Cebollo, cebolludo, cebollino.



Persona basta, sumamente ordinaria y tosca, que a esas notas de carácter une la condición física de ser gruesa en exceso, de cuerpo abultado y un tanto retaca. Sujeto torpe, de gran rudeza, que no sabe estar ni guardar las apariencias. Su empleo como sinónimo de ignorante y zafio está relacionado con la fama que tuvo la cebolla de afectar negativamente a la razón y al sentido, acrecentando la parte animal del hombre: su capacidad reproductora, tornándole cachondo, pero bobo. En lo relacionado con "cebollino", es voz que formó parte antaño de un sintagma ofensivo: mandar a alguien a escardar cebollinos era tanto como enviarlo a la mierda, o a hacer puñetas. También se dijo "cebolludo" a quien tiene gustos ramplones y viles.

 

 

Cegajoso.

Legañoso, que de manera habitual tiene los ojos cargados y llorosos. Es voz de uso muy antiguo, que utiliza a menudo Gonzalo de Berceo en el primer cuarto del siglo XIII. Diego Gracián, humanista del siglo XVI, utiliza así el término:

 

"Los lisonjeros de Dionisio, cuando estaba él cegajoso, hacían que se caían unos sobre otros..., fingiendo estar ellos también cegajosos".

 

 

Cegato, cegatón.

Muy corto o escaso de vista. Utiliza el término el maestro Gonzalo Correas, en su Vocabulario de refranes, en el primer cuarto del siglo XVII.

 

 

Cencerro.

Se dice de la persona alocada, ruidosa y desatinada. En León, mujer de vida excesivamente ligera, y de cuya honestidad u honradez se sospecha. En el siglo XVI se dijo "cencerros" a los hombres parlanchines, impertinentes y bulliciosos, y a las mujeres excesivamente parleras y ventaneras, que gustan de ser vistas, oidas y notadas. Hoy se emplea familiarmente, en ámbitos de la amistad, en la frase "estar como un cencerro", que significa no regir alguien bien, estar tocado o mal de la cabeza.

 

 

Cenizo, ceñiglo.

Como el cenutrio, es un gafe; sujeto que arrastra mala estrella y contagia su mal fario a quienes se relacionan con él. En su principal acepción, es nombre de planta también llamada "ceñiglo, o verga de pastor", de hojas cenicientas. En algunos sitios se ha utilizado para extraer de ella la sosa. Proliferan en estercoleros y tierras viciosas, entre plantas espinosas y de aspecto sucio. Esta circunstancia hace que Juan Ruiz, en su Libro de Buen Amor (primer tercio del siglo XIV), diga de cierta serrana sucia:

 

Nunca desque nasçí, pasé tan grand peligro

de frío: al pie del puerto falléme con vestiglo,

la más grande fantasma que vi en este siglo,

yeguarisa trefuda, talla de mal çenniglo.

 

Pero amén de lo dicho, el término en cuestión deriva de "ceniciento" (de color ceniza); en algunos sitios se dijo "cenízaro". Sánchez de Arce, en la segunda mitad del siglo XVI, sitúa esta planta en un contexto o ambiente negativo, hablando de ciertas tierras malas donde sólo se crían "abrojos, cardos, espinas y ceñiglos", plantas todas ellas de aspecto ceniciento, polvoriento y sucio, cuya presencia no barrunta cosa buena, ni da lugar a esperar buena ventura. En general, se predica o dice del individuo que trae a los demás mala sombra o suerte desastrada y adversa. Esta acepción tiene que ver con su parentesco con la voz "ceniza", símbolo de muerte, aniquilación y espanto.

 

 

Cenutrio.

El término se emplea hoy, en la calle, con la acepción principal de "persona boba y torpe". Es voz de creación expresiva, a partir del substantivo "ceniza", de la familia de los cenizos y cejijuntos, cejudos o ceñudos. Su valor semántico es el de individuo torvo, hosco y avinagrado, cuyo malhumor de fondo puede estar provocado por dolencias de tipo gastrointestinal. De aspecto sombrío y actitud pesimista, se muestra derrotista ante los acontecimientos de la vida, tratando de contagiar esta visión a cuantos con él conviven o se relacionan. Es voz heredera del contenido semántico que tenía antaño la palabra "ceñudo": Sujeto que muestra enfado, disgusto o pesar sin causa determinada; persona que frunce el ceño, encapotando las cejas para denotar enojo o gravedad y seriedad necias. Tiene puntos de contacto con el gafe, y puede, en un momento dado, dar el mal de ojo o fascinación. Cargado de energía negativa, el cenutrio esparce por doquier su profundo resquemor y enfermiza melancolía.

 

 

Ceporro.

