente uso, aunque utilizado el término a la moda del sayagüés, con palatalización inicial en "ñ", y significado de "reparo, censura, crítica desfavorable":

 

¡Bien me plaze dessa ñota,

hideputas rabadanes!

Ladran detrás de los canes

y no saben una jota.

 

Covarrubias (1611) da al término el valor semántico de "infamia en alguna persona". Hoy se ha perdido el antiguo sentido, y tildamos así a quien sin tener de qué presumir o lucirse, lo intenta, haciendo el ridículo; también se escucha en contextos orales en los que equivale a "listo" *.

 

 

Novato.

Novicio, nuevo, neófito o principiante en un trabajo, oficio, o cualquier otra cosa. Suárez de Figueroa, en El Pasajero, curiosa obra donde describe las costumbres de su tiempo -el siglo XVII-, usa así el término: "Había comunicado con otros mozuelos el estilo que se tenía en aquella universidad, no sólo con los novatos, sino con los provectos".

Y coetáneamente, Quevedo, escribe estos versos:

 

Enseñaré a las novatas

recetas de tal primor

que hará Marqueses del Gasto

los Condes de Peñaflor.

 

Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua (1611), da al término uno de los valores semánticos que ha tenido desde entonces: "Nevos llaman en las universidades a los estudiantes novicios de aquel año, por otro nombre novatos".

 

 

Novillo.

Individuo a quien su mujer o novia pone los cuernos. Es término que, como todo lo relacionado con esta circunstancia social, tiene uso antiguo en castellano. El madrileño Francisco de Quevedo muy amigo de emplear esta familia de insultos, le saca el siguiente partido:

 

De su novio hará novillo,

y ansí con él arará;

lo que siembra cogerá

con algún primo carnal.

 

Y su oponente literario y personal enemigo, el cordobés Luis de Góngora, ve así al sujeto en cuestión, traicionado por su mujer:

 

No vayas, Gil, al sotillo,

que yo sé

quien novio al sotillo fue

que volvió hecho novillo.

 

 

Ñ

Ajo.

Sujeto muy pequeño, a pesar de lo cual se muestra pendenciero y matón. Es término despectivo, de significado afín al de la expresión "ser alguien como el enano de la venta"*. Como en el caso de "ñarra", suele formar compuesto con la voz "peque", abreviado de pequeño, duplicando así su capacidad despectiva.

 

 

Ñarra.

Enano, ñajo. Es voz despectiva que suele ir unida, formando compuesto, con "peque", abreviado de "pequeño", resultando el término "pequeñarro, -a", es decir, individuo muy pequeño, casi diminuto.

 

 

Ñiquiñaque.

Persona o cosa muy despreciable. De ñaque = conjunto de cosas inútiles. Se dice a la persona a la que se quiere mostrar desprecio. Dice Corominas que es palabra inventada, sin significado alguno, usada por el vulgo para el fin que hemos dicho. Pero debe ser derivada de "ñaque", palabra que connota negativamente a la persona o cosa a que se aplica.

 

 

Ñoño.

Persona muy apocada y remilgada, que se queja y asusta por cualquier pequeña cosa. Es voz de creación expresiva, como casi todas en las que interviene la aliteración o repetición de sonidos. Su significado primero parece haber sido el de "caduco, débil, en decadencia", del término latino para abuelo o viejo decrépito: nonnus. El Diccionario de Autoridades recoge el término con el siguiente valor significativo: "caduco o chocho: dícese de los viejos (...) vuelto a la edad de los niños, por corrupción de esta voz". El DRAE, en su edición de 1884, concreta así el término: "Dícese de la persona sumamente apocada o delicada, quejumbrosa y asustadiza..." a cuya definición añade después la siguiente nota semántica: "...y de corto ingenio". Leandro Fernández de Moratín utiliza en este sentido el término: "...porque en él pintó con excelencia un viejecillo tan pusilánime, inepto encogido, frío, memo y ñoño como el autor le imaginó".

Y Bretón de los Herreros aplica los siguientes epítetos a una señora muy anciana. "¡...la Petronila, tan fatua, tan ñoña....!".

 

 

Ñorda.

Palabra gruesa con la que se tacha a alguien de "tío mierda". M.J. Llorens la da como término propio del caló, en su Diccionario Gitano.

 

 

Ñordija.

Término muy grosero dirigido a mujeres, con el valor semántico de “tía mierda". Es el femenino de "ñorda".

 

 

O

Gro.

Gigante mitológico que se alimentaba de carne humana. Es voz procedente del latín orcus, voz con que se denominaba al dios de los infiernos, Plutón. En castellano se dijo antaño "huerco"; el Arcipreste de Hita, en su Libro del Buen Amor (primer tercio del siglo XIV) utiliza ya el término, y dos siglos después, Sebastián de Horozco lo emplea así:

 

En el hombre necio y terco

nadie fíe ni se enhote:

huya dél como del güerco,

porque de rabo de puerco

nunca sale buen virote.

 

Pero el castellano "ogro" actual pudo derivar directamente de la voz francesa ogre, muy en uso en el siglo XVI con el significado de "devorador de niños". Terreros recoge el término en su Diccionario, redactado a mediados del siglo XVIII. Por derivación del sentido: individuo de aspecto brutal, que impone por su apariencia descomunal e intimidadora; también sujeto perverso, capaz de cualquier ruindad e ignominia, a modo de bestia parda.

 

 

Onagro.

Asno salvaje. Es variante del empleo ofensivo o humillante de voces como "burro, asno, jumento, pollino", y del resto de los solípedos, en cuya substitución se usa por cansancio de las mencionadas voces, para denotar originalidad en medios cultos. Como insulto es de uso reciente.

 

 

Orate.

Loco, inconstante, desequilibrado; persona de poco juicio, moderación y prudencia. Algunos han defendido una etimología griega para este término: la voz oratés: visionario; más razonable es pensar que proceda de la voz valenciana orat: persona a quien ha dado un aire o "aura malsana" tornándola loca. La primera documentación en castellano aparece en Zaragoza, donde en 1425 se fundó una "casa de orates", u hospital para estos enfermos. Es voz de uso general en los siglos de oro, y muy usada en la escena. El toledano Francisco de Rojas emplea el término, que pone en boca de una desconcertada dama:

 

 Ayer un amante orate

mi mano alabó por bella,

pero a cada dedo della

le dijo su disparate.

 

Y Tirso de Molina, coetáneamente, llama a la Corte, su Madrid natal, "Casa de orates", en una conocida comedia suya.

 

 

Ordinario.

Individuo vulgar y chabacano, de poca estimación y calidad; persona plebeya o de ruin condición, que carece de educación y se comporta groseramente, sin importarle la bajeza con la que se conduce por la vida. El dramaturgo Antonio Mira de Amescua, en su comedia Galán, valiente y discreto, (primer tercio del s. XVII), utiliza así el término:

 

Un enfermo deliraba

y grande rey se fingía,

imperios y monarquía

en su locura gozaba.

 Sanó, y alegre no andaba,

diciendo:...Gracias no doy

a quien me da salud hoy,

pues era rey soberano,

enfermo, y estando sano

un hombre ordinario soy.

 

Su matiz peyorativo pudo derivar de haberse llamado así al arriero o carretero que habitualmente conducía personas o mercancía de un lugar a otro, sujeto rudo, blasfemo y vulgar, especie de camionero de los siglos pasados.

 

 

Oveja negra (ser la).

Llamamos así a quien difiere desfavorable o negativamente del resto de los componentes de una familia o grupo. El origen de este sintagma adjetivo parte de la confusión entre la palabra originaria, "arveja", y la hembra del carnero. La proximidad fonética entre los sonidos iniciales del término condujo a la errónea interpretación de un vocablo por otro, sobre todo cuando el término "arveja" empezó a caer en desuso, asimilándose en la mente del hablante con el de "oveja", más conocido y cercano a la experiencia rural. La arveja es voz que designa tanto al guisante como a la almorta. Ser la "almorta o arveja" negra es tanto como ser el garbanzo negro. Todo ello circunscrito semánticamente a las prácticas seguidas para decidir o votar premios y castigos, en cabildos y conventos. A fin de calificar a alguien, tanto moral como académicamente, los individuos con derecho a voto introducían en una bolsa negra un garbanzo, o una arveja; si la resolución era positiva, hacia el premio o hacia el "sí", la legumbre en cuestión era de color blanco; si se consideraba negativamente el asunto o persona, se introducía la arveja o garbanzo negro. Ser la arveja negra era tanto como distinguirse desfavorablemente. Hasta el siglo XVII se siguió en conventos, cabildos y congregaciones la costumbre de introducir en un tazón un haba, garbanzo o arveja negra entre el resto, que eran blancas. Quien sacaba la negra, pechaba, pagaba o se hacía cargo de la situación. Esta costumbre dio también origen a la frase "tocarle a alguien la negra, o tener la negra", o ser la oveja (arveja) negra.

 

 

P

ájaro, pajarraco.

Persona disimulada y astuta; hombre cauteloso y taimado, de turbios manejos y poco fiar. Como calificativo insultante u ofensivo se utiliza desde antiguo: "pájaro de mal agüero". Con ese valor semántico lo emplea Damián Cornejo, escritor de mediados del siglo XVII: "Quien entre tantas luces mendigase tinieblas, o tendrá la vista enfermiza y achacosa, o se precia de pájaro de mal agüero".

A veces forma frase en unión con otras palabras, en cuyo caso se diluye su significado, se toma ambiguo, y no se sabe si el pájaro en cuestión es de fiar, o no, como sucede con el sintagma "pájaro de cuentas, pájaro viejo, pájaro solitario", etc. En su terminación del femenino, "pájara, pájara pinta, pajarraca", equivale a mujer pública, o ramera.

 

 

Paleto.

Zafio, capaz de desenvolverse bien sólo en el medio rural, debido a sus modales rústicos; sujeto sin pulir ni desbastar. Es de etimología latina, de pala = azada, por utilizarla las gentes del campo; también pudo provenir de la voz latina palla = capa que vestía el rústico para defenderse de la inclemencia del tiempo, a la que estaba siempre expuesto; en este caso, sería uso metonímico del término. Corominas escribe a este mismo respecto: "Paleto, "gamo" (por sus astas anchas), y de ahí "rústico, zafio"". Mal parecen avenirse gamos con cuernos anchos, con paletos o gente del campo.

 

 

Paliza.

Persona importuna y muy pesada; coñazo. Es voz actual que describe la situación en que queda alguien tras haber soportado la tabarra de un latoso persistente, que se ha ocupado a fondo en el ejercicio de su arte.

 

 

Palurdo.

Tosco, rústico, grosero. Es probable su relación con la voz francesa balourd, con el valor de "torpe, lerdo". Se documenta ya en el Diccionario de Autoridades, (primeras décadas del XVIII). Ramón de la Cruz utiliza el término a finales del mismo siglo como sinónimo de aldeano tosco, o paleto. Juan Valera, en el siglo XIX, lo emplea en el siguiente contexto, refiriéndose a Pepita Jiménez: "¿Cómo, pues, ha de entregar su corazón a los palurdos que la han pretendido hasta ahora...?".

 

 

Pamplina (-as).

De su acepción principal: planta que se utilizó como comida para canarios y aves canoras enjauladas, derivó el calificativo de persona o cosa insignificante y de poca entidad y fundamento; sujeto amigo de cuentos chinos, de recados tontos, que actúa como correveidile. De las cosas sin fuste y descabelladas, o de escasísimo interés se dice que son pamplinas, nombre que también se da a quien se ocupa de ellas y de su difusión y conocimiento.

 

 

Panarra.

Hombre muy simple, mentecato; persona que se abandona, floja de carácter. Es una especie de Juan Lanas, carente de voluntad. Ramón de la Cruz lo ve así, en uno de sus sainetes más celebrados:

 

El pobre es un panarra

que si le pido cuarenta

doblones también los larga.

 

No sabe decir "no", por lo que todos, con su mujer a la cabeza, se le suben a las barbas y le dan sopas con honda.

 

 

Pánfilo.

Buenazo un tanto tontorrón, que se pasa en el ejercicio de la bondad. Covarrubias, bajo la voz pámphilo, escribe en su Tesoro de la lengua, hacia 1611: "(...) Comúnmente llamamos Pánfilo un moço de buen talle pero pasmado y que sabe poco".

Individuo desidioso, de escasos reflejos, tardo en reaccionar y en decidirse, lento, pausado, bobo. Es antropónimo de origen griego, cuyo significado, "amigo de todos", ha podido originar la acepción que aquí tratamos.

 

 

Panoli.

Se dice de la persona que muestra excesiva candidez en el trato con los demás, pecando de confiado. Panoli equivale a tonto en muchos contextos, pero quitándole hierro al calificativo, ya que se trata de persona simple, de escasa voluntad y nula iniciativa, y de pocos recursos materiales y espirituales. En cuanto a su etimología, procede del sintagma valenciano pa amb oli = pan con aceite, comida antaño muy popular en España para merienda de niños y gente pobre, como soldados y estudiantes. En el Reino de Valencia, así como en el Condado de Cataluña, y buena parte de la Corona de Aragón, decir de alguien que es un pa amb oli, es tanto como enmarcarle entre las clases menesterosas y más indefensas.

 

 

Papanatas, papamoscas.

Decimos que lo es el individuo cándido y crédulo en exceso, que presta atención y valora sin crítica cualquier manifestación; sujeto que apoya, cree y fomenta cosas en extremo novedosas llevado por cierto interés y preocupación en aparecer como persona que está al tanto de la última moda y de lo que se lleva. Nadie como él hace el ridículo, si quien lo observa pone alguna atención. En cuanto a su morfología, la palabra es un compuesto. Su primera mitad, "papa", del verbo "papar", alude al hecho de comer y tragar cosas blandas, sin masticar: da crédito a cualquier asunto sin haberlo sometido a crítica, o sin habérselo pensado dos veces, sin masticarlo ni digerirlo adecuadamente. En cuanto a la segunda parte del vocablo, "nata", alude a la crema de la leche, que se ingiere con facilidad. Habría un cruce semántico entre crema de los lácteos -alimento prestigiado-, y crema de las cosas -ser algo lo mejor de su especie-. El papanatas valora sobremanera todo cuanto se le presenta como novedad y progreso, sin pasarlo por el tamiz de su propio criterio. Es especimen emparentado con el snob, aunque éste es menos burdo; y con el papamoscas, persona impresionable, muy fácil de engañar, no ya por su escasa capacidad de pensamiento, sino por su holgazanería: el papamoscas es tan vago que no se molesta en cerrar la boca para evitar que por ella se paseen estos dípteros.

 

 

Páparo.

Paparote. Hombre simple e ignorante que se pasma ante la más nimia cosa. Se utilizaba a principios del siglo XVII con el significado que hoy damos al término "papanatas". Tirso de Molina pone esto en boca de un criado:

 

(...) Al páparo, ¿quién le mete

en si yo soy alcahuete,

o no...?

 

Y en el XIX, Bretón sigue dando al vocablo el mismo valor semántico:

 

-Deja ilusiones ridículas,

por Belcebú.

¿Quién cree eso sino un páparo

cual eres tú...?

 

 

Paparote, papirote.

Tonto el uno y bobalicón el otro. Alternan con la voz "tonto". (Véase "tonto de Capirote"). Es aumentativo de páparo: aldeano simple que entrando en la ciudad se queda maravillado, abobado y pasmado de cuanto ve y encuentra. Al paparote boquiabierto se le solía dar un golpe bajo el papo, o sopapo, con lo que se buscaba cerrarle la boca. Ese golpe recibía el nombre de papirote, de donde, confundiéndose ambos términos, vinieron a convertirse en sinónimos intercambiables.

 

 

Papatoste, papahuevos.

Es miembro de la extensa familia de papanatas, papahuevos y papamoscas. Como ellos, es un alma cándida, que se pasa de blando, como el papandujo. Es término compuesto, siendo el segundo de los que integran el vocablo el que decide en cuanto a la significación del mismo. En este caso, "tueste o toste" son fritura de vianda, generalmente chorizo, de uso extendido en el principado de Asturias, de donde se fue extendiendo por el antiguo reino de León. El papatoste es un necio bonachón cuyo destino es comer y escuchar, y como dice el gracioso: "en ambos casos por un sitio le entra y por el otro le sale..." Del papahuevos podría decirse otro tanto: son primos hermanos.

 

 

Paquete.

Petimetre; individuo que cuida demasiado de su imagen, siguiendo como un esclavo los dictados de la moda. Ir hecho un paquete es ir hecho un figurín, o a la última. El término deriva de paquet = paca o fardo pequeño muy bien envuelto, de donde pudo decirse lo de ser alguien un paquete: individuo atildado muy enfajado y presentado. Hay otra explicación de su etimología. De hecho, el término se recoge en el Diccionario de Voces Gaditanas, publicado en Cádiz (segunda mitad del XIX), donde se afirma que originó por la costumbre de cierto caballero local, muy elegante, de acudir al puerto cuando empezaron a llegar los "paquetes o paquebotes" de vapor ingleses, de tránsito de Gibraltar, diciendo para ponderar lo refinado y especial de su atuendo y vestuario que él recibía todas las cosas "por el paquete". El paquete es el paquebote, del inglés packboat. Bretón de los Herreros, coetáneo del término, le da ese sentido:

 

Ni a una dama

se le ha de hablar del Mogol,

de la guerra de los rusos,

de si vino el paquebot

de la Habana, de...: a las bellas

se las ha de hablar de amor.

 

La etimología popular confundió el paquete o paquebote, barco de pasajeros y correo, con el paquete sinónimo de envoltorio. El caballero elegante esperaba el "paquete", tanto al barco como al envoltorio, pues ambos venían juntos.

 

 

Pardillo.

Simple, rústico, pueblerino. Como el pinchabombillas o pinchauvas, el pardillo es un pringao a quien se engaña con facilidad. Se califica con esta voz al ingenuo, por su carencia de capacidad de crítica, y al primo, a quien todo parece bien. Parece que la equiparación de estos individuos crédulos y simples, con el pajarillo en cuyo sentido figurado se emplea el término, se debe a que el pardillo es ave fácilmente domesticable, y que se aviene a vivir en la jaula, donde regala con sus bien templados trinos a su amo. No es ave conflictiva, y se la contenta sin problemas. Asimismo, el simple y crédulo todo lo ve bien, y a todo se hace sin dificultad, como el pardillo.

 

 

Paria.

Persona a la que se tiene por vil, excluyéndosela del trato con los demás, y de las ventajas de que goza la mayoría. Hoy llamamos "paria" con ánimo ofensivo o insultante a quien queremos humillar de manera grave, y mostrar desprecio grande. Es voz introducida en Europa por los portugueses a principios del XVII: pariá, adoptada de la lengua tamul, donde significa "el que toca el tambor", función considerada innoble, y relegada a los individuos de cierta casta india ínfima.

 

 

Pasmarote.

Llamamos así a quien adquiere un aspecto ridículo por haber sido presa del asombro. Por ser el suyo embobamiento o arrobo pasajero no es demasiado ofensivo tildar a alguien de pasmarote, o pasmón. Cuando el sujeto afectado de tal embeleso o pasmo no consigue desembarazarse del estado de estupefacción, sino que se queda paralizado, sin capacidad de reaccionar, como clavado en el suelo, se pasa al estado de estafermo, pues no son términos sinónimos, aunque algunos autores los homologuen y confundan. Hartzenbusch lo utiliza con corrección en el siguiente pasaje: "... y cuando llega el momento y la tal persona me sale con un reparo que no se me había ocurrido, me quedo hecho un pasmarote, encajo una necedad y ciento en seguida".

 

 

Pasota.

Sujeto que se aparta de la cultura y forma de vida tradicional y se mantiene al margen de la sociedad; pseudo-ácrata, falso anarquista, que se refugia en el vivir marginal y aparentemente abraza ideas contrarias a la cultura vigente, de la que vive y a la que no aporta nada, viviendo como un parásito, entregado al ocio, y haciéndole guiños a las drogas y a la pequeña delincuencia.

 

 

Patán, pataco.

Aldeano, rústico, grosero, hombre zafio y tosco que no conoce modales. Antonio de Guevara, (primeros años del XVI), lo sitúa en el siguiente contexto: "Mucho me cae a mí en gracia que si uno ha estado en la corte y ahora vive en la villa o en la aldea llama a todos patacos, moñacos, groseros y mal criados...".

El término, surgido al parecer en tiempos del citado Antonio de Guevara, es un derivado de "pata". En idiomas como el italiano, el alemán o el francés, voces parecidas a "patán" tenían el valor semántico de soldado de a pie, o de infantería. Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua, (1611) dice que el patán es "el villano que trae grandes patas y las haze mayores con el calçado tosco". Desde entonces acá ha sido término muy utilizado, en parte porque fue personaje de teatro junto al gracioso o el galán, con el que el público estaba familiarizado: especie de payaso que recibía las bofetadas y hacía el ridículo. Amén de lo dicho, se correspondía con un personaje de la vida real: el campesino emigrado a la urbe, que escogía oficios característicos de su baja condición social: carromateros, cocheros, ordinarios, azacanes. Leandro Fernández de Moratín escribe: "Y sobre todo la mugre, el ruido, la conversación ronca de carromateros y patanes que no permiten un instante de quietud".

 

 

Patibulario.

Sujeto de aspecto repulsivo que por su aviesa condición causa espanto; individuo malencarado que produce horror, recordando su aspecto a los reos que son conducidos al cadalso. Mesonero Romanos emplea así el término, mediado el siglo pasado: "...esos jovencitos alegres y bulliciosos son los que nos trasladan al lienzo los rostros patibularios, las sonrisas infernales?".

En cuanto a su etimología, deriva de la voz latina pati = padecer, con el sufijo propio de los diminutivos en "-ulus". Es de uso relativamente reciente: el siglo XVIII, documentándose ya el término en el Diccionario de Autoridades.

 

 

Patoso.

Persona necia y falta de gracia, soseras. También, individuo torpe y desmañado, especie de manazas. El diccionario oficial dio acogida al término en la segunda mitad del siglo XIX con el valor de persona que presume de aguda y chistosa, no siéndolo; individuo inhábil o desmañado. Hoy se usa mayormente para calificar a quien carece de gracia, con la agravante de que estropea cuanto toca.

 

 

Pavo, pavitonto, pavisoso.

Bobo, ingenuo; persona excesivamente crédula y bienpensada ; sujeto soso, desmañado y sin gracia. Pavitonto, necio, estúpido. Se dijo por la frase "estar en la edad del pavo", es decir: en época de merecer o de cortejo, aludiéndose a la conducta de ese animal. Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua, (1611), tiene esto que decir al respecto de ese animal: "...Conoze su hermosura y haze alarde de sus plumas (...) quando la hembra está delante, para aficionarla más. (...) Es muy amigo de la compañía y presencia de la hembra".

En cuanto al pavisoso, es un soseras desangelado y patoso, que carece de gracia y viveza.

 

 

Payaso.

Persona poco seria, que no distingue las cosas importantes de las triviales, tomándoselo todo a chirigota; sujeto informal que aburre con su manía de hacer gracia, y su constante actitud histriónica. Se llamó antaño "payaso de circo", y es voz de origen italiano: pagliaccio. (Corominas remite a la voz "paja" como origen del término, aunque no substancia luego su insinuación, ni da explicaciones). En el Madrid de entre siglos hubo dos modalidades, ambas en el ya desaparecido Circo Price: los "toninos", que se limitaban a hacer un cúmulo grande de tonterías en la pista (especialidad de Tony Grice, famoso payaso de la época); y los "augustos" (por el payaso Augusto Magrini), que se dedicaban a tropezar y darse tremendas costaladas que hacían reir a los espectadores. Con la acepción descrita es voz de uso relativamente reciente. Hoy, tildar a alguien de "payaso", cuando no se inscribe en un contexto familiar o de amistad, puede ser insulto grave.

 

 

Pazpuerca, fazpuerca.

Mujer grosera, de cara sucia y aspecto desaliñado. Su etimología es clara: del sintagma "faz puerca". Cervantes,(II Parte del Quijote) utiliza el término en el siguiente contexto: "Mirad qué entonada va la pazpuerca".

 

 

Pécora.

Persona astuta, hipócrita y taimada, de intención aviesa. Se dice en especial de la mujer mala y viciosa. Es voz latina, tomada del nominativo del plural de pecus, pecoris: pecora = res o ganado lanar. Con el concurso del adjetivo "mala", significando "persona taimada" se utilizaba ya a principios del siglo XVIII, en que incorpora la palabra el Diccionario de Autoridades. El término tuvo un uso diferente en el XVII, también peyorativo, derivado de "pecorear" = salir los soldados a robar por su cuenta; y por extensión: vida airada, ociosa y libertina, propia de quien va de un sitio para otro sin más propósito que la diversión desarreglada. Seguramente de ese uso derive el sentido que la voz tiene hoy, de mujer excesivamente ligera, mala e innoble, entregada a la prostitución. También es probable que debamos buscar en este término la explicación que sigue exigiendo la voz "pícaro".

 

 

Pedante.

Sujeto ridículo que alardea de erudición y conocimientos que no posee en el grado que él piensa; persona afectada en el hablar, y en el uso del léxico, utilizando a menudo palabrejas cuyo significado y alcance no domina, poniéndose a menudo en evidencia. El término se documenta en el primer tercio del siglo XVI, en que lo emplea Juan de Valdés en su Diálogo de la Lengua, diciendo que es voz de procedencia italiana. No tenía valor peyorativo, en esa lengua, como tampoco en el siglo XVII, en que Covarrubias se limita a definirlo así, en su Tesoro de la Lengua, en 1611: "El maestro que enseña a los niños". En el primer cuarto de ese siglo, Lucas Gracián Dantisco, emplea así el término, en su Galateo Español: "Engañaban luego a cuatro pedantes; mas llegaban luego los varones sabios y leidos, y decían: esta no es la doctrina de aquellos antiguos...".

No tardó en perderse el uso antiguo de esta palabra, relegándose a calificar a la persona que se complace de manera ridícula en adoptar poses de intelectual, haciendo inoportuno y vano alarde de un saber y ciencia que no posee. Es voz con futuro, toda vez que el sujeto al que describe es especimen social en alza.

 

 

Pedazo de, cacho.

La anteposición de este sintagma a términos humillantes u ofensivos, lejos de aminorar o disminuir su carga semántica multiplica las posibilidades del término al que se antepone: alcornoque, animal, bestia, burro, cabrón, imbécil, etc. Por lo general se utiliza en periodos exclamativos. Ramón de la Cruz, en muchos de sus más de trescientos cincuenta sainetes, utiliza a mediados del siglo XVIII el término: "¡Habrá pedazo de bestia!". Es uso extendido en casi todos los idiomas. Su porqué no está claro. Pudo haber originado del hecho de ser el término "pedazo" (parte de alguna cosa), usado por antonomasia en relación con el trozo de paño utilizado en los remiendos, o alusivo al trozo de cuero que se cosía en la suela del zapato para tapar agujeros. Estos empleos humildes y bajos contribuirían a hacer de la voz "pedazo + preposición de con valor indicativo de procedencia, origen o materia de que está hecho algo" una construcción léxica apropiada para rebajar o humillar a alguien o algo, mediante la disminución, acompañada de la connotación de desecho, desperdicio o sobras que tiene el término "pedazo", parte de algo ya no entero, roto y desechado. También se emplean otras formas léxicas, como "cacho, cachito ...", en cuyos casos o bien se quita hierro al insulto, acercándolo al ámbito de la familia o la amistad, o por el contrario se incrementa el poder despreciativo del insulto.

 

 

Pedorro, pedorrero, pedorrón.

Persona que con excesiva frecuencia y sin reparo expele las ventosidades o pedos del vientre. Se dice generalmente de los viejos incapaces de controlar ese mecanismo, o que no les importa el hacerlo. Acompañado de "viejo" equivale a "gagá"*. La carga semántica negativa del término se agrava con el aumentativo "pedorrón", y cobra toda su crudeza y matiz despectivo en su forma femenina.

 

 

Pegote,pegotero.

Persona que no se aparta de otra para comer a su costa, pegándose a ella para vivir de mogollón, llegando incluso a introducirse en casa de otro a la hora precisa de la comida o de la cena, haciéndose invitar. En ese sentido utiliza el término Quevedo, (primera mitad del siglo XVII): "Al sentarse a comer, mirará la mesa, y viéndola sin pegote, moscón ni gorra, echará la bendición".

Se dice asimismo del individuo que presume de lo que no es ni tiene, que se tira pegotes; también de quien desmerece o está fuera de lugar, de la persona o cosa que no pertenece al cuadro, notándose en seguida que se trata de algo postizo, a modo de parche.

 

 

Pejiguera.

En sentido figurado, persona quisquillosa y pijotera; sujeto o cosa que sin traernos provecho sólo ofrece molestia y dificultad. Bretón de los Herreros usa así del término, refiriéndose a alguien que no hace mas que recordarle lo que tiene que hacer, decir o recordar de continuo: "... sobre que no puedo olvidarme del canasto, ¡vaya que es pejiguera!...".

Es palabra de uso familiar, todavía en uso en el sur y sureste de España. La acepción principal del término alude a la planta llamada duraznillo, de sabor picante. Con el significado de "dificultad y embarazo", recoge el término E. de Terreros y Pando en su Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las 3 lenguas francesa, latina e italiana, (segundo tercio del siglo XVIII), de donde lo tomó la Academia a principios del XIX para incorporarlo al diccionario oficial. Consideramos que el uso figurado del término no está suficientemente explicado por Corominas y el resto de los filólogos que han abordado el problema. Podría proceder de una derivación popular del latín persicaria = hierba o planta de sabor dulzón y flores inodoras que se empleó antaño como detersivo para tratar y limpiar heridas superficiales, operación que se hacía con escrupulosidad tediosa, y fastidioso cuidado, tanto que cansaba y aburría a quien recibía el cuidado y a quien lo prestaba. Se dijo primero de situaciones y cosas, pasando después a describir a ciertas personas incordiantes y pesadas.

 

 

Pelafustán.

Holgazán; persona indolente y despreciable que merodea por el pueblo en busca más de beneficio que de oficio; pobre de solemnidad sin voluntad ni fuerza para salir de su miseria. Como los términos "pelagallos y pelagatos", es palabra compuesta, en este caso del verbo "pelar", y del substantivo fustán = tela gruesa de algodón con pelo por una de sus caras. El pelafustán pasa tanto tiempo tumbado con la manta encima que llega a pelarla. Las expresiones: "andar con la manta", "no quitarse la manta", "ser un manta", estan en relación con lo que decimos, cayendo de lleno en el ámbito de la holgazanería.

 

 

Pelagallos.

Individuo sin oficio ni beneficio, a quien no se le conoce domicilio fijo, ni modus vivendi claro; hombre de muy baja condición social, que no se ocupa de cosas honradas, ni tiene interés en vivir de manera reglada. Es palabra compuesta, aludiéndose con el segundo término, "gallos" a los dos naipes primeros que da el banquero en el juego del monte, entretenimiento en el que pasa las horas:

 

Otros pelagajos

que tienen ya callos,

no burléys con ellos;

mejor es dexallos...

 

 

Pelagatos.

Hombre pobre y desvalido, a menudo despreciable; sujeto de muy baja condición social, que a su pobreza une villanía. El calificativo alude al bolsón donde se guardaba antaño el dinero, llamado "gato" por hacerse con la piel de ese animal: pelar el gato era registrarlo hasta el fondo en busca de algún maravedí que pudiera haber quedado en su fondo. Bretón de los Herreros utiliza el término en el siguiente contexto:

 

¿Tan mal fundado juzgas el derecho

de una rica al amor de un pelagatos

que no tiene ni viña ni barbecho?

 

 

Pelanas.

Persona inútil y despreciable; pelagatos; individuo sin importancia, de condición social irrelevante; piernas. Es de probable construcción a partir de la voz "pelón, pelona": de escasos recursos, mísero, sumamente escaso, teniéndose in mente la idea de "pelado", de poco o ningún pelo. Mi padre, levantino, solía decir de quien no tenía recursos: "fulano es un pelanas por mucho que rasque o pele el forro de sus bolsillos".

 

 

Pelandusca.

Puta, ramera. El Diccionario de Autoridades, (primer tercio del XVIII), aventura la idea de que pudo haberse dicho porque las mozas descarriadas que andaban sueltas por plazas y calles eran peladas como castigo a su disipación. Leandro Fernández de Moratín, (finales del XVIII) utiliza así el término: "...la han heredado en vida chalanes, bodegoneros, rufianes y pelanduscas...".

Es término en declive, ya que las palabras para designar a este tipo de mujeres es siempre numeroso y cambiante, queriendo cada época tener las suyas propias. Pellejos, pellejas, pendejos, peliforras, zorras, zorrones, pendones, pécoras, putones, rameras, pelanduscas, meretrices, prostitutas, busconas, esquineras, tiradas, olisconas, pajilleras, pindongas, fulanas, lagartas y lagartonas, manflas y soldaderas, yiras y yirantas, yeguas y vacas, trotacalles, volantusas, potajeras y piltrafas..., son sólo una pequeña parte de la inventiva popular para esta profesional del amor y de las ilusiones al detalle. Hay una legión más de nombres que la imaginación ha querido relacionar con el viejo y útil oficio del amor tasado, medido, contado y despachado al por menor.

 

 

Pelele.

Persona simple e inútil, fácilmente manejable por su falta de personalidad; sujeto abúlico y sin carácter que va donde lo llevan y en todo se muestra obediente a lo que le dicen que haga. Palabra de uso tardío en castellano, de origen desconocido, aunque parece creación elemental del idioma, de formación expresiva. También pudo originar del entrecruzamiento de "lelo" con otro vocablo. No se documenta con anterioizdad a los años finales del siglo XVIII. El novelista Juan Valera, en su Pepita Jiménez, utiliza así el término: "No es mala pécora la tal Pepita Jiménez. Con más fantasía y más humos que la infanta Micomicona, quiere hacernos olvidar que nació y vivió en la miseria hasta que se casó con aquel pelele, con aquel vejestorio, con aquel maldito usurero, y le cogió ochavos".

 

 

Peliculero.

Sujeto fantasioso y mitómano que se inventa historias y cuenta películas que nada tienen que ver con la realidad. Persona mentirosa, un tanto enredadora, pero nada peligrosa, ya que a estos individuos se les ve venir, tomándose un poco a guasa los infundios y producciones que fabrica su poderosa capacidad fabuladora, y sus fantasías.

 

 

Pellejo.

Borracho, persona ebria. Es uso figurado: de pellejo u odre donde antaño se almacenaba el vino. Cursa con pendejo, y fue antaño insulto mayor que también se dirigía a la mujer de vida airada, sobre todo a las rameras de muy baja estofa. Con ese valor utiliza el término Quevedo, en el primer tercio del siglo XVII.

 

 

Pelma, pelmazo.

Pesado y cargante, auténtico coñazo. Persona tarda y reiterativa en sus pensamientos y acciones. "Pelma" es posterior a "pelmazo". Con la acepción citada hace poco honor a su etimología grecolatina: pegma-pegmatos = compacto, pesado, solidificado. Su significado principal fue el de "emplasto", pues Alonso de Palencia, en su Universal Vocabulario, (finales del siglo XV) habla del pilostrum y lo traduce por "pelmazo a manera de ungüento que pela desde la rays los pelos". Es término de viejo uso en castellano, ya que se encuentra en Gonzalo de Berceo y en el Libro de Alexandre, obras del siglo XIII. A pesar de esto, parece vislumbrarse su significado actual en el empleo que de esta voz hace (primera mitad del siglo XIV) Juan Ruiz en su Libro de Buen Amor:

 

"Alafé", diz la vieja, "desque vos veyen biuda,

sola, sin compañero, non sodes tan temida:

es la biuda, tan sola, como vaca, corrida;

por ende aquel omne vos ternié defendida:

este vos tiraría todos essos pelmazos

de pleitos e de fuerças, de vergüeñas e plazos".

 

Pelmazo, aquí, equivale a "lío, enredo, inconveniente, pega y coñazo", y está referido tanto a personas como a cosas, en sentido figurado, o por extensión. Ese significado básico tiene hoy. Así, cuando tildamos a alguien de pelmazo, tenemos in mente al pesado y cargante que viene a darnos la tabarra sin que podamos evitarlo. En este sentido es de uso no anterior a finales del siglo XVIII. Ramón de la Cruz escribe: "Vamos a la tertulia y , dejemos a estos pelmazos". También lo utilizaron los autores de canciones y copleros. Heredero de este uso es el cuplé La chula tanguista, que hizo famoso en 1924 La Bella Chelito (pseudónimo de la madrileña Consuelo Portella):

 

¿No habéis observado lo que pasa hoy

de noche en los soupers?

Van cuatro pollitos que no valen na, la gracia está en los pies.

(...) Van unos abuelos a la Pompadour

 que gastan bisoñé

y, aunque son más pelmas que Muley Hafid,

abillan el parné.

 

 

Pelón.

Se dice de quien no tiene medios ni caudal alguno; pobretón mísero lleno de deudas y cuitas, muy escaso de recursos; pobre de solemnidad. Se usa también en sentido figurado del verbo "pelar" en su acepción de despojar a uno de los bienes con engaño, arte o violencia; o desplumar, cuyo participio pasivo califica al jugador que lo ha perdido todo debido a la ludopatía que padece. Tirso de Molina, (primer tercio del siglo XVII) utiliza el término con el valor de persona tacaña, mezquina y avara, de escasos recursos, que se aprovecha de la gente a su servicio; así, pone en boca de un criado el siguiente parlamento:

 

 ...no gano

mas que una triste ración,

y con ella veinte reales

de salario, aún no cabales,

porque es mi dueño un pelón.

 

En Méjico es voz despectiva, dicha en el medio campesino al peón, al bracero, al que vive de un jornal que no le alcanza para sacar adelante la familia.

 

 


Дата добавления: 2019-02-12; просмотров: 196; Мы поможем в написании вашей работы!

Поделиться с друзьями:






Мы поможем в написании ваших работ!