Chiquilicuatro, chiquilicuatre. 8 страница



Son numerosas las formas léxicas que puede adoptar este vocablo: gilimierdas, gilibobo..., y así ad infinitum.

 

 

Gitano.

Individuo perteneciente a esa raza y condición. Entre los árabes, la voz aramís (gitano) equivale a ladrón. Es término ofensivo con el que se zahiere a quien se pretende tachar de ladrón, traicionero, sucio y tramposo. A esta imagen suya contribuyó la fama a la que al parecer se hicieron acreedores en los primeros tiempos de su estancia en Europa. A España llegaron mediado el siglo XV precedidos de esa reputación negativa, ya que a principios del siglo XVI se conocía el libro de J. Aventino Annales boiorum (1515) que decía sobre ellos:

 

...quienes llamamos zíngaros empezaron a vagar por nuestro tiempo (1489) por nuestros países buscando impunemente el sustento con hurtos, rapiñas y adivinaciones. Entre otros embustes dicen que son de Egipto y que están obligados por Dios a vivir desterrados; y fingen que con el destierro de siete años hacen penitencia por el pecado de sus antepasados que no quisieron hospedar a la Virgen María con su Hijo Santísimo. Por experiencia, he sabido que usan la lengua venedesa y que son traidores y exploradores.

 

Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua (1611) escribe:

 

Esta es una gente perdida y vagamunda, inquieta, engañadora, embustidora... venidos por acá admiten (en su compañía) otros vellacos advenedizos que se les pegan... fuera de ser ladrones manifiestos, que roban en el campo y en poblado, de algunos dellos se puede presumir que son espías y por sospecha de ser tales los mandó desterrar de toda Alemaña el emperador Carlos V... . Dezimos a alguno ser gran gitano quando en el comprar y vender tiene mucha industria. Son grandes trueca buiras, y en su poder parecen las bestias unas cebras, y en llevándolas el que las compra son más lerdas que tortugas.

 

En cuanto a su etimología, parece ser aféresis de "egiptano", nombre que se les dio por creerse que este pueblo (oriundo de la India), había venido a Europa procedente de Egipto. Los autores de los siglos de oro -en particular Miguel de Cervantes-, ofrecieron una estampa acre y poco divertida del gitano, calando ya en este término un semantismo progresivamente despectivo y humillante, seguramente exagerado en su virulencia, y claramente injusto como todo estereotipo.

 

 

Golfín.

Ladrón que iba con otros en cuadrilla; salteador de caminos; bribón y facineroso. Es voz de uso extendido en la Edad Media, documentada ya en el siglo XIII. En el Conde Lucanor, del Infante Don Juan Manuel, es sinónimo de estafador. Cree Ramón Menéndez Pidal que el término derivó, por metátesis, de folguín, voz que a su vez es derivada de folgare: holgar, vagar, de donde surge el calificativo holgazán, por ser el golfín una especie de pícaro, vago y tahur que no se ocupa de cosas decentes y de provecho. Sea o no atinada esta etimología, que Corominas cree desacertada, no es menos problemática la que el filólogo citado defiende: "golfín, nombre de un pez, variante de delfín". En el Libro del caballero Zifar, (primer cuarto del siglo XIV) se utiliza el término como sinónimo de malhechor, ladrón que comete sus fechorías en los caminos.

 

 

Golfo, golferas.

Pilluelo y pícaro, vagabundo y maleante. Es voz muy empleada en Madrid, posible derivación retrógrada del término "golfín", aunque en nuestra opinión lo tardío de su aparición (finales siglo XIX) lo hace poco probable. Tiene el mismo valor semántico que "golfín", voz ésta que por tener morfología de diminutivo pudo haber provocado la construcción del correspondiente positivo "golf-o". En cuanto al "golferas", es de creación y uso popular. (Véase lo que decimos sobre el sufijo "-ras" en "rareras").

 

 

Goliardo.

Persona de vida desordenada y poco clara; individuo vicioso, de hábitos desarreglados y costumbres disolutas. En la Edad Media se dice del clérigo corrompido, jugador, bebedor y fornicario, que incumplía sus votos y vivía asilvestrado entre estudiantes, pícaros y vagabundos, amancebado con alguna barragana.

 

 

Gomoso.

