Manga ancha (tener o ser alguien de).



Persona que disculpa con facilidad y excesiva indulgencia sus propias faltas y las ajenas; dícese también de aquellos confesores que ponen poca penitencia. Probablemente se alude a las mangas de los hábitos monacales. Variedad simpática de estos individuos es la llamada frigilis putilis, mujer que se justifica con suma facilidad, disculpando sus faltas con ligereza. José María Sbarbi cuenta en su Diccionario de Refranes, Adagios y Proverbios la siguiente graciosa anécdota: "Confesábase una mujer, y reprendiéndole el cura porque no se apartaba de la vida licenciosa que traía, se excusó ella con las palabras: "...como somos tan frígilis..." (queriendo decir "frágiles); a cuya excusa replicó el confesor: "...como somos tan pútilis...", remedando a la confesada".

Es calificativo que se aplica a quienes ponen excusas e inconvenientes inverosímiles e infundados.

 

 

Mangante.

Ladrón; sinvergüenza y desaprensivo que da sablazos. Persona despreciable, sin oficio ni beneficio, que se dedica a mendigar y a pedir, y que si no obtiene fruto con esas actividades no duda en robar. Es voz procedente del caló mangar = pedir, mendigar. Tiene abreviatura popular: "manguis".

 

 

Mangonero, mangón.

Chalán; individuo ocioso y entremetido; sujeto enredador que gusta de mangonear, tratando de mandar y disponer en personas y cosas que no son de su incumbencia, metiéndose en asuntos que ni le van ni le vienen. Es término de estirpe latina, utilizado bajo distintas formas a lo largo de la Edad Media, siempre con connotaciones negativas, y en situaciones y contextos donde prima el engaño, la burla o la vida holgazana y poco clara. Tuvo a finales del siglo XIX un uso literario entre los autores dedicados al realismo regionalista. Así, en Andalucía, Luna, en El Cristo de los gitanos, hace el siguiente brindis:

 

Por todos los flamencos, mangones y gitanos,

yo levanto mi caña de vino jerezano.

 

 

Mangorrero.

Tipejo inútil y despreciable; persona o cosa de nula importancia. Su primera acepción, documentada a finales del siglo XV en textos de Nebrija, es la de "cuchillo con mal mango, o mangorro". Por extensión se predicó de cualquier cosa, e incluso de personas. Es de uso peyorativo en todos los casos.

 

 

Manso.

Cornudo; hablando de maridos o novios, consentidores en que su pareja reciba galanteos y favores de otros hombres. Se dice del cabrón de condición apacible, pobre de espíritu, dominado por la mujer que hace y deshace tanto en su vida como en la propia de ella. Se alude a las reses que en las plazas de toros salen a devolver al animal dañado a los chiqueros, asociación que permite llamarlos también "cabestros". Iglesias de la Casa, en su Venus picaresca, (segunda mitad del siglo XVIII), emplea así el término:

 

¿Admiraste del marido

que, sin renta, y holgazán

sale al Prado tan galán

como un Adonis lucido?

Pues mira, esto ha conseguido

por ser mando de la villa,

o, en buen romance, cabrón:

"porque no se da morcilla

a quien no mata lechón"...

 

 

Manta.

Persona torpe y holgazana, sin oficio ni domicilio conocidos, que anda de un sitio a otro en busca de no se sabe qué. Del hecho de llevar estos individuos consigo la manta con que arroparse derivó el calificativo. De forma peyorativa se aplica a también a holgazanes y vagos con vocación de maleantes. Se aplica también (despectivamente) a los que ejercen su afición (o profesión) de manera desganada, deficiente, o a un bajo nivel, en particular a los deportistas.

 

 

Marica.

Es término habitual en los siglos XVI y XVII. Cervantes lo utiliza para referirse al hombre afeminado. Deriva del diminutivo de "María". Francisco de la Torre, en uno de sus Epigramas, lo retrata así:

 

A tu gobierno extendido

nada el marido replica;

el sexo va confundido,

tú eres, Marica, el marido,

y tu marido, el marica.