Se dice del individuo rudo, basto, de poco ingenio. En su acepción principal, el término alude a la cepa vieja que, no dando ya fruto, se arranca para leña; también significa resto de tronco o tocón de árbol talado o muerto. En sentido figurado se dijo de alguien que duerme tan profundamente que no sería fácil despertarlo, acepción en la que se cruza con el modorro. El ceporro suele ser un niño, con lo que al resto de sus peculiaridades se unió la inocencia que se supone en la corta edad. Las bases semánticas de la palabra son, pues: infancia, tendencia a dormir de manera exagerada y profunda, simpleza. De ahí que no tardara en sumarse a estas cualidades un cúmulo de significados, una gama de acepciones como las que siguen:

 

-Incapaz de sacramentos (el bebé sólo puede recibir el bautismo).

-Cabeza de tarro (sólo tiene volumen, pero está hueca).

-Media cuchara (bebé enclenque que come poco, pero está gordo).

-Tolondro.

 

De todos éstos se dijo que dormían como ceporros. Pero como se limitan a dormir no les queda tiempo para tonterías, por lo que el ceporro, de natural bienintencionado, resulta inofensivo.

 

 

Cerdo.

Este porcino, con sus análogos "puerco, guarro, cochino, marrano", animal de bellota, ha recibido tantas bendiciones y piropos por parte de unos, como improperios y vejámenes por parte de otros. A ese estado de cosas ha dado lugar la definición y descripción que del animal se hace:

 

Animal inmundo y sucio que se ceba y engorda para que sirva de mantenimiento. Tiene la cabeza grande, el hocico largo y en la extremidad redondo, rodeado de una carne ternillosa y dura, con que hoza, cava y levanta la tierra o suciedad. Las orejas son muy grandes y puntiagudas, y tiene cubierto de cerda todo el cuerpo.

 

Junto a estas referencias, en sentido figurado se dice cerdo al hombre desaliñado y sucio, grosero y vil. La palabra es de uso tardío, ya que aparece escrita por primera vez en el Diccionario de Autoridades, en el primer cuarto del siglo XVIII, de creación eufemística en su día, cuando "puerco" "marrano" y "cochino", preexistentes, se convirtieron en voces malsonantes que no era de buen tono utilizar en público. De hecho, no conocieron el término los grandes autores del Siglo de Oro, como Cervantes o Góngora. Tampoco el Refranero lo recoge hasta entrado el siglo XVIII, en que se acuñan algunos como los que siguen: "El cerdo no quiere rosas; dale aguas cenagosas"; "el cerdo no sueña con rosas, sino con bellotas". (Véanse además: "animal de bellota", "puerco", "cochino", "marrano").

 

 

Cernícalo.

Persona muy bruta; ignorante extremado, de quien se puede abusar sin dificultad, ya que es de natural manso a pesar de su rudeza. Su acepción principal alude a este ave de rapiña, la más extendida en España, conocida y temida porque suele rondar palomares y pajareras para ver de llevarse alguna pieza. Son pájaros ruidosos y osados, capaces de correr cualquier riesgo con tal de asegurar la pieza que se han propuesto cazar. Sin embargo, son asimismo muy domesticables, tanto que con el cernícalo se entretienen los muchachos, haciéndoles venir a tomar la carne directamente de sus manos. Hallar similitudes entre el hombre muy ignorante y pacífico u obediente, y el cernícalo, sólo es posible a partir de una condición que tienen en común: se dejan tratar sin dificultad, y no resulta difícil engañarlos.

 

 

Cerril.

Persona grosera y rústica, tosca e inculta. Se toma en sentido figurado, teniéndose in mente el adjetivo que antaño servía para referirse a las bestias montaraces y al ganado mular o caballar no domesticado o asilvestrado, así como a los toros cuando son enteros. Fray Luis de León utiliza el término, aplicado a las mujeres: "Unas hay cerriles y libres como caballos, y otras resabidas como raposas...".

Hoy se emplea a menudo para denotar a la persona que no atiende a razones y se cierra en banda ante cualquier opinión o iniciativa que no sea la suya, o a la que está habituado; se toma asimismo como sinónimo de cerrojo.

 

 

Cerrojo.

Se dice de la persona basta e ineducada que al mismo tiempo es cabezota y cerrado de mollera; individuo torpe, de entendimiento bloqueado, incapaz de aprender. Es mezcla de cerril y tocineras: sujeto torpe y tonto, a la par que cabezón.

 

 

Chafallón.

Chapucero y torpe; persona que en su oficio hace las cosas de manera tosca e indelicada. Del verbo "chafallar": reparar torpemente, parchear, echar remiendos. Es también voz que se aplica a los escritorzuelos que se limitan a reescribir lo escrito por otros haciendo refritos.