Pisaverde, petimetre, currutaco; lechuguino excesivamente baboso con las mujeres. Deriva de "goma", en su acepción de "laca, maque", de donde también se dijo "maqueado", por el peinado tratado con esa substancia que se empezó a utilizar en España durante la segunda mitad del siglo pasado, y del que abusaron los elegantes del momento. Su equivalente actual es el tipo engominado que se embadurna la cabeza con fijador. En la zarzuela del maestro Francisco Alonso, Las Leandras, se utiliza así el término, que no debía tener por entonces demasiada vida:

 

Y el gomoso que la ve

va y le dice: Venga usté

a ponerme en la solapa

lo que quiera;

que la flor que usté me da,

con envidia la verá

todo el mundo por la calle

de Alcalá.

 

 

Gorrino, gorrín.

(Véase "guarro" ). Son formas populares del cerdo, de creación onomatopéyica, a partir del gruñido de este animal. Se trata más que de cerdos adultos, de lechones. Gorrino es a guarro lo que cochinillo es a cochino. Como insulto, improperio u ofensa, es más ligero que el de "puerco" o "cerdo"..., pues mientras más grande y viejo el bicho, más sucia y despreciable la persona.

 

 

Gorrón.

Persona que tiene por costumbre vivir o divertirse por cuenta ajena. Es calificativo de antiguo uso en castellano. Tiene que ver con la prenda del tocado a que se alude: la gorra. Gonzalo de Correas, en su Vocabulario de refranes, (primer cuarto del siglo XVII) asegura que lo de comer de gorra se dijo "cuando uno se mete con buenas palabras y la gorra en la mano al convite de otros, o cosas semejantes, sin ser convidado". Pero antes de que el maestro Correas escribiera esto, Mateo Alemán pone en boca del pícaro Guzmán de Alfarache la frase siguiente: "Ya querían empezar a merendar cuando burlando quise meterme de gorra". Y medio siglo más tarde, el también pícaro Estebanillo González, en la novela del mismo nombre, dice que comer de gorra es comer por cortesía, gracias a los muchos saludos o gorrazos, que prodiga el parásito. Tanto era así que existía un refrán donde gráfica y claramente se afirmaba: "Buena gorra y buena boca hacen más que buena bolsa". El gorrón es un tipo humano eterno y atemporal, ya que la aspiración íntima del hombre es vivir a costa de alguien. El gorrismo tiene vertiente intelectual o moral: los criados o escuderos de caballeros ricos que en los siglos de oro acudían a la universidad acompañando a sus amos, aprovechaban el ocio o el privilegio de sus amos para instruirse ellos; nos referimos a los capigorristas, así conocidos por llevar capa y gorra. El Diccionario de Autoridades, (primer cuarto del siglo XVIII) incluye el concepto en los siguientes términos: "Tomar parte en una comida sin ser invitado". Desde entonces el personaje ha variado poco en cuanto a sus metas, aunque si en cuanto a los medios. El gorrón de hoy es de más dificil detección, ya que anda enmascarado, parapetado detrás de un sueldo que le dan por desempeñar actividades supuestas, viviendo a costa del erario público. Elevado ha sido siempre el número de los gorrones, y rico en anécdotas. Voltaire, en el siglo XVIII, contaba cómo cierto caballero que visitaba su residencia de Ferney, le había tomado tanto gusto a su casa que no salía de ella, en lo que se parecía a Don Quijote, con una pequeña diferencia: mientras el hidalgo manchego tomaba las posadas por castillos, su amigo había tomado su casa o castillo por posada. En femenino, el Diccionario de Autoridades registra el término con el significado de ramera, mujer pública: "...mujer de baja suerte que sale a prostituir su cuerpo para ganar torpemente su vida." Juan de Zabaleta, en El dia de fiesta por la tarde, (mediados del siglo XVII) ve así al personaje:

 

Sale luego una gorrona, adornada toda la cabeça de media vara de listón encarnado, hecho lazada en el pelo, sobre una entrada de la frente. En las orejas, unos arillos de oro tan sutiles que, aun siendo de oro no valen nada. Luego una gargantilla de corales (...) para preservación contra el mal de ojo.

 

 

Granuja.

