La intimidad privada frente al mundo exterior 6 страница



Cuando un personaje disfruta de un lecho individual, ello quiere decir que se trata de asegurarle un mejor reposo. Así, Érec recibe del rey Arturo un lecho para él solo: "El rey sentía un gran afecto por Érec; le hizo acostarse en un lecho separado, al no querer que nadie se acostara con él, en contacto con sus heridas". En la alcoba vecina, Énide y la reina, codo con codo, duermen juntas. Una vez curado, Érec volverá a dormir con la esposa "en el mismo lecho". Por el contrario, la pareja del lai Équitan parece disponer de dos lechos, ya que los amantes se entregan a sus placeres "en el lecho del marido". También puede disfrutarse de un lecho individual en señal de honor: en La demanda del Santo Grial, Arturo, "en homenaje a su alto nacimiento", conduce a Galaad a su alcoba y le ofrece su propio lecho; en cuanto a él, va a juntarse con Lancelot y los restantes barones. Luego —señal de que el relato atribuye tácitamente a Arturo una existencia en soledad— se dice que a la mañana siguiente Arturo se dirige a la alcoba en que han dormido Lancelot y Gauvain.

Como una península de lo privado, el lecho acrecienta el placer de la soledad: ofrece la única ocasión de dejar irrumpir los sentimientos. Así, en La demanda, Ginebra, "para no mostrar en exceso la amplitud de su pena" cuando los caballeros parten, regresa a sus habitaciones y se arroja sobre su lecho, presa de la aflicción. Pero el lecho puede cargarse también de un simbolismo culpable: puede ser en efecto el lugar de las sombras, del crimen, el lugar que marca para siempre jamás la imposibilidad de poner en claro lo que allí ha ocurrido realmente. El lecho es el objeto que propicia las maniobras y las sustituciones, en particular para esas mujeres acusadas de traer al mundo hijos monstruosos y de convertir al padre en un desconocido. El lecho se vuelve así un lugar de subterfugios y de manipulación de lo real: en lugar de Iseo, Brangien sirve a Marco de esposa virgen y, en los relatos de Dobles, el lecho es precisamente el recinto oscuro en que la esposa engañada no podrá distinguir entre los hermanos.

También lugar del crimen, es el espacio privilegiado del error, y la verdad sólo con dificultad podrá esclarecerse. Por el contrario, en él puede intentarse el adulterio, en la medida en que el lecho despliega sus signos.

Entre la cama de Tristán y la del rey "no media más que una lanza". Cuando, una vez que su tío se ha dormido, intenta Tristán hablarle a la reina, se abre de nuevo su herida, brota la sangre y se manchan las sábanas. Del mismo modo, la sangre de Lancelot manchará el lecho de la reina Ginebra, lo que permitirá que se acuse a esta última de haber acogido en su cama al senescal herido. Ambigüedad de las pruebas, de unas pruebas que no lo son en realidad: el lecho, como se ve, puede convertirse con facilidad en el espacio del peligro.

Finalmente, al evocar la separación entre el día y la noche, el lecho hablará también de la sociabilidad nocturna como de un signo inquietante. La ausencia de sueño y, por consiguiente, la ausencia de sueños, acaba por hacer de Tydorel —el héroe del lai que lleva su nombre, la criatura medio embrujada cuyos ojos no se cierran nunca— un ser inepto para lo social y para el ejercicio del poder. Se encontrará con su padre embrujado en un mundo del que se ha ausentado el tiempo: parábola de la alternancia obligada de los ritmos diurno y nocturno, de la sociabilidad y de la necesaria interrupción de la sociabilidad. En numerosos relatos, la gente se acuesta tarde en medio de las alegrías de la convivialidad, pero raras veces se dice que no se ha dormido. La vigilia puede ser además fuente de mal, como lo atestiguan esas confidencias arrancadas por la noche al marido por la esposa de El caballero del cisne. Impulsada por el diablo, ésta planteará la pregunta fatídica y será también en el lecho donde la duquesa le arranque al esposo el secreto que va a precipitar en la muerte a la castellana de Vergi y a su amante. El lecho se muestra así como el centro mismo de la vulnerabilidad, el lugar donde se oculta con facilidad la identidad, el de las graves transgresiones, presuntas o reales, incluida la de la palabra, como, si pronunciada en la noche, no pudiese ser otra cosa que fuente de desgracia.