 

 

Chafalote.

Llamarle a alguien así es tanto como tildarle de "pijo, polla, chorra, capullo" y el largo et cetera de sinónimos de esta particular parte de la anatomía masculina. Se utiliza en sentido figurado, teniéndose in mente la acepción principal del término: cuchillo ancho con que los guanteros raspan las pieles. Es término utilizado predominantemente en Argentina, donde se dice de la persona ordinaria, de modales groseros. Algunos quieren sea aumentativo de chafallo, remiendo tosco con que se remediaba un roto o un descosido, sin importar el color del tejido al que se incorporaba. En Panamá y otros puntos de América Central, es sinónimo de desaseado, mal vestido.

 

 

Chala(d)o.

Alela(d)o; falto de seso o juicio. Participio pasivo del verbo chalar, voz procedente del caló, lengua gitana en la que significa "irse". Es de uso tardío, ya que se documenta por primera vez en los Cantes Flamencos, de Demófilo, (segunda mitad siglo XIX). El cambio semántico, de ido a loco, se haría mediante una confusión entre la palabra "chalao" = ido, y otro término también del caló: chaslao = loco. Como en el caso de "pirarse", voz gitana que también significa "irse", chalarse experimentó un cambio semántico en la misma dirección: volverse loco. Es corriente asociar esta locura con el trastorno producido por la pasión amorosa; de hecho, en esa dirección va el dicho que afirma: "chalao y enamorao, los dos caen a un lao". En el cuplé La mujer moderna, de 1919, se lee:

 

Pero ahora me tiene chalá

un atleta extranjero muy rubio...

 

Y otro cuplé muy posterior, La chula de ayer y hoy, creación de Mercedes Serós, estrenada por esta cupletista en 1932 (música de Luis Barta y letra de Alvaro Retana), se usa así el término:

 

Quiere hoy la chula ser peliculera,

tener un piso con calefacción

y, enamorada de un galán de cine,

ya no quiere nada con un chulapón.

¿Verdad que sí? ¡Chalás que son!...

 

 

Chanflón.

Persona ordinaria, tosca, grosera y basta, poco cuidadosa de su aspecto, y de apariencia desaliñada y sucia. Entre los insultos con que Quevedo distingue a ciertos caballeros en su Vida del Buscón, cita a los chanflones: "Caballeros hebenes, hueros, chanflones, chirles". En los siglos de oro equivale también a "mequetrefe, embrollón, chusco y chapucero".

 

 

Chapuza, (-s) chapucero.

A la obra manual de poca importancia, hecha sin arte y mal acabada, se llama chapuz; y chapucero, a la persona que las hace. El plural "chapuzas" es despectivo, creado a imitación de "manazas, bocazas", etc. El término chapuz y chapuza se documentan en castellano a finales del siglo XVII, y "chapucero", a principios del mismo siglo en la obra de Del Rosal, Origen y etimología de todos los vocablos originales de la lengua castellana (1601). Diez años más tarde recoge el término Covarrubias, en su Tesoro, pero equivocadamente: "...el herrero que haze clavos de cabeça redonda…” definición desacertada que enmendaría en parte el Diccionario de la Academia, en el primer tercio del siglo XVIII. Cree Corominas, en su Diccionario Critico Etimológico, que el término procede de la voz francesa antigua y dialectal chapuis. Sea como fuere, su valor semántico, tal como se ha entendido siempre, se ajusta al de esa voz, connotándose con esta palabra "la falta de arte, profesionalidad y esmero" que se pone en la elaboración de una cosa, o el arreglo de otras. Jovellanos, en la segunda mitad del siglo XVIII, utilizó muy a menudo el término, en parte porque se quejaba del grado de impericia a que se había llegado en España en la práctica de los oficios: "¿Y por qué habrán buscado un pintor chapucero, habiéndole aquí el mejor que se halla hasta las puertas de Madrid...?".

Ramón de la Cruz, pone en boca de una criada estas palabras:

 

-Señora, dice mi ama

que usté es una chapucera,

y que está muy mal lavada

la escofieta...

 

 

Chaquetero.

Oportunista y cínico pronto a cambiar de bando si pintan bastos en el que milita. Se dice también de quien se sube al carro del vencedor, desertando de las banderas que servía, olvidando amigos; arribista. Se dice también de quien deja un partido o credo para abrazar otro. Antaño a esta actividad innoble se la denominaba "cambiar de casaca". Es villanía antigua, documentada a mediados del siglo XVI. La frase pudo haber originado en tiempos de la Reforma Protestante y sus guerras de religión. Católicos y luteranos vestían casacas de colores diferentes, pero con forro cambiado, es decir: el forro de la casaca protestante era del color de la casaca católica, y viceversa. Como deserciones y traiciones eran frecuentes, a quien se pasaba a la causa contraria le bastaba con volver la casaca del revés, a fin de prevenir al antiguo enemigo de sus intenciones de abrazar su causa. Cambiaban de casaca como hoy se cambia de chaqueta, y al truhán que lo hace se le llama de esta generosa manera.