Muchacho vagabundo; pillo. Al conjunto de truhanes y pícaros, a los componentes de la granujería, se llamaba también "granuja". Un entremesista, dirige estas palabras a los asistentes al corral de comedias para que no le pateen la obra:

 

Carísimos mosqueteros,

granuja del auditorio,

defensa, ayuda, silencio,

y brindis a todo el mundo.

 

Hoy se utiliza, más en el Levante que en Castilla, para calificar al golfillo o golferillas simpático y gracioso, a quien no le importaría siquiera prostituirse con tal de lograr lo que se propone.

 

 

Grilla(d)o.

De la persona que dice tonterías se predica que tiene grillos en la cabeza, o que anda a caza de grillos, es decir: que pierde el tiempo en empresas quiméricas y carentes de sentido; sujeto de poco fundamento, insensato cuyas opiniones no son tenidas en cuenta. Se utiliza en contextos similares a los del calificativo "chala(d)o". Con este valor semántico no encontramos recogido el término en ningún diccionario, a pesar de que su uso está extendido, sobre todo en puntos diversos de la Corona de Aragón y del antiguo reino de Valencia, donde grillat es el equivalente al castellano "grillado", con el significado de "cosa que empieza a malograrse o a no andar bien". Es posible que descienda de una voz alemana grille: veleidad, capricho, extravagancia y locura.

 

  

Grosero.

Basto, tosco; persona que no observa el decoro, ni sigue las reglas de urbanidad; patán que se conduce impertinentemente; sujeto ordinario y descortés. Tiene su etimología en la voz latina grossus, cosa de mucho espesor. Empezó a utilizarse como insulto a mediados del siglo XV, en que se superpone al significado primitivo de "gordura o grosor", abundándose en el sentido figurado de torpeza, tosquedad. En su Cancionero, Juan del Encina, (finales siglo XV) pone en boca del pastor Mingo, las siguientes consideraciones:

 

Es tan fuerte zagalejo,

miafé, Menga, el amorío

que con su gran poderío

haze mudar el pellejo,

haze tornar moço al viejo,

y al grossero muy polido...

 

Las coplas de Canta, Jorgico, canta, del mismo siglo, el autor pone en boca de cierta dama la siguiente estrofa:

 

(...) Jorge, no seas grosero,

pues que ves cuánto te quiero (...).

Yo creo que estás sin seso,

o que estás de amor compreso;

tienes mi corazón preso

desde el culo a la garganta.

 

Más grosera resulta la dama que el pobre Jorgico, que no se atreve a entrar al trapo de tan calentona señora. Coetáneamente, Rodrigo Cota, en su Diálogo entre el Amor y un viejo, pone en boca de Amor el siguiente parlamento:

 

Al rudo ha o discreto,

al grosero, muy polido,

desenvuelto al encogido,

y al invirtuoso neto...

 

En el Galateo Español, manual de urbanidad escrito por Gracián Dantisco en 1582, se dice: "...se debe desechar el término grosero y descuidado que podría causar odio y mala voluntad y desprecio". Gonzalo Correas, en su Vocabulario, (s. XVII) dice de quienes inmigran a Madrid: "Muchos entran en la Corte que la Corte no entra en ellos, y si van toscos vuelven groseros".

Covarrubias le da, en su Tesoro de la Lengua, el sentido moderno:

 

Grosero vale tanto como rústico, poco cortesano, cuando se dize del hombre o de su razonar y conversar. (...) Aquello que está hecho sin pulicía, talle ni arte; díxose de graso, que vale gordo y gruesso...

 

Agustín Moreto, (siglo XVII) pone esto en boca de una mujer:

 

Yo, por soberbio os tenía,

más no os juzgaba grosero.

 

Unas décadas después, Pedro Calderón de la Barca, en Para vencer a amor querer vencerlo, pone en boca de una dama este aluvión de improperios:

 

No diré tal, vive Dios,

sino que sóis un grosero,

un atrevido, un villano,

necio, loco, altivo y vano,

ingrato y mal caballero...

 

 

Guarro, guarrín.