 

Es probable que, como escribe Camilo José Cela en su Diccionario del Erotismo, el marica de los siglos de oro no tuviera que ver con la práctica de la homosexualidad en su fase más dura, sino que se tratara de individuos flojos de carácter, fácilmente subyugables por la esposa o los amigos, con ciertos resabios y amaneramientos femeniles. Su valor semántico, antaño, sería como el de nuestros mariquitillas de hogaño, que en el sentido sexual de la frase, amagan pero no dan.

 

 

Maricón, marión, maricona.

Aumentativo de marica. Hombre, afeminado o no, que busca para el goce sexual la compañía de otro hombre, adoptando actitud pasiva o de puto tomante. Invertido; sodomita. Si bien hoy es insulto, ofensa grave y palabra gruesa, hasta mediados del siglo XIX era menos virulento. Covarrubias, (1611) lo define así, en su Tesoro de la Lengua: "El hombre afeminado que se inclina a hazer cosas de mujer, que llaman por otro nombre marimaricas; como al contrario dezimos marimacho la muger que tiene desembolturas de hombre".

Cervantes, y el teatro de los siglos de oro, utilizan el término "marión". Quevedo, que lo hubiera utilizado en toda su crudeza de haber sido ese el caso, se limita a equipararlo al que hoy tiene la voz "afeminado" ; Tirso de Molina, sin embargo, parece equipararlo a puto y cobarde:

 

-Dejad de tañer el muerto,

pues eres pandero vivo.

-¿Quién te mete en eso, chivo?

-Dalas, carretero tuerto,

y callen los mariones.

 

"Maricón" no era todavía insulto grueso en la primera mitad del siglo pasado; Bretón de los Herreros, en su comedia Marcela, o ¿a cuál de las tres? (1831) lo utiliza como achaque leve, haciendo exclamar a uno de los protagonistas, referido a cierto individuo con ademanes feminoides: "¡Qué enfadoso maricón!", sentido que todavía conserva entre los hablantes hispanoamericanos. En cuanto a la voz "maricona", no la hemos escuchado en contextos en que se aplique a la mujer desviada, tortillera o lesbiana, sino al hombre que se pasa de rosca en el ejercicio de la mariconería: maricón superlativo, o el no va más en lo que a ser maricón se refiere; también se llama así al mariconazo afectado, que exagera su condición de bardaje o sodomita paciente; pervertido que se insinúa a los hombres, e incluso se mete con ellos para tentarlos.

 

 

Marimacho.

Mujer que se comporta como un hombre, y que a menudo tiene los gustos de éste, pareciéndolo en su corpulencia y modo de conducirse. Es contracción de "María y macho". Pedro Felipe Monlau, médico de mediados del siglo XIX, y autor de un Diccionario etimológico, dice: "Hay algunas marimachos, o mujeres hombrunas, de costumbres masculinas, voz ronca, etc.".

 Es término utilizado ya en el siglo XVI, y poco después por Lope de Vega, en La Serrana de la Vera, donde dice:

 

Lindo talle, hermosa moza,

si marimacho no fuera...

 

No tenía antaño la connotación de lesbianismo que hoy conlleva, sino únicamente el de hembra fiera, desenvuelta en las cosas de los hombres, y de aspecto masculino; no parece que se quisiera ir más lejos. En la primera mitad del XVIII, Diego de Torres y Villarroel, en su Barca de Aqueronte, dice de cierta dama que "volvióse marimacho y brotó un par de bigotes como un tudesco". Sobre el espinoso asunto de la homosexualidad femenina, que con tanta desenvoltura abordó el mundo clásico, la sociedad europea en general, y española en particular, corrió un conveniente velo, de modo que no hay referencias literarias excesivamente claras sobre la materia. No se consideraba, por otra parte, cosa ofensiva, sino melindres propias del sexo débil a las que, como en casi todo lo que con él se relacionaba, se le concedía poca importancia. Era insultante recordarle a una mujer lo poco femenino de su aspecto, y mentarle los bigotes o los descomunales bíceps.