 

 

Charrán.

Sinvergüenza y tramposo; pillo, tunante, mala persona capaz de traicionar a sus amigos, a quienes puede hacer alguna jugarreta y gastar malas pasadas. Corominas cree que puede proceder de la voz del árabe vulgar sharrani = malvado, aunque por su tardía aparición (segunda mitad del siglo XIX) pudiera derivar de "charro". No obstante lo dicho -y siguiendo igualmente a Corominas- no es descartable una etimología vasca: del término txarr = malo, defectuoso, que parece lo más razonable, toda vez que en el vascuence de diversos puntos de Vizcaya existe la voz "charrán" como sinónimo de "diablo", según Resurrección María de Azkue en su Diccionario Vasco-Español-Francés (1905).

 

 

Chicha ni limonada, o limoná (no ser alguien ni...).

Donnadie. Se dice de la persona inútil, que no vale para cosa alguna; sujeto insubstancial, sosote y pelma, a quien no se le conoce habilidad alguna. La frase funciona con valor adjetivo. La chicha de que se habla es la bebida resultante de la fermentación del maíz tostado, piña y panocha en agua azucarada, que se toma mucho en América Central y del Sur. En cuanto a la limonada es, como el lector sabe, un refresco sin alcohol, muy popular ya en tiempos de Lope de Vega y Cervantes. El porqué de la expresión adjetiva está en que no ser ni una cosa ni otra es tanto como no ser nada.

 

 

Chiflado.

Loco o débil mental. Seguramente del término "chiflar" con el valor semántico de silbar , cruzado con otra acepción del mismo verbo: mofarse de algo o de alguien. Covarrubias apunta en su Tesoro de La Lengua, hacia la dirección correcta, a la hora de entender el origen del calificativo:

 

(Chiflar), muchas veces es señal de hacer burla y escarnio de alguno, del cual decimos que le chiflan los muchachos...

 

Es decir, individuo estrafalario, de aspecto cómico, que lleva tras de sí una turba de rapaces insultándole e incordiándole por su conducta y maneras de loco. Chiflado es tanto como sujeto motejado de orate y fatuo, tomado a chifla, mofado.

Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, en El traje de luces, emplean así el término:

 

 Aquí no hay más lezna que usté, ni más cascarrabias que usté, ni más chiflao que usté, que con er toreo clásico está perdiendo la chaveta.

 

El militar y escritor canario de la segunda mitad del siglo XIX, Nicolás Estévanez, en Fragmentos de mis memorias, al hablar de cierto capitán llamado Sanz, escribe equivocadamente:

 

Era uno de los tipos más notables del antiguo Ejército. Había servido en Filipinas, y él fue quien nos importó la chifladura, la enfermedad y el nombre, pues ambas. cosas de él proceden. El mismo confesaba no estar en su juicio.

 

 

Chinche.

Individuo pesado, porfiado y polémico en extremo; tijeretas cargante y enojoso. Se emplea en sentido figurado, aludiéndose al insecto del mismo nombre, que pica y chupa la sangre de su víctima. Ramón de la Cruz, en uno de sus divertidos sainetes, utiliza así el término, en el siglo XVIII:

 

-¿Has tomado algo?- Muy poco;

lo dejamos para luego

que se nos vaya esta chinche,

por el gusto de que estemos

todas juntas.

 

Era voz muy ofensiva en el siglo XVII. Por otra parte, este insecto hemíptero de cuerpo aplastado tenía reputación ambivalente. En tiempos cervantinos se utilizaba en farmacia: "majadas y metidas en la canal de la orina remedian la dificultad del orinar", aseguraba el Dr. Andrés Laguna en el siglo XVI; eran asimismo remedio eficaz contra las fiebres intermitentes: "Siete chinches metidas en la cáscara de una haba y tragadas antes del paroxismo aprovecha a las cuartanas; sin el tal hollejo tomadas, son útiles a las mordeduras del áspide".

 

 

Chinchorrero.

Individuo mentiroso y fantasioso, que anda siempre con embustes y patrañas; persona impertinente y pesada, cuentista y chismosa. Deriva el término de la voz "chinche" y su verbo "chinchar". Parece razonable Covarrubias en su Tesoro (1611), quien da esta etimología: del italiano cianciorrero, de ciancie: patrañas, mentiras y burlas.

 

 


Дата добавления: 2019-02-12; просмотров: 245; Мы поможем в написании вашей работы!

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