Son sinónimos populares del cerdo, y del lechón. Como en el caso de la voz "cochino", parece que es de origen onomatopéyico, surgida por imitación del gruñido de este animal. Sin embargo, hay quien ha defendido una procedencia griega, de la voz joiros. De los términos aludidos, el de uso más antiguo es "gorrín", que emplea Quevedo en esta graciosa estrofa:

 

Tierra donde las doncellas

llaman hígado a el rubí,

y andan hechas san Antones

con su fuego y su gorrín.

 

Aparece documentado en el Diccionario de Autoridades, entrado el siglo XVIII: "Puerco pequeño que aún no llega a los quatro meses"; también "desaseada y sucia". El fabulista canario, Tomás de Iriarte (s. XVIII) hace hablar a un gorrino, que declara lo siguiente:

 

Yo te aseguro, como soy gorrino,

que no hay en esta vida miserable

gusto como tenderse a la bartola,

roncar bien y dejar pasar la bola.

 

En cuanto al término hoy más extendido, "guarro", lo documenta Terreros y Pando en su Diccionario Castellano con las Voces de Ciencias y Artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana, (segunda mitad del siglo XVIII). En cuanto a la voz "guarrín", designaba al lechoncillo recién nacido, y por extensión al niño sucio y travieso, con connotaciones meramente descriptivas.

 

 

Guiñapo.

Persona degradada, vil y despreciable. En el término se incluye tanto los aspectos morales como físicos. Se usa en sentido figurado: ser un guiñapo es ser un trapo, tanto que en algunos lugares de Almería al trapero se le llama guiñapero. Francisco de Quevedo usa así el término: " Voto a tal que no creí a nadie, y piensan los bribones guiñapos que lo creía..."; y en El entremetido, la dueña y el soplón le da un empleo idéntico al de hoy: "despojo humano, trapo viejo, andrajo". Procede, por metátesis, del término "gañipo" = andrajo, común en Asturias, y entre los gitanos, posiblemente influido o cruzado de "harapo". Cree Corominas que procede de la voz neerlandesa medieval cnippe = desecho de lana.

 

 

Gurdo.

Insensato y simplón. Del latín gurdus = de mente roma, necio. Es insulto desusado, de procedencia culta. El humanista cordobés del siglo XVI, Ambrosio de Morales, escribe:

 

A los hombres que por ser mal considerados en muchas cosas llamamos agora "tochos", y en latín los nombran "estólidos", por este tiempo los llamaban acá gurdos, como refiere Quintiliano.

 

 

Guripa.

Golfo, miserable. Es sinónimo despectivo de "soldado raso", ya que a estos militares de ínfima graduación se les llamó así tras la guerra civil española (1936-39).

 

 

Gurriato.

Cerdo pequeño; también cría del gorrión. En ambos casos se utiliza como término insultante. En el primer caso, entra a formar parte de la extensa familia de improperios que forman la piara de cerdos y gorrinos, guarros y puercos, cochinos y marranos, siendo el gurriato o gorrín el miembro más pequeño, junto con el lechón, tocino y guarrín, de esta sucia estirpe. En cuanto a la segunda acepción, equivale a menudo a "pardillo", persona un poco boba, fácil de engañar, presa sencilla: pringa(d)o.

 

 

Gurrumino.

Sujeto ruín y pusilánime, desmedrado, que por estar en franca decadencia física condesciende excesivamente con su mujer. El término parece de formación onomatopéyica, en imitación del arrullo de la paloma, aunque Corominas lo cree derivado de un término desaparecido con el significado de pequeña joroba. Se utilizó tanto en Asturias como en Madrid en el primer tercio del siglo XVIII, en que la Academia lo incorpora al Diccionario de Autoridades.

Es término sólo utilizable en función despectiva para el hombre, equivaliendo en algunos casos a cabrón consentido.

 

 

H

abló el buey y dijo mu.

Entre los necios eminentes existen, desde tiempos clásicos, los que por no haberse manifestado nunca pasaron por discretos, pero que en cuanto abrieron sus bocas engrosaron de manera automática las filas de los ignorantes. De entre ellos destacamos al individuo a quien se refiere el dicho: Habló el buey y dijo "mu". La frase es antigua, pero cobró popularidad en el siglo XVIII, con el poeta madrileño Juan Bautista Arriaza, quien la comentó como sigue:


Дата добавления: 2019-02-12; просмотров: 229; Мы поможем в написании вашей работы!

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