 


La sociabilidad

En las obras literarias, el espacio se escenifica casi siempre como investido por un grupo doméstico: parejas, hijos, generaciones coexistentes, subalternos, campo familiar sometido a frecuentes fluctuaciones, mesnada artúrica, en resumen, una sociedad doméstica fundada en una jerarquía en torno a la cual se mueven intrigas y relaciones de poder. Desaparición de las madres con ocasión de un nacimiento, desaparición de los padres, hijos perdidos, reencuentros, a veces asesinatos: hasta cuando reanudan la tradición de los cuentos, los escenarios familiares dejan hablar, con sus mismas redundancias, a fantasmas que poseen a veces el estatuto de universos coherentes. A la cohesión del linaje en las canciones de gesta le sucede, en la novela, un universo más familiar donde puede suceder que una forma de corrupción corroa las relaciones entre los seres, o que ciertos papeles en la célula nuclear se fijen Con carácter maligno (madrastra o suegra, a veces concubina o senescal), o, también con frecuencia, con estatuto de víctimas, como en general el hijo y la joven esposa. Hay poderes que se muestran también en ejercicio y, en el universo doméstico, el gineceo aparece muy en particular como un lugar en el que la autoridad marital y paterna se ejerce sobre el mundo femenino, si bien éste, al filo de los relatos, no dejará de encontrar posibles arreglos de supervivencia y de desenvolvimiento. No tendrá por que sorprender que un debate —bastante secreto— sobre los derechos del primogénito o del benjamín pueda llegar a escenificarse en los relatos de gemelos, reales o ficticios, en los que el significante de la gemelidad funda un tipo de asociación afectiva, una forma de fraternidad. De este modo, las ficciones ofrecen, si no un cuadro de la realidad de lo privado en la época en cuestión, sí al menos los puntos más neurálgicos que pueden concernir a la vida comunitaria y al estatuto del individuo. En particular, los lugares y los rituales de la sociabilidad, de la convivialidad sobre todo, plantean los jalones de una integración necesaria y difícil del individuo en el grupo.

Lo privado: uno mismo y los otros

Fronteras

Si, en el interior de la sociedad doméstica, la diversificación del espacio señala con frecuencia la dificultad para el individuo de escapar a la mirada del otro puede verse, sin embargo, cómo en torno de aquél se van edificando poco a poco unos muros que le permiten, al margen de los otros, disfrutar de una libertad de sí mismo. Los relatos de Chrétien de Troyes adoptaban ya de buena gana la estructura de un trayecto iniciático que le permitía al individuo cambiar el espacio colectivo por la errabundez solitaria de la que habría de regresar, devuelto a una glorificación asegurada en el seno de lo colectivo. Por otra parte, durante el siglo XllI, el cuerpo aparece cada vez más como una posesión privada y un punto de referencia al que se remiten los discursos normativos porque se lo percibe como susceptible de abuso en la atención dirigida al Yo y, por consiguiente, como generador de perturbaciones en la vida del grupo, estatuto conflictual en el que los textos confían poner orden.

Emerge de esta forma la noción de lo "privado ajeno", espacio en el que se llevan a cabo otros gestos distintos de los que se proponen a la mirada exterior. Así, la discreción en el seno de la comunidad se verá explícitamente exigida en Escarmiento da danzas de Roberto de Blois: no penetrar con la mirada en el espacio del otro, privacy que no es, precisamente, la de todo el mundo, y es significativo que estas consignas de respeto de lo privado conciernan más particularmente a la persona femenina, como si constituyera el punto neurálgico de todas las faltas posibles y el punto focal de todas las virtudes deseadas: "Siempre que paséis ante la casa de los demás, tened cuidado de no deslizar en ella vuestras miradas y de no deteneros. Quedarse con la boca abierta y rondar ante la casa de otro no es un comportamiento sensato ni cortés: hay actos que se hacen a veces en privado, en la propia casa, y que no se desea exponer a las miradas ajenas, en caso de que alguien se presentara ante la puerta. Y si queréis entrar en la casa, tosed discretamente al penetrar en ella, a fin de que se advierta vuestra llegada, mediante un carraspeo o con alguna palabra. Dicho en pocas palabras, nadie debe entrar sin advertirlo".

Aislarse

¿Cómo se aísla uno en medio de una existencia privada gregaria? Los componentes del espacio muestran a las claras una distribución de ciertos lugares "más públicos" y de otros "más privados". Ahora bien, el aparte concierne precisamente a la manera como dos individuos se aíslan por propia voluntad para comunicarse lo que no está destinado a un grupo más amplio, situación confidencial en que se da expresión a lo secreto.

Los modos de comportamiento en el seno de lo privado gregario de las ficciones atestiguan hasta qué punto parece difícil disponer de un lugar y de un momento convenientes para entretenerse, a salvo de los oídos indiscretos, con un interlocutor. Y no tiene nada de llamativo que los textos propongan ciertas constantes de apariencia realista para situar por una parte el aislamiento de uno mismo y por otra el tiempo del silencio. Así, Cligés, el héroe, hace venir a Juan su siervo en privado a fin de solicitarle un refugio para sus amores. El siglo Xlll será particularmente rico en situaciones de aparte. Si se la compara con el hermoso ordenamiento del mundo artúrico en Chrétien de Troyes, La muerte del rey Arturo a comienzos del siglo Xlll —en que la aventura se vuelve rara, en que el universo de la Tabla Redonda se fragmenta trágicamente— es el teatro de las intrigas y las denuncias; y, en El palafrén enjaezado, el sobrino deseoso de convencer a su tío, que debiera ser, piensa aquél, un buen abogado ante el padre de la muchacha, busca para el encuentro un lugar adecuado, una "logia» (¿una pieza reducida encima de la puerta, una alcoba en lo alto de la casa?), en resumen, un lugar retirado.

En Guillaume de Dole, relato de la sociabilidad exaltada como virtud del buen soberano, el aparte posee una verdadera funcionalidad y es la manifestación refinada de las relaciones con otro. El menestral amigo del emperador es su objeto privilegiado. Queriendo escuchar de sus labios un hermoso cuento, el soberano ase el caballo de Jouglet por el freno y los dos abandonan el camino. "¡Cuéntame, querido amigo, una historia que pueda despertarme!". Lo mismo en plena naturaleza que dentro de un espacio construido, el aparte exige un lugar retirado, un ámbito que resulte acogedor. También en otro aparte, "en un balcón", el emperador le anuncia al senescal su proyecto de matrimonio, y, más tarde, el propio emperador —del que se acaba de decir que se encuentra "en íntima compañía"— invita al héroe Guillermo a venir a divertirse con él en el jardín, lugar de un último encuentro. A solas consigo mismo: habiéndose enterado de la calumnia de la que es víctima la joven Lienor, el emperador se aleja y parte solo a través de los campos, con el corazón oprimido por la tristeza. En cuanto al senescal, se verá engañado gracias a un último aparte: mientras se halla todo el mundo reunido en plena asamblea, el mensajero de Lienor lo conduce "fuera del palacio, cerca de la alta muralla", para poder estar seguro y al abrigo de todas las miradas, espacio-trampa en la que al fin se dejará coger el felón. Y así es como las intrigas de palacio, haciendo de rincones del secreto, han reemplazado la bella transparencia del mundo artúrico. Los alféizares de las ventanas, en el Lai del caballero blanco, del siglo XlV, o en el Jehan de Saintré, más tarde, se convierten en el resguardo por excelencia de los secretos, en los lugares donde pueden sorprenderse negocios a veces poco honorables.

El lenguaje secreto de los signos

El espacio colectivo ve nacer hacia fines del siglo XII una red apretada y secreta de los modos de comunicación: obsequios que sellan los lazos entre dos amantes, prendas de amor que los etnólogos reconocen todavía hoy, creciente papel del escrito como medio de comunicación, proliferación de los mensajes transmitidos, perdidos, devueltos, manipulados. Cualquier cosa que sirva para guardar algo, simples receptáculos de joyas, de vestidos, de armas, adquieren un nuevo valor, el estatuto de relicarios preciosos, de metáforas de secretos del amor cortés, a veces también de elementos de intriga y de pretextos para ademanes de apertura y de desvelamiento.

Los signos de la alianza amorosa, unos son ostensibles, pero otros son más deliberadamente secretos: signos de la intimidad que los demás perciben como significantes remitidos a su contingencia inicial. En el siglo XIII, el mundo cortés se halla invadido por los signos secretos: el perrillo, en apariencia personaje fortuito del espacio doméstico, le anuncia al amante de la castellana de Vergi los momentos favorables para el encuentro. Intercambios de signos que ya sellan en María de Francia los encuentros del Lai de la madreselva: Tristán enrolla la madreselva en torno de la vara de avellano cuya corteza arranca y donde graba su nombre, signo secreto de su amor que dice: "¡Hermosa amiga, eso es lo que nos pasa: ni vos sin mí, ni yo sin vos!". Otro signo es también ese nudo que la amiga de Guigemar hace en la túnica de éste de tal suerte que ninguno otro podría desatarlo, al tiempo que el amante rodea con un cinturón la carne desnuda de su amiga, un cinturón cuya hebilla nadie será capaz de romper ni de cortar, lenguaje secreto de los signos que determinan una intensidad y un espacio afectivo prohibidos a otro. Más tarde, en el universo de las máscaras del jehan de Saintré, la educación del joven en la cortesía comprende la iniciación en un lenguaje secreto, en un código oculto, que duplica la utilización de los espacios de retiro donde pueden transmitirse los secretos.

Susceptible por el contrario de comprensión por la mirada ajena, la prenda de amor es un don, aderezo o anillo. Como elemento de la representación del Yo, el anillo es al mismo tiempo el signo más marcado por la sexualidad, apuesta de importancia en los relatos en los que intervienen las prohibiciones: la relación amorosa con el hada se disuelve desde el momento en que el héroe le revela al ermitaño el secreto de la seducción ¡Y he aquí que el anillo ha desaparecido! En cambio, se hallan mejor integrados en los signos de la sociabilidad esos rosarios ofrecidos por la amante al amado, y cuyo gesto sigue perpetuándose en Guillermo de Machaut. La doncella "se apresuró a entretejer una preciosa corona de flores que me pareció rebosante de dulzura, porque estaba

 "Si queréis tenerme a vuestro lado, no me preguntéis jamás quién soy, no me preguntéis jamás el nombre de mi tierra...". La Canción del caballero del cisne. (Múnich, Bayerische Staatsbibliothek.)

hecha de nueces moscadas, de rosas y de violetas. Cuando la hubo terminado, vino a colocarla sobre mi cabeza", lazo vegetal que prolonga el cinturón que la muchacha hará con sus dos brazos.

 

La palabra prohibida

La ley del secreto es un componente bien conocido del amor cortés, ella es precisamente la que —transgredida-- inaugura la tragedia de la castellana de Vergi: "Sucede aquí que quien ha traicionado el secreto pierde su dicha, porque cuanto más intenso es el amor más afligidos se venlos amantes perfectos cuando uno de ellos sospecha que el otro ha revelado lo que debía guardar en secreto. Y con frecuencia es tal la desgracia que de ello nace, que el amor concluye forzosamente en medio del dolor y el oprobio".

En los encuentros entre mortales y hadas, las numerosas prohibiciones, si bien pueden tener que ver con el acto de beber y de comer cuando la prohibición designa cualquier participación en el mundo de este lado del río, conciernen con más frecuencia al secreto: no revelar la existencia del hada, no plantear la pregunta sobre los orígenesen el Lai de Tydorel o en La canción del caballero del cisne. Los relatos sobre hadas llevan al extremo la prohibición de dar a conocer a una colectividad la existencia de un ámbito privado, por más que sea de otro mundo. Melusina jugará con estas prohibiciones, ocultando su identidad de mujer-serpiente, echando mano para ello del tabú de la mirada, de la prohibición del conocimiento y del mantenimiento de la opacidad, de la que protege precisamente la puerta en la que fijará su retina culpable para siempre Raimondino.

En las ficciones, la importancia de lo escrito se añade a las comunicaciones filtradas o prohibidas. Ahora bien, este tipo de mediación se intensifica en el siglo Xlll, y, en Flamenca, los amantes se buscarán durante largo tiempo a través de los instantes furtivos, de los mensajes de palabra o escritos, del juego de los signos. En el Tristán de Béroul la carta era ya objeto de circulación, por ejemplo cuando Marco se hace leer por el capellán la misiva de Iseo: la carta se ha convertido en objeto de una comunicación pública. El capellán rompe la cera, lee el texto y luego enuncia línea por línea su contenido. Marco hace que se convoque inmediatamente a los barones y da orden de leer el texto.

En La muerte del rey Arturo, es el mismo Arturo quien lee el mensaje de la doncella cuyo cadáver desciende a la deriva por el río en la barca misteriosa. En ambos casos, la función del escrito es la de transmitir algo que, sea efectivamente privado o sólo simulado (como dice Ogrin: "Para atenuar el oprobio y evitar el escándalo, es útil mentir un poco"), está destinado a ser hecho público. Por lo demás, la imagen puede tener el privilegio de una triste revelación de lo que era privado. Cuando sale el sol, Arturo, recibido en el misterioso castillo de su hermana Morgue, contempla las pinturas que Lancelot ha trazado en su cautividad. Entonces es cuando descifra su propio infortunio. En la Filomela atribuida a Chrétien de Troyes, la pobre muda, que ha encontrado en un arcón unos ovillos (eschavaux) y unos husos (fusées) cuenta con hilos de color su historia, la violación que sufrió, su mutilación, y su prisión, un mensaje que su hermana sabrá leer. La imagen dirá lo que nadie ha osado decir, lo indecible de la transgresión.


Дата добавления: 2021-01-21; просмотров: 75; Мы поможем в написании вашей работы!

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