Hoy, sin embargo, es grave ofensa, pero menos injuriosa que bollera o tortillera*, voces que descarnadamente ponen sobre la mesa la cuestión de la homosexualidad femenina.

 

 

Mariol.

Marión. Sodomita; maricón o puto que en la relación homosexual adopta la actitud del tomante. Procede del término catalán homófono, y éste del patronímico femenino "María". Covarrubias (1611) recoge esta voz con un significado diferente. De que se utilizaba en el siglo XVII tenemos constancia por un manuscrito de cierta Descripción de Argel, escrita en el primer tercio de ese siglo, que todavía aguarda publicación, y donde cautivos, moros y cristianos de aquella ciudad emplean el término como sinónimo de bujarrón.

 

 

Marioneta.

Fantoche; títere; persona que carece de opinión y actúa y se conduce en función del criterio de los demás. También se dice del sujeto que falta a su palabra, o varía caprichosamente las condiciones de algún compromiso. Es galicismo moderno, con el valor de "títere". El matiz peyorativo de su significado se entiende en sentido figurado de la acepción principal. Es término cuyo empleo está cayendo en desuso a favor de la voz "títere".

 

 

Mariposa, mariposón.

Maricón, sobre todo en la forma aumentativa del término; también se dice de quien es veleta y cambiante, que va de una ocupación en otra, desempeñando muchos oficios diferentes en poco tiempo; persona promiscua, que muda de relación de pareja con gran celeridad, incapaz de comprometerse seriamente en sus relaciones afectivas. Se dice en sentido figurado, teniéndose in mente la costumbre de ese insecto de posarse sobre diversas flores en poco tiempo. Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua (1611), le da otro significado:

 

Mariposa es un animalito que se cuenta entre los gusanitos alados, el más imbécil de todos los que puede aver. Tiene inclinación a entrarse por la luz de la candela, porfiando una vez y otra, hasta que se quema. (...) Esto mesmo les acontece a los mancebos livianos que no miran más que la luz y el resplandor de la muger para aficionarse a ella, y quando se han acercado demasiado, se queman las alas y pierden la vida.

 

 

Mariquita.

Hombre afeminado y cobarde, que se comporta con la pusilanimidad y remilgos de una mujer. No está claro su grado de coincidencia semántica con los términos "maricón o marica". Le gusta comportarse como una mujer, porque en el fondo se siente femenino, y como tal mujer que se siente busca al hombre, y no como un hombre busca a otro, en el caso del homosexual puro. Los autores no se ponen de acuerdo a la hora de encauzar al personaje en cuestión. En el siglo XIX estaba visto como una mezcla de conductas, todas ellas negativas. Así, Bretón de los Herreros, autor muy representativo del momento, escribe:

 

¡Y a tu amo

que es un loco, un mariquita,

libertino y jugador,

tanto agasajo...!

 

 

Marmitón.

Galopín, pícaro de cocina o paje de escoba; muchacho sucio, desaliñado y generalmente sin familia; aprendiz de mendigo y acompañante de ciego o lazarillo. Estebanillo González, en el prólogo a la novela picaresca del mismo nombre, escribe (1646):

 

Criado de un Secretario,

marmitón de una Eminencia,

barrendero y niño Rey

de un Príncipe de la Iglesia.

 

El término fue popular incluso a mediados del siglo pasado, en que Antonio Flores, gran conocedor de la vida pequeña, de las peripecias del pueblo llano, muestra a uno de estos pinches de cocina apicarados y crueles: "Los marmitones de las casas de la grandeza y los demás criados que iban a la plaza, no volvían tan pronto como el vecino honrado".

Es voz derivada de "marmita", olla o perol grande con tapadera, donde se cocinaba el gran plato único de las comidas de otro tiempo: los guisotes, potajes y cocidos.

 

 

Maromo, maromero.

Rufián, chulo de mancebía; chorbo, mozo que hace compañía a una mujer. En la América hispanohablante se dice del volatinero y acróbata; de donde por extensión: persona informal y poco constante, veleta que muda de opinión y partido con facilidad.

 

 


Дата добавления: 2019-02-12; просмотров: 236; Мы поможем в написании вашей работы